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Corrupción y populismo fiscal: lo que los grandes fondos piensan de España
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Nacho Cardero

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Corrupción y populismo fiscal: lo que los grandes fondos piensan de España

Por mucho que se afanen en hacernos creer que estamos ante un nuevo El Dorado, el discurso empresarial de los socios que sostienen al Gobierno ahuyenta las inversiones

Foto: Sánchez mira a Luís Montenegro, en el Foro Empresarial Luso-Español. (EFE)
Sánchez mira a Luís Montenegro, en el Foro Empresarial Luso-Español. (EFE)
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La economía va como un cohete, según Sánchez y sus mariachis, pero no según el grueso de los españoles. En el Barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), la crisis económica y la vivienda escalan hasta la segunda y tercera posición, respectivamente, en el top ten de principales problemas del país. Un 23,8% de los encuestados se muestra pesimista con la economía. Un 22,7% con la vivienda. Pese a tratarse del CIS de Tezanos, los porcentajes resultan verosímiles, pues no requieren de cocina y el margen para la manipulación es mínimo.

Tampoco es un cohete para ese nutrido grupo de empresas españolas que se lamenta de la inseguridad jurídica y de la demonización a la que le someten los partidos en su afán por miccionar en la tumba de Milton Friedman. Repsol instalará una planta de hidrógeno renovable en Portugal, cumpliendo así la advertencia de Brufau sobre la posibilidad de trasladar inversiones fuera de España. Lo mismo Cepsa: "Si el impuesto se materializa, provocaría un efecto muy relevante sobre la rentabilidad de los proyectos de hidrógeno, por lo que tendríamos que ralentizar las inversiones previstas en España y dar prioridad a proyectos de hidrógeno verde en otros países". Ferrovial ya puso pies en polvorosa hacia los Países Bajos. Son legión las compañías perseguidas fiscalmente por el Ejecutivo.

Foto: Pedro Sánchez, en las Naciones Unidas. (EFE/Olga Fedorova) Opinión

Por mucho que se afanen en hacernos creer que estamos ante un nuevo El Dorado, el discurso empresarial de los socios que sostienen al Gobierno ahuyenta las inversiones como pocas veces se ha visto. El Reino de España ostenta matrícula de honor en número de arbitrajes internacionales en el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias relativas a Inversores (Ciadi) y cuenta con un aparato, el de Moncloa, que con su intervencionismo, diciendo quién puede y quién no puede entrar en nuestro país (véase el caso Talgo), repele los fondos hacia otras latitudes.

Allí donde Montero pone el ojo, Hacienda pone la bala. Lo del impuesto energético es claro ejemplo de ello. Dijeron que iba a ser temporal, pero luego, como nadie levantaba la voz, le cogieron el gusto y quisieron dejarlo permanente. Una medida sin justificación económica, que pone en entredicho la política industrial y de transición energética de la que presume este Gobierno y que atufa a ideología por los cuatro costados.

Foto: Giorgia Meloni y Pedro Sánchez, en Granada. (Reuters) Opinión

Lo que prevén ingresar con el mismo, lo pierden en oportunidades de reindustrialización. El impuesto temporal ha generado más de 1.100 millones de euros en 2022 y 2023. Hasta 2030, recaudará un total de 10.000 millones de euros, una cantidad ingente de dinero que ingresará el Estado, pero que difícilmente podrá invertirse en renovables, biocombustibles o hidrógeno renovable, con la consiguiente pérdida de competitividad con países de nuestro entorno en un sector donde somos líderes mundiales.

Las compañías energéticas tienen proyectos anunciados o en curso que pasarán a mejor vida en caso de que don erre que erre no ceda en sus pretensiones. Sumados todos los proyectos, España se juega una inversión de más de 30.000 millones y capacidad de generar más de 70.000 empleos. Cataluña sería la más perjudicada: perdería 5.000 millones de euros en PIB hasta 2030, una inversión de más de 14.000 millones en proyectos de transición y cerca de 50.000 empleos, razones por la que Junts ha puesto pies en pared y se ha conjurado para tumbar la medida en el Congreso.

El impuesto energético, además, se pasa por el arco del triunfo los informes de Letta y Draghi, incrementa los costes estructurales para las empresas españolas y las sitúa en una posición de desventaja respecto a potencias como China o EEUU.

Foto: El expresidente catalán Carles Puigdemont. (EFE/Ronald Wittek)

Al igual que ocurre con el energético, el otro impuesto, el de los bancos, que también iba a ser coyuntural, pero que parece que no, inflige un serio boquete a la competitividad del sector financiero. No todos los gobiernos europeos cuentan con un gravamen extraordinario similar y los que tienen uno no llegan a los extremos del nuestro y solo someten a tributación la parte del margen neto de intereses que se considera excedentaria.

Los expertos estiman que el efecto de este gravamen sobre el menor flujo de financiación bancaria a la economía será de unos 50.000 millones de euros, fundamentalmente materializado en una menor disponibilidad de crédito a familias y empresas españolas.

Para más inri, están los temas de corrupción, que nunca se entiende bien en los comités de inversión y que, en el caso del actual Ejecutivo, ya se cuentan por decenas. Los gestores de los fondos extranjeros despachan en cinco minutos —"mejor olvidarse de España una temporada"— lo que a Sánchez le llevó cinco días.

Foto: Estudiantes de la universidad de Renmin en Beijing, en su graduación. (EFE) Opinión

Como hemos comentado en reiteradas ocasiones, si España va como un cohete es porque su economía está dopada por el sector público y un gasto desmedido en pensiones, déficit, propaganda y todo aquello que sirva para comprar votos. Recibimos inversión extranjera, pero mucha menos de la que recibiríamos en condiciones normales si los gestores de la cosa se guiaran por criterios racionales y no por medidas ideológicas y populistas.

Por su ubicación, por sus infraestructuras y por su competitivo coste en energía, estamos ante una de las mejores plataformas para hacer negocios del mundo, pero, de nuevo, por culpa de la maldición atávica que nos persigue, dejaremos pasar el tren.

La economía va como un cohete, según Sánchez y sus mariachis, pero no según el grueso de los españoles. En el Barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), la crisis económica y la vivienda escalan hasta la segunda y tercera posición, respectivamente, en el top ten de principales problemas del país. Un 23,8% de los encuestados se muestra pesimista con la economía. Un 22,7% con la vivienda. Pese a tratarse del CIS de Tezanos, los porcentajes resultan verosímiles, pues no requieren de cocina y el margen para la manipulación es mínimo.

Pedro Sánchez Cepsa Repsol
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