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Caza Mayor
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De las lenguas cooficiales a la gira china: los dislates diplomáticos de 'monsieur' Albares
El jamón, como la legislatura, se le acaba a Sánchez. Ya no sabe de dónde cortar para seguir satisfaciendo las necesidades de sus socios independentistas y prolongar un Gobierno que hace tiempo que se quedó sin resuello
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Tenemos un Ejecutivo bloqueado. Más pensando en sobrevivir que en gobernar. Un presidente que luce charreteras de persona importante cuando se mueve en coche oficial allende nuestras fronteras, en los consejos europeos o viajes como el que pretende hacer a China, pero que luego en casa manda menos que una mosca. Por las polémicas judiciales que se ciernen sobre él, por su fragilidad parlamentaria y porque hay una persona llamada Míriam Nogueras, alter ego de Carles Puigdemont y portavoz de Junts en el Congreso, que le tiene tomada la medida. Ella es quien, a la chita callando, dirige de facto el país.
Los partidos independentistas, a los que España les importa un comino y solo miran su interés particular, condicionan como nunca la acción de este Gobierno. Según reconocen en Moncloa —cada vez más consciente de su debilidad y de una sensación de fin de ciclo—, todos los decretos leyes que lanza el Ejecutivo tienen que pasar por el filtro de Nogueras. Ella es quien marca los tiempos, si esto hay que incluirlo o dejarlo fuera, si esta coma va aquí o acullá, y todo ello desde un único criterio: Cataluña First.
Como muestra, varios botones: la aprobación de la Ley Orgánica 1/2024, que concede la amnistía a los líderes del procés; la transferencia de Competencias en Inmigración, que otorga a la Generalitat la capacidad de gestionar los CIE y permite la presencia de los Mossos en la frontera; el traspaso de la gestión de Rodalies, para lo que se ha constituido una sociedad al alimón con Renfe; la condonación de la deuda catalana, que ha derivado finalmente en un café para todos los territorios, y el reparto de menores migrantes no acompañados. Cataluña recibirá entre 20 y 30. Madrid acogerá a más de 700.
Con tan solo siete diputados, este Junts es el más rentable de todos los que han pasado por el Congreso de los Diputados. Para los independentistas, claro está, que no para los españoles, circunstancia nada baladí y que quedará grabada en el recuerdo.
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¿Y qué decir de ERC? ¿Alguien se acuerda? Subyugada por el PSOE y superada en el frente nacionalista por Junts, se ha ido diluyendo hasta casi desaparecer.
Junts hace bailar al Gobierno al son que quiere. Le saca los higadillos y si alguna vez los del PSOE se pasan de frenada, como sucedió con el veto a las enmiendas en la ley de desperdicio alimentario y a la rebaja del IVA en alimentos básicos al 2%, no le duelen prendas en juntarse con el PP y dar un pescozón a los de Moncloa, dejando entrever que Sánchez está muy solo y su mandato no da más de sí.
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El jamón, como la legislatura, se le acaba a Sánchez. Ya no sabe de dónde cortar para seguir satisfaciendo las necesidades de sus socios independentistas y prolongar un Gobierno que hace tiempo que se quedó sin resuello. Tan es así que, a pesar del portazo de hace año y medio, tanto el presidente como su ministro de Exteriores, monsieur Albares, insisten a sus vecinos europeos para que reconozcan las lenguas cooficiales de España, que incluyen el catalán, euskera y gallego, dentro de la Unión Europea.
Aprovechan los viajes oficiales, como el reciente a Finlandia, o llamadas a las distintas cancillerías para venderles este asunto, eminentemente local, que surgió de un compromiso de Sánchez con Junts y ERC a cambio de que estos le apoyaran para la Constitución de la Mesa del Congreso de los Diputados, y que ahora, mutatis mutandis, podría servir de moneda de cambio para unos Presupuestos Generales o vaya usted a saber qué.
Da apuro comprobar que, en un contexto geopolítico como el actual, en el que la conversación está monopolizada por cuestiones tales como el nuevo orden mundial, la guerra de Ucrania y el rearme de los 27, España se pasee por Europa con menudencias caseras que ponen negro sobre blanco la debilidad de Sánchez y su concepción instrumental de la política. Allí, en Bruselas, entre col y col, intentan sacar el tema del reconocimiento del catalán. La ocurrencia, a ojos europeos, se antoja indigesta. Todo ello para mercadear con los socios independentistas y lograr más oxígeno.
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Albares debería saber, y sabe, que el tema del catalán no es prioritario en la UE. Sería la llave para una compuerta que nadie, y menos hoy día, quiere abrir, como es el reconocimiento de otras lenguas que se encuentran en la misma situación. Se calcula que serían en torno a 50. Entre ellas, el turco y el ruso. El dislate es enorme. Que el Ejecutivo español no se dé cuenta de ello resulta sintomático de la realidad paralela en la que se encuentra. Que utilice la Corona para semejante fin, también.
La política exterior de España ha perdido la poca finezza que tenía de la mano de Albares. El sectarismo con el que el ministro dirige la cartera, denunciado sotto voce por los diplomáticos y de forma más explícita por el presidente de ADE, Alberto Virella ("Albares ha desactivado el ministerio y a sus diplomáticos cuando más falta hacemos"), sumado al trazo grueso que exudan sus últimos movimientos, como la reunión que Sánchez mantendrá el próximo mes de abril en China con Xi Jinping, resultan obscenos y hasta risibles. Solo falta Zapatero abriendo la escotilla del Falcon a su llegada a Pekín.
Iniciativas groseras de lo evidentes que son, que no cuentan con el respaldo de sus aliados en la Unión Europea y que solo se pueden interpretar desde el interés personal del presidente del Gobierno. Lo de las lenguas cooficiales es un ejemplo. Lo de Xi Jinping, otro.
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En otros tiempos, quizá, estas maniobras hubieran pasado inadvertidas en la UE por el disfraz de estadista de Sánchez y porque se explica muy bien en inglés, pero el contexto internacional ha cambiado y el olor a descomposición del Gobierno de coalición cada vez resulta más intenso. Demasiadas prisas. Demasiados errores de bulto. El que esté diseñando la estrategia monclovita no pasa de primero de House of Cards.
En contra de mi tesis de principios de año, cada vez son más voces, tanto fuera como dentro del propio Ejecutivo, que dicen que esto no se sostiene, que mejor una vez rojo que ciento colorado y que, para gobernar así, mejor no hacerlo. Tic-toc, tic-toc.
Tenemos un Ejecutivo bloqueado. Más pensando en sobrevivir que en gobernar. Un presidente que luce charreteras de persona importante cuando se mueve en coche oficial allende nuestras fronteras, en los consejos europeos o viajes como el que pretende hacer a China, pero que luego en casa manda menos que una mosca. Por las polémicas judiciales que se ciernen sobre él, por su fragilidad parlamentaria y porque hay una persona llamada Míriam Nogueras, alter ego de Carles Puigdemont y portavoz de Junts en el Congreso, que le tiene tomada la medida. Ella es quien, a la chita callando, dirige de facto el país.