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Ganar incluso perdiendo: el plan de Sánchez para el día después
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Nacho Cardero

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Ganar incluso perdiendo: el plan de Sánchez para el día después

Apeado del poder, se quedaría como secretario general del PSOE con un mandato de cuatro años, sin alternativa posible y con las manos libres para hacer frente a un Gobierno que será efímero, piensan en Ferraz

Foto: Pedro Sánchez, en el Congreso del PSOE de Madrid. (EP)
Pedro Sánchez, en el Congreso del PSOE de Madrid. (EP)
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Mientras discutimos si son galgos o podencos, si convocará o no elecciones este 2025, si la fragilidad parlamentaria o un wasap de Aldama le obligarán a adelantar o si, por el contrario, seguirá cortando el jamón para tener bien nutrido al de Waterloo, mientras nos entretenemos con estas distracciones, Pedro Sánchez, piano piano, ha puesto en marcha un meditado plan para blindarse en el poder, gane o pierda los próximos comicios. Digo "meditado" porque esta hoja de ruta no surge por generación espontánea, sino que algún fontanero de la casa ha estado ocupándose de ella. Las líneas maestras se muestran a ojos vistas. Están bien pensadas. Recuerdan a una partida de ajedrez con reloj.

Como decía Gramsci, lo importante no es ganar, sino tener la posición ganada. Por las encuestas y los vientos que soplan a uno y otro lado del Atlántico, todo parece apuntar a una próxima victoria del espacio de centroderecha. Sánchez sabe que las elecciones las tiene perdidas y que la única posibilidad de gobernar es apelando al "somos más", algo cada vez más complicado si atendemos al desplome de Sumar y los desaires de Puigdemont. Sánchez también sabe que necesita sacar un buen resultado y un clima de polarización extrema que le legitime para seguir al frente del PSOE aun habiendo perdido.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE) Opinión

Apeado del poder, se quedaría como secretario general del PSOE con un mandato de cuatro años, sin alternativa posible y con las manos libres para hacer frente a un Gobierno que será efímero, pues un Ejecutivo del PP con miembros de Vox sentados en el Consejo de Ministros, piensan en Ferraz, es campo abonado para la reyerta política. Y cuanto más bronca sea la legislatura, más rápido se olvidarán los dislates actuales y más posibilidades de Sánchez para movilizar a los suyos y recuperar el Gobierno. No necesitará ni llevarse el colchón. Una mudanza mínima. Total, serán un par de años.

No se puede asegurar que 2025 no sea un año electoral ni tampoco lo contrario. Lo que sí parece evidente es que lo ha dejado todo preparado para cuando tenga que pulsar el botón rojo. El plan tiene tres ámbitos de actuación (orgánico, empresarial y judicial) y consiste en ganar incluso perdiendo, en ir tejiendo una tupida red de intereses que le permita seguir ejerciendo el poder incluso fuera de La Moncloa.

1.- Poder orgánico

"La hipótesis de un adelanto electoral para 2026 se refuerza una vez que el líder socialista y presidente del Gobierno ha conseguido tras el último Congreso federal el control férreo de su partido", escribía Jordi Sevilla. Parece evidente que el único objetivo de convocar el Congreso en noviembre, cuando tenía un año de plazo para hacerlo, era asegurarse el poder orgánico ante unas hipotéticas elecciones y con independencia de lo que ocurra en estas. Primero controlar Ferraz y luego el resto de territorios.

No ha habido congresos regionales ni provinciales. Tampoco primarias. Ni contestación dentro del partido. En otro claro ejemplo de esa democracia interna de la que presume el PSOE, Sánchez ha forzado a los candidatos rivales a retirarse y ha desplegado a sus ministros por las distintas federaciones. Todo comenzó con Óscar López, único aspirante a la secretaría general del PSOE de Madrid después de hacer luz de gas a Juan Lobato, al que siguieron Ángel Víctor Torres (Canarias), Diana Morant (Comunidad Valenciana), María Jesús Montero (Andalucía) y Pilar Alegría (Aragón). El núcleo duro copándolo todo.

