Caza Mayor
Por
Sánchez y la bala de plata de Ábalos
Al presidente se le acaban los trucos. Cada vez le quedan menos botones que pulsar. Prácticamente, uno solo: convocar elecciones generales
Se trata de una escena mítica. El líder de la banda saliendo colérico de su despacho y descerrajando su ira sobre todo aquel que se ponía por delante. No me refiero a Tony Montana en el final de Scarface, sino a Pedro Sánchez en la rueda de prensa del cierre de curso político de hace un mes, querellándose contra el juez Peinado, arremetiendo contra la Justicia, la extrema derecha, el Partido Popular, García Page y todo aquel que pasara a menos de un kilómetro de distancia de La Moncloa, amén de irritar como hacía mucho que no se recordaba a las CCAA socialistas por culpa del concierto económico catalán.
Una escena de guion francamente mejorable, que anticipa lo que nos viene este mes de septiembre y que define como ninguna otra el carácter del presidente del Gobierno, un personaje afectado por la patología del poder y en permanente fuga hacia delante.
Sánchez semeja ese vehículo sin pedal del freno que derrapa en las curvas, parece que va a caer por un terraplén y mantiene el equilibrio. Un Tony Montana atrapado en su fortín monclovita, que solo reacciona ante las dificultades pisando el acelerador. Mucho tacticismo, poca y ninguna estrategia. Un país a punto de volcar.
En esta fuga hacia delante habría que encuadrar la reciente ampliación de la querella por prevaricación judicial interpuesta por el presidente del Gobierno contra el juez Peinado. No querías caldo, pues toma dos tazas, ha debido pensar el socialista. Los que criticaron el movimiento de Sánchez de hace un mes (callar e ir a por el juez), por entender que daba pie a especulaciones y maledicencias, ya tienen la respuesta. En el punto de mira, los magistrados que no le bailan el agua. El lawfare con rúbrica independentista.
Según la Abogacía del Estado, Peinado practica una "injusticia intrínseca" y contraviene la doctrina existente, todo ello después de que el juez sostuviera que se pueden sacar conclusiones del "silencio" de Sánchez tras negarse a declarar como testigo.
La decisión del presidente de adelantar a noviembre el Congreso Federal del PSOE supone otro ejemplo más del modus operandi que ejerce Moncloa, consistente en ir solapando las emergencias informativas, tensionar al máximo la estructura orgánica y forzar el vasallaje al líder caiga quien caiga. El Congreso no es sino otra escapatoria a ese callejón sin salida en el que se ha metido a cuenta del concierto económico catalán.
Hay que remontarse al debate del marxismo del 79 para encontrar un asunto que haya hecho saltar las costuras del socialismo como este de la financiación. El PSOE de Aragón, Castilla-La Mancha, Extremadura o Asturias se oponen abiertamente al pacto con ERC. Veremos si ponen pies en pared o pasan por el aro como habitualmente.
Haría bien el PP si se focalizara más en el cupo catalán y no tanto en la amnistía. La gravedad y relevancia de los temas son similares, pero su capacidad movilizadora difiere. ¿Acaso cree Feijóo que Sánchez dimitirá por mucho que le presionen por la fuga de Puigdemont? España está anestesiada. Con tanto escándalo y tanto blanqueamiento, han vacunado a la población frente a cuestiones que antes suponían auténticas líneas rojas y ahora han sido rebasadas del derecho y del revés. Lo que afecta verdaderamente al ánimo de los ciudadanos es el bolsillo, que se dé más dinero y privilegios a unos u otros por el mero hecho de nacer en una comunidad u otra.
En ese mismo proceder de Sánchez de echar un órdago cuando se ve acorralado, hay que interpretar la decisión del Ejecutivo de presentar en el Congreso el proyecto de los Presupuestos Generales del Estado para 2025, a pesar de que, a día de hoy, carece de los apoyos necesarios. "La responsabilidad y la tarea del Gobierno de España es sacar adelante y presentar los Presupuestos y estamos en tiempo y en forma", aseguraba ufana la portavoz Pilar Alegría. Lo dice después de que el año anterior se negara a presentarlos por los mismos motivos de los que ahora hace caso omiso.
Además de Junts, que ya votó contra la senda de estabilidad, tampoco ERC tiene decidido qué hacer. María Jesús Montero no se lo está poniendo fácil. Los republicanos tienen la sensación de que el Ejecutivo ha sacado el capote y les está toreando con lo del cupo.
Hace unos días, la vicepresidenta primera del Gobierno Montero incidía de nuevo en que el citado pacto entre PSOE y ERC "compatibiliza una financiación singular en Cataluña como la pueden tener otras comunidades autónomas", poniendo como ejemplo la de Canarias y Baleares. Ni siquiera la del País Vasco o Navarra. Igual que la de Canarias y Baleares. Los de Junqueras, como no podía ser de otra forma, están fumando en pipa.
Todo ello nos conduce a un país atascado y con un diagnóstico clarísimo de aluminosis institucional. Para más inri, José Luis Ábalos, ese señor extraño que se pasea por los pasillos del Congreso y que se encuentra cada vez más cercado por la Justicia, ha dado por finalizada su "actitud seguidista" con el PSOE y está dispuesto a propinarle una colleja en próximas votaciones, cuando no a tirar de la manta. ¿Boutade o bala de plata? Ya veremos. Recordemos que el final de Tony Montana llegó con un tiro por la espalda, cayendo de cabeza en la piscina, bajo un rótulo que decía “El mundo es tuyo”.
Y es que a Sánchez se le acaban los trucos. Cada vez le quedan menos botones que pulsar. Prácticamente, uno solo: convocar elecciones generales.
Se trata de una escena mítica. El líder de la banda saliendo colérico de su despacho y descerrajando su ira sobre todo aquel que se ponía por delante. No me refiero a Tony Montana en el final de Scarface, sino a Pedro Sánchez en la rueda de prensa del cierre de curso político de hace un mes, querellándose contra el juez Peinado, arremetiendo contra la Justicia, la extrema derecha, el Partido Popular, García Page y todo aquel que pasara a menos de un kilómetro de distancia de La Moncloa, amén de irritar como hacía mucho que no se recordaba a las CCAA socialistas por culpa del concierto económico catalán.
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