Caza Mayor
Por
Marlaska y la fuga de Puigdemont: lánzame pan y llámame perro
Es un error entrar a analizar los fallos del dispositivo policial, tal y como estamos haciendo. Culpar a los Mossos para cerrar rápidamente el caso supone la enésima cortina de humo para ocultar la verdad
Es un insulto a la inteligencia. Lo es intentar hacernos creer que la segunda fuga de Puigdemont tiene como únicos responsables a los Mossos d’Esquadra, de repente un cuerpo policial incompetente, diletante, que no sirve para hacer la o con un canuto y que, según advierte el neonato gobierno de Illa, requiere de renovación en su cúpula.
Lo es también tratar de sacar de la ecuación al Gobierno Central, tal y como pretende la máquina monclovita de los relatos, como si la Policía y la Guardia Civil estuvieran al margen del operativo para la detención del expresident después de que este cruzase la frontera como el que va a la tienda de la esquina y se pasease libremente por las calles de Barcelona.
Es un error entrar a analizar los fallos del dispositivo policial, tal y como estamos haciendo. Culpar a los Mossos para cerrar rápidamente el caso supone la enésima cortina de humo para ocultar la verdad. Lo importante, debe pensar Sánchez, es la unidad y la convivencia; lo importante es que "nadie sea detenido por los hechos que los representantes de los ciudadanos han decidido amnistiar", insiste Illa en su discurso de investidura.
La España de la realpolitik en la que se escuda la izquierda para invadir esferas que no le son propias, minusvalorar la separación de poderes y convertir el Estado de derecho en un junco dúctil al antojo del personal, frente a esa otra España normativa y casposa, según los profetas del lawfare, que impide con su celo procesal que el país progrese al ritmo que debiera y según unos criterios correctos que, albricias, siempre imponen los mismos.
Los responsables del nuevo ridículo de España a cuenta del procés ni son ni pueden ser un par de mossos descarriados a sueldo de Junts. Los responsables son otros. En esta ocasión, sin embargo, no estarán cubiertos por la amnistía. El perímetro temporal de la medida de gracia no llega a tanto. Hasta la impunidad tiene sus límites.
Tal es así que el Tribunal Supremo no está dispuesto a que el Ejecutivo se vaya de rositas en la última tomadura de pelo al poder judicial. El juez Llarena señala al ministro Marlaska como responsable último del operativo-trampantojo para la detención de Puigdemont.
En la judicatura aseguran que su caso puede derivar en consecuencias penales. Cuesta creerlo después de todos los berenjenales de los que se ha librado el actual ministro del Interior y de los goles por la escuadra que el Gobierno le está marcando a los jueces. Cuanto más ha sido señalado Marlaska, más blindado ha estado. Es de manual: no hay nada mejor que apuntar a la dimisión de un ministro para que lo refrenden en el cargo.
Antes de que Marlaska fuera nombrado ministro, antes de que tratara infructuosamente de laminar al coronel Pérez de los Cobos, de permitir el acercamiento de los presos a las cárceles del País Vasco, de ocultar información sobre los trágicos sucesos de la valla de Melilla, antes de todo eso y aunque pocos ya lo recuerden, fue vocal del CGPJ. ¿Saben quién lo eligió para el cargo? El Partido Popular.
Ese CGPJ tan facha que había que limpiar, y que procedía de la mayoría absoluta de Mariano Rajoy, dependía fundamentalmente del voto de Grande-Marlaska, del que todos sabían, a pesar de sus artes camaleónicas, que no era nada proclive de los populares. De los 20 vocales del CGPJ, el gobierno de la etapa Rajoy tenía la mayoría. Uno de los elegidos, el actual ministro del Interior. ¿Alguien lo entiende?
Lo digo esto por aquellos que justifican la táctica de tierra quemada de Sánchez con el argumento de que PSOE y PP son las dos caras de una misma moneda, de que no hay una cosa que se le recrimine a los socialistas que no hayan hecho los populares antes. La idea, sacada de la misma máquina de prefabricar relatos que la de los Mossos d’Esquadra como responsables últimos de la tocata y fuga de Puigdemont, contiene errores de bulto.
Si bien es cierto que PSOE y PP emplean las mismas tácticas para blindarse en el poder, la falta de escrúpulos y de sentido de Estado del primero está a años luz del segundo. El PSOE se parece a Atila, rey de los Hunos; el PP no deja de ser un meritorio de Fouché.
La negativa a que el progresista Pablo de Lucas presida el nuevo CGPJ, por el mero hecho de recibir el apoyo del bloque conservador, frente a la más marcada Pilar Teso resulta paradigmática del intervencionismo al que el poder político quiere someter a la judicatura. Pero antes hubo otros muchos más ejemplos (y no me refiero solo a Conde-Pumpido).
¿Sería posible que un Gobierno del PP mantuviera al Fiscal General del Estado después que este reconozca los hechos de los que se le acusan y un juez haya pedido formalmente su imputación en el Tribunal Supremo? ¿Y la defensa a ultranza (desvío de poder lo llama el Supremo) de Dolores Delgado? ¿O la sugerencia de que el ministro Escrivá, el de las reformas de las pensiones, sea el próximo gobernador del Banco de España? ¿Sería posible con ministros del PP? ¿Se imaginan que fuera Ana Botella la que escribiera la carta de apoyo a Barrabés y lo recibiera en Moncloa en presencia de Aznar?
El espectáculo de hoy resulta impensable hace 25 años. Las reglas del juego han cambiado. Sánchez, acaso la versión más descarnada del socialismo en la lucha por el poder, las ha cambiado. Lo llaman realpolitik 3.0 frente al normativismo del poder judicial. Como escribía José Antonio Zarzalejos, solo falta la Corona, solo queda controlar al Rey.
La estrategia del PSOE consiste en acusar a los demás de las tácticas que emplean ellos. Da igual las malas prácticas de Begoña Gómez, el corrupto siempre será el del frente. Da igual que tú pactes con los separatistas catalanes y los edecanes políticos de ETA, los destructores de la democracia son los que gobiernan con la extrema derecha de Vox.
El marco resulta diabólico para Feijóo, que bien porque no puede, bien porque no sabe, ha renunciado a jugar con las mismas reglas que Sánchez. Ya hay quien habla de elecciones para finales de año y la posibilidad de que al actual inquilino de la Moncloa, con la baza de Illa como nuevo president, le vuelva a salir la aritmética.
El gobierno no se gana, el gobierno se pierde. Y Sánchez hace todo lo posible para no perderlo: pactar con el diablo, dejar escapar a Puigdemont, ocupar la judicatura, acosar a los medios. Y Marlaska, como Sánchez, lo tiene claro: lánzame pan y llámame perro.
Es un insulto a la inteligencia. Lo es intentar hacernos creer que la segunda fuga de Puigdemont tiene como únicos responsables a los Mossos d’Esquadra, de repente un cuerpo policial incompetente, diletante, que no sirve para hacer la o con un canuto y que, según advierte el neonato gobierno de Illa, requiere de renovación en su cúpula.
- Malestar en el Supremo: apunta a posibles delitos en altos cargos de Interior y Mossos Beatriz Parera
- De Pedralbes a la Generalitat de Cataluña: Sánchez logra el botín que ha codiciado ocho años en soledad Marisol Hernández
- Un informe "confidencial" concluye que el escolta de Quim Torra protegió a Carles Puigdemont "desde el principio" Alejandro Requeijo