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Caza Mayor
Por
El mundo es de los monstruos
La cuestión no es el gasto en Defensa, sino la relevancia de España en el nuevo orden mundial
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"El viejo mundo está muriendo, el nuevo lucha por nacer: ahora es el tiempo de los monstruos". Cuando The Economist, biblia del liberalismo, da por buena la célebre frase de Antonio Gramsci, fundador del partido comunista italiano, y la pone en boca un hombre de orden como Alfons Mais, jefe del ejército alemán, es como para que salten los fusibles. Filósofos marxistas y generales coincidiendo en las conclusiones. La geopolítica manda. La ideología se sitúa en un segundo plano. El corrimiento de placas tectónicas que sacude Occidente es de otra índole. Mucho más rápido y profundo de lo que cabría imaginar.
Al margen de los aranceles y otras cortinas de humo, lo que está ocurriendo salta a la vista y no es sino la gran batalla entre dos potencias que se disputan la hegemonía mundial, Estados Unidos, el imperio declinante, y China, el ascendente, el que está predestinado a recoger el testigo de los norteamericanos, como gusta decir a Ray Dalio. Mientras tanto, Europa busca sin éxito su lugar en el mundo y España, pese a las alharacas discursivas de su Gobierno, ni sabe de dónde viene ni hacia dónde va. No tiene la relevancia ni las maneras exigidas, tal y como demuestran los últimos acontecimientos.
Yellowstone, Érase una vez el Oeste, Godless. El espectador norteamericano tipo J.D. Vance prefiere ahora las series de vaqueros antes que las distopías futuristas. Volver al siglo XVIII, al mito fundacional, Reagan con fusil y Biblia. Porque en EEUU la realidad es una interpretación sagrada de la Historia. No fundaron un país, fundaron una misión. No conquistaron el mundo, lo crearon a su imagen y semejanza. In God We Trust.
El péndulo nos trae winchesters y olor a pólvora. Y