2.- Poder mediático-empresarial

Uno de los lamentos habituales del PSOE tenía que ver con su impericia para conservar parcelas de influencia en el mundo de la empresa y de los medios de comunicación una vez perdían el poder político. Sánchez lo tiene claro y se ha conjurado para que a él no le pase y, mutatis mutandis, controlar desde la oposición un conglomerado mediático-empresarial, con ejecutivos afines, que le permita regresar a La Moncloa en un par de años.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en Davos. (Reuters/Yves Herman) Opinión

La presión de este Ejecutivo sobre las grandes empresas es cada vez más evidente y resulta tan asfixiante que a los presidentes y CEO les falta aire para poder quejarse. Los acontecimientos vividos en Telefónica son ejemplo de ello. El probable acuerdo con Asisa y Adeslas para Muface es otro. El regreso de Banco Sabadell a Cataluña desprende también un indudable aroma político. Igual que las vicisitudes en torno al Grupo Prisa.

Con todo y con eso, el movimiento de mayor alcance en este ámbito tiene que ver con la prórroga de dos años del escudo antiopas incluida en el decreto ómnibus. Un escudo que tenía su lógica durante la pandemia, cuando compañías sistémicas y solventes atravesaron por momentos delicados por el confinamiento, pero que se ha prolongado en el tiempo con claros fines políticos. Ahora es el Gobierno el que decide qué inversores pueden entrar y en qué empresas. Ahí están los ejemplos de Naturgy y Talgo, entre otros.

3.- Poder judicial

A quien más miedo tiene no es a Feijóo, no es a Puigdemont, ni a Pablo Iglesias, ni a los medios. A quien más miedo tiene Sánchez es a los jueces, de ahí que una parte sustantiva del plan de Moncloa para esta legislatura pase por intentar ponerles el ronzal.

Hay una estrategia de medio y largo plazo, que consiste en colonizar la Justicia con afines y controlar el Constitucional y el Supremo por lo que pueda pasar en el futuro, y otra de corto, que pasa por desacreditar a los magistrados díscolos en un momento en que el presidente del Gobierno se está viendo cercado por los casos de corrupción.

Tal es así que, en cualquier momento, cualquiera de los jueces en cualquiera de las causas puede considerar que hay indicios suficientes como para sentarle en el banquillo. Para que el Congreso rechace el suplicatorio y así orillar a la Justicia, necesita elevar el nivel de crispación hasta tal punto que la ciudadanía le pueda comprar el argumento de "golpe de Estado judicial". En tal caso, rechazar el suplicatorio sería un acto no tanto en defensa propia como en defensa de la democracia.

Seguiremos en los próximos meses deshojando la margarita de las elecciones. Se produzcan cuando se produzcan, Sánchez ya tiene el plan hilvanado. Que lo tenga y esté bien diseñado, como es el caso, no significa que vaya a triunfar. Los cementerios están abarrotados de planes geniales. Sobre todo porque el frente anti-Sánchez también juega y porque las derrotas, aunque estén planificadas, resultan indigestas para quienes dejan el poder. De ahí que sean muchos los que creen que serán los suyos, y no los jueces, los que acaben con él. A moro muerto, gran lanzada.

Mientras discutimos si son galgos o podencos, si convocará o no elecciones este 2025, si la fragilidad parlamentaria o un wasap de Aldama le obligarán a adelantar o si, por el contrario, seguirá cortando el jamón para tener bien nutrido al de Waterloo, mientras nos entretenemos con estas distracciones, Pedro Sánchez, piano piano, ha puesto en marcha un meditado plan para blindarse en el poder, gane o pierda los próximos comicios. Digo "meditado" porque esta hoja de ruta no surge por generación espontánea, sino que algún fontanero de la casa ha estado ocupándose de ella. Las líneas maestras se muestran a ojos vistas. Están bien pensadas. Recuerdan a una partida de ajedrez con reloj.

Pedro Sánchez Aldama Noticias de Telefónica
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