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Debemos proteger a toda costa a Salman Rushdie
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Debemos proteger a toda costa a Salman Rushdie

Este Gobierno, así como el corifeo que repite sus argumentos sin profundizar en los mismos, tiene un serio problema con la verdad

Foto: Salman Rushdie posa para El Confidencial. (Daniel González)
Salman Rushdie posa para El Confidencial. (Daniel González)

"Debemos proteger a toda costa a Rushdie", escribe Javier Cercas. "Proteger a Rushdie es proteger la alegría, la risa, las ganas de vivir. Proteger a Rushdie es proteger la civilización". Porque defender la civilización, añado, es defender los principios de la libre expresión, un derecho fundamental que nos define como sociedad y también como personas, un "tema mucho más importante que la defensa de mi obra" y "que se ha convertido en un hito en mi vida", asevera el escritor norteamericano de origen indio.

Nadie lo sabe mejor que Salman Rushdie. Víctima del fanatismo, el 12 de agosto de 2022, treinta años después de la fetua decretada por Jomeini, fue víctima de un atentado que a punto estuvo de costarle la vida después de que un joven se abalanzara sobre él y le propinara 15 cuchilladas, tal y como relata en Cuchillo (Random House, 2024). “La primera lección de lo que es expresarse con libertad es que uno debe darla por sentada. Si temes las consecuencias de lo que estás diciendo, entonces, no eres libre”, escribe en el libro.

El pasado viernes, el presidente del Gobierno compareció en LaSexta durante casi una hora para arremeter contra todos aquellos que le incomodan, en un tono nada institucional que tiene más de líder de la oposición que de jefe del Ejecutivo. A cada palabra, Sánchez levantaba un muro, mi verdad frente a la del resto, lo que dice poco del respeto a las reglas democráticas y a los contrapesos necesarios para el correcto funcionamiento del sistema.

También hizo distingos entre los medios de comunicación. Por un lado, los buenos, que son los que me bailan el agua, frente a los malos, que publican informaciones que no queremos que se publiquen, esa "campaña de bulos, de intoxicación, de desinformación, de difamación premeditada de tabloides digitales, de pseudomedios digitales que elaboran unos bulos que el PP y Vox elevan a la categoría política y finalmente cuentan con entidades ultraderechistas que tratan de judicializarlas", dijo Pedro Sánchez.

Además, aprovechó la ocasión para anunciar que su mujer va a presentar denuncias a los diferentes medios de comunicación por determinadas "informaciones falsas y tendenciosas" en un claro aviso a ese deep state —en el argot de los líderes populistas del siglo XXI— que quiere acabar con un Gobierno elegido legítimamente en las urnas.

Trumpismo en estado puro. Igual que Milei, dos caras de la misma moneda. Por mucho que desde Moncloa se señale a la oposición como los verdaderos artífices de esta técnica política, consistente en difamar, cuando no insultar directamente, a quienes no piensan como ellos, quien mejor sabe pulsar los botones de la polarización y el populismo es el Ejecutivo. Para ello se valen de la manipulación tosca del lenguaje, de la negación de la realidad y de la priorización de la acción política del Gobierno frente a derechos fundamentales como el de la libertad de expresión.

Foto: El director del Instituto Reuters para el Estudio del Periodismo de la Universidad de Oxford, Rasmus Kleis. (Cedida)

"Trump pasó la velada con nosotros fanfarroneando sobre su victoria electoral, burlándose de sus rivales e incluso de algunos de su propia órbita, presumiendo ya de logros imaginarios, calculando cómo podría ganar otra vez dentro de cuatro años y describiendo a The Washington Post como el peor de los panfletos mediáticos", recuerda Martin Baron de su encuentro con el expresidente de los Estados Unidos en Frente al poder (La esfera de los libros, 2024). Juzguen ustedes mismos.

Este Gobierno, así como el corifeo que repite sus argumentos sin profundizar en los mismos, tiene un serio problema con la verdad. Sé que no se trata de una tendencia exclusiva de España, sino que se extiende por el planeta cual coronavirus —como prueba del nueve, la cantidad de libros que se publican cada año sobre el asunto—, pero eso no puede servir de excusa. Como dijo Cercas, estamos hablando de los cimientos de nuestra civilización. Pocas bromas.

De ahí las lógicas prevenciones de las asociaciones de prensa y de los profesionales de la información cuando oyen al presidente del Gobierno hablar de regulación en los medios para separar el grano de la paja, la prensa de calidad de los pseudomedios, en una clara invasión, por no decir ocupación, de esferas que le son ajenas. Los de Pablo Iglesias, sin ir más lejos, acaban de registrar una proposición de ley en el Congreso sobre accionistas, directivos y presentadores de medios y proponen otra para crear un consejo del derecho a la información seleccionado por la ciudadanía que determine qué es verdad y mentira.

Foto: El escritor Salman Rushdie posa para El Confidencial. (D. G.)
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Rasmus Kleis Nielsen, profesor de Comunicación Política y director del Instituto Reuters para el Estudio del Periodismo, lo ponía negro sobre blanco en una entrevista en El Confidencial: "¿Cuál es la base legal y el objetivo para restringir el acceso de los ciudadanos a la información? El criterio no puede ser que algo no le guste a alguien. Hay muchos expertos legales y organizaciones de derechos que muestran su preocupación por esta especie de pánico a la libertad de expresión que se está abriendo camino".

"La información de El Confidencial sobre su esposa, Begoña Gómez, origen de su carta y de sus cinco días de reflexión, era veraz. Cuestión distinta es la valoración que cada uno haga sobre esos hechos, o la jerarquía que debería tener esa noticia. Pero un gobernante no puede plantear que no se puedan publicar hechos ciertos", añadía el periodista Eduardo Suárez en declaraciones a El País.

Foto: El director de El Confidencial , Nacho Cardero, atiende a los medios instantes antes de entrar a los juzgados de Plaza Castilla. (Alejandro Martínez Vélez)

Noticias veraces y de interés general. Porque no hay nada de más interés general que el uso que se hace de los fondos públicos. El hecho de que el protagonista de las informaciones sea la mujer del presidente del Gobierno da un plus de notoriedad a las mismas, pero serían igual de relevantes si el protagonista fuera cualquier otro individuo.

¿Tienen o no tienen derecho los ciudadanos a conocer cualquier tipo de actividad de sus representantes políticos que pueda generar un posible conflicto de interés? ¿Por qué y para qué Begoña Gómez comprometió su firma en ayuda a determinadas compañías en concursos públicos que concede el Gobierno que preside su marido? Esas son las preguntas que le han llevado a emprender una cruzada contra determinados medios y a las que todavía no ha dado respuesta. El miércoles 22 tendrá la oportunidad de hacerlo.

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"Debemos proteger a toda costa a Rushdie", escribe Javier Cercas. "Proteger a Rushdie es proteger la alegría, la risa, las ganas de vivir. Proteger a Rushdie es proteger la civilización". Porque defender la civilización, añado, es defender los principios de la libre expresión, un derecho fundamental que nos define como sociedad y también como personas, un "tema mucho más importante que la defensa de mi obra" y "que se ha convertido en un hito en mi vida", asevera el escritor norteamericano de origen indio.

Pedro Sánchez
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