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Lapsus y sesgos de dos profesores de Harvard en la España trumpista
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Nacho Cardero

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Lapsus y sesgos de dos profesores de Harvard en la España trumpista

Dicen los satélites afines al Gobierno que los ataques de Trump contra los demócratas y contra el magistrado que le ha condenado, resultan inadmisibles, pero luego no se les cae de la boca el término lawfare

Foto: Sánchez, en un acto del PSOE el sábado en Valladolid. (EFE)
Sánchez, en un acto del PSOE el sábado en Valladolid. (EFE)
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"Si me hacen esto a mí, se lo pueden hacer a cualquiera". Por su tono, se podría atribuir fácilmente esta frase a Pedro Sánchez, pero lo cierto es que su autoría corresponde a Donald Trump, que la pronunció nada más saberse que el jurado del caso Stormy Daniels le había declarado culpable de los 34 cargos que se le imputaban por falsificar los registros contables del pago del soborno a la actriz porno.

Lo que sí había dicho Sánchez semanas antes fue "esto no va de mí. Lo de menos es mi persona", empleando el mismo recurso, propio de los populismos, consistente en confundir la parte con el todo, sus intereses particulares con los generales, y en arrogarse el papel del líder del pueblo frente a los poderes fácticos, esto es, erigirse en defensor de la democracia frente a la máquina del fango.

Foto: Pedro Sánchez sube a la tribuna del Congreso. (EFE/Mariscal) Opinión

"Estoy dispuesto a liderar la regeneración democrática", añadió después de cinco días de reflexión tras conocer que su mujer estaba siendo investigada por la Justicia.

Los parecidos de los discursos de uno y otro resultan más que razonables. Dos líderes que han roto con las tradicionales reglas del juego democrático y que lo han hecho orillando la separación de poderes, criticando a los jueces cuando se han visto acorralados por los tribunales (Begoña Gómez, trama Koldo) y atacando a la prensa con un lenguaje alejado del decoro institucional. Lo paradójico del caso es que quienes arremeten contra Trump por tal estratagema son los mismos que luego defienden a Sánchez sin pudor.

Foto: Salman Rushdie posa para El Confidencial. (Daniel González) Opinión
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Este apunte viene al hilo de la entrevista a Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, celebérrimos autores de Cómo mueren las democracias, publicada este fin de semana en El Confidencial, en la que desgranaban las razones por las que el sistema actual se encuentra en una fase crítica, próxima a la extinción. Para ello, toman como ejemplo lo que tienen más a mano, los Estados Unidos de América, un país que se ha radicalizado hasta cotas inimaginables, con un Donald Trump antisistema y un Partido Republicano que dejó de ser lo que era y devino extremista por miedo a perder su estatus de formación dominante.

Lo argumentan con una ristra de análisis y anécdotas. Si ustedes leen la entrevista y escriben Partido Socialista donde pone Partido Republicano y sustituyen a Donald Trump por Pedro Sánchez, comprobarán las sorprendentes analogías entre ambos casos y el proceso de taxidermia realizado por estos líderes en sus respectivas formaciones.

Pero, curiosamente, cuando Steven Levitsky y Daniel Ziblatt se quitan la chaqueta de autores de Cómo mueren las democracias y se ponen la de profesores de Harvard, al igual que aquí se ponen muchos la gorra de editorialista de cabecera progre, los criterios que se emplean para juzgar a Trump no parecen valer para la España de Sánchez.

Foto: Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, en la Universidad de Harvard. (Stephanie Mitchell/Harvard Staff Photographer)

Se trata de esa tendenciosidad tan característica de cierta claque intelectual, que trata de esconder la realidad con eufemismos y neolenguajes, aplicando un sesgo ideológico que modula la realidad a su antojo y hace, por ejemplo, que nos dirijamos a Vox como partido de ultraderecha, pero prohíbe que llamemos a Podemos partido de ultraizquierda.

Dicen los autores norteamericanos que el mayor problema al que se enfrentan las democracias actuales es que nuestras instituciones políticas están configuradas de tal manera que puedes seguir ganando poder sin obtener la mayoría de votos. Animan a aceptar la derrota electoral: "Los republicanos solo han ganado el voto popular para la presidencia una vez desde 1988. Sin embargo, han gobernado la mitad del tiempo".

Desde que Sánchez se hizo con la secretaría general del PSOE, sus contiendas se cuentan más por derrotas (2015, 2016, 2023) que por victorias (las dos de 2019). Ante la pérdida de apoyo popular y la evidencia de que la tendencia no va a mejorar, los socialistas han llegado a la conclusión de que la única forma de mantenerse en el poder consiste en radicalizar el discurso y echarse en brazos de formaciones de ultraizquierda e independentistas.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante una sesión de control al Gobierno. (Europa Press/Gustavo Valiente) Opinión

Dicen también Steven Levitsky y Daniel Ziblatt que el actual sistema fue diseñado para proteger a las minorías, pero que cuando dichas minorías toman el control de la acción de gobierno y se imponen a la mayoría, entonces la democracia empieza a sufrir. "Esto les otorga más influencia de la que realmente obtienen en las urnas. Esta desigualdad, esta asimetría del sistema político, está radicalizando al Partido Republicano".

El pasado jueves 30 de mayo, el Congreso de los Diputados aprobaba la ley de amnistía. Dicha ley fue imposición de una minoría, la de los partidos secesionistas catalanes, para votar a favor de la investidura de Sánchez. Según Metroscopia, la amnistía no contaba con el respaldo mayoritario de los españoles (casi un 70% la rechazaba). Tampoco se incluyó en el programa electoral del PSOE para las generales del 23-J. Los socialistas que acudieron a las urnas creyeron, como les aseguraron sus líderes, que dicha ley era inconstitucional.

Dicen los autores norteamericanos que pocas veces se ha visto un espectáculo tan vergonzante como el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021, pero los que asienten ante estos argumentos pasan de puntillas por las leyes de referéndum y transitoriedad del Parlament, y por la pseudoconsulta del 1 de octubre de 2017, menos mediáticas que lo del Capitolio pero mucho más graves.

Foto: Pedro Sánchez saluda a la portavoz de Junts en el Congreso, Míriam Nogueras. (EFE/J. P. Gandul) Opinión
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Dicen los satélites afines al Gobierno español que los ataques de Trump contra los demócratas —ese partido repleto de "gente mala" que azuza a la justicia— y contra el magistrado que le ha condenado —"parece un ángel, pero en realidad es un demonio"—, resultan inadmisibles en democracia, pero luego no se les cae de la boca el término lawfare cuando tienen que referirse a los procesos abiertos en España.

Dicen que el panorama en Estados Unidos es aterrador, al borde del conflicto interno, pero obvian que aquí las relaciones entre los ciudadanos de a pie no andan mucho mejor, sabiendo el PSOE como sabe que la única baza electoral que le queda es radicalizarse. Esa misma polarización que alimenta las burbujas e incita al distanciamiento.

Estos, y no otros, son los trampantojos del diálogo y la convivencia que, desde algunas universidades y think tanks de la progresía, se les sigue comprando al Gobierno.

"Si me hacen esto a mí, se lo pueden hacer a cualquiera". Por su tono, se podría atribuir fácilmente esta frase a Pedro Sánchez, pero lo cierto es que su autoría corresponde a Donald Trump, que la pronunció nada más saberse que el jurado del caso Stormy Daniels le había declarado culpable de los 34 cargos que se le imputaban por falsificar los registros contables del pago del soborno a la actriz porno.

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