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¿Se puede gobernar un país en estado de estrés constante?
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Nacho Cardero

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¿Se puede gobernar un país en estado de estrés constante?

Se extiende la sensación de que Sánchez va a tirar para delante aunque no consiga aprobar los PGE de 2025. Se va a encastillar en la Moncloa hasta final de legislatura

Foto: Pedro Sánchez sube a la tribuna del Congreso. (EFE/Mariscal)
Pedro Sánchez sube a la tribuna del Congreso. (EFE/Mariscal)
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En un acto de enorme candidez, Feijóo reclamó este domingo a Sánchez que adelantara las generales ante la situación comatosa de la legislatura y la insostenible posición del Gobierno, sobre todo tras sus últimas derrotas parlamentarias. Declaraciones en las que el líder del PP confunde el todo por la parte, esto es, la legislatura con Sánchez. Que el curso político esté muerto desde su inicio es un hecho; que lo esté Sánchez es un deseo.

Y es que uno, como el replicante de Blade Runner, ha visto cosas que vosotros no creeríais: sacar adelante una ley de amnistía que nadie pensaba que pudiera ser constitucional. Pactar con Bildu y fugados con la justicia en el palacete de Waterloo. Dejarse el crédito internacional por difundir una carta-trampantojo en Twitter y atacar a la prensa. Perder las votaciones en el Congreso, verse incapaz de sacar los Presupuestos y, aun así, aguantar en el Ejecutivo e incluso, quién sabe, tener posibilidades de ganar las próximas elecciones.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Europa Press/Iñaki Berasaluce) Opinión
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Son muchos los analistas que vienen enfatizando la fragilidad parlamentaria del Gobierno tras el fracaso de los últimos proyectos de ley y la imposibilidad, por este motivo, de que se aprueben los Presupuestos de 2025, como tampoco hubo de 2024 (la ministra de Hacienda hizo oídos sordos al mandato constitucional de elaborar un proyecto de ley con las cuentas). Todo ello, dicen, debería precipitar el adelanto electoral. Prorrogar dos años consecutivos los PGE no solo resultaría insólito, sino que, además, sería poco más que un suicidio en la actual coyuntura y con las nuevas reglas fiscales europeas.

Pero hablamos de Sánchez, un presidente de moralidad laxa que ha tapizado de normalidad asuntos que no lo eran. Lo heterodoxo como credo y con nuevos feligreses. Un nuevo paradigma que explica ese runrún de que Sánchez va a tirar para delante, pase lo que pase con los PGE de 2025, y se va a encastillar en la Moncloa sin plantearse siquiera que semejante varapalo implica la pérdida de confianza de sus socios y una clara censura a la acción de Gobierno.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante una sesión de control al Gobierno. (Europa Press/Gustavo Valiente) Opinión

No sería la primera vez que se prorrogan las cuentas dos años consecutivos. Ya ocurrió con los Presupuestos de 2018, elaborados por el PP y aprobados por el PSOE tras la moción de censura, que tuvieron continuidad en 2019 y 2020. Un suceso inédito hasta entonces que hizo de Cristóbal Montoro un ministro cuasi inmortal, pues estuvo mandando en la economía española, ya descabalgado del poder, durante tres ejercicios consecutivos, hasta que María Jesús Montero logró aprobar los suyos en 2021.

Que esto haya ocurrido antes no significa que la excepción se pueda convertir en regla ni que sea beneficioso para el país. Para líderes como Sánchez, Trump o Johnson, de claro corte populista, las reglas no escritas (y algunas escritas) están para no cumplirlas.

El Ejecutivo se escudará en la buena marcha de la economía española, que hará muy difícil que Europa le aplique el protocolo de déficit excesivo, y en esa claque de expertos buenistas que rodean al presidente y que tienden a rebajar la gravedad de los problemas y a actuar con excesiva tolerancia ante decisiones anómalas como la de no presentar Presupuestos o prorrogarlos durante varios años. Esta nueva dinámica que se ha instalado en nuestro país supone vivir en la incertidumbre constante y hace de España un país impredecible, donde resulta imposible hacer cálculos más allá de 30 días.

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En lo que va de mes, hemos tenido una crisis diplomática con Argentina y otra con Israel —que tienen más de guion de Netflix, en palabras de Ramón González Férriz, que de interés geopolítico—; el Gobierno ha perdido la votación de la ley contra el proxenetismo y se ha visto obligado a retirar la del suelo por falta de apoyos; hemos comprobado cómo la mancha de la trama Koldo se extiende, piano piano, por los pasillos de los ministros y entes públicos como Adif; el juez del caso Begoña Gómez ha decidido seguir adelante con la investigación y ha citado a nuevos testigos pese a las presiones exógenas; y el Fiscal General del Estado ya se ve con un pie en el Supremo por las filtraciones sobre la pareja de Ayuso.

¿Se puede gobernar un país en un estado de estrés constante como este? No. ¿Implica esto un adelanto de las elecciones? Tampoco

Pero si quieren leche, tomen dos tazas. Esto es lo que se aproxima en los próximos días: el reconocimiento del Estado palestino; el hecho de que, ya a partir del 29 de mayo, haya pasado el plazo legal y se puedan disolver las Cortes; la posibilidad de una moción de censura contra Sánchez y el papel de Puigdemont en la misma; las elecciones europeas; el nombramiento del president y la conformación de la Generalitat; la votación de la ley de amnistía y su aplicación a Junqueras y al líder fugado. Todo un vía crucis para el presidente del Gobierno y para una sociedad que es incapaz de profundizar en los asuntos.

Hay una realidad política que pone negro sobre blanco que las frágiles columnas que sustentan al Gobierno se derrumban. Otra judicial, que estrecha el cerco sobre determinados miembros del Ejecutivo y el inner circle de Sánchez. Otra periodística, que se sitúa frente al poder y que consiste en contar lo que otros no quieren que contemos. Pero luego está la realidad de Sánchez, que más que una realidad parece una distopía, pues resulta inescrutable y hace pasar por normal todo aquello que no lo es.

En un acto de enorme candidez, Feijóo reclamó este domingo a Sánchez que adelantara las generales ante la situación comatosa de la legislatura y la insostenible posición del Gobierno, sobre todo tras sus últimas derrotas parlamentarias. Declaraciones en las que el líder del PP confunde el todo por la parte, esto es, la legislatura con Sánchez. Que el curso político esté muerto desde su inicio es un hecho; que lo esté Sánchez es un deseo.

Alberto Núñez Feijóo Pedro Sánchez
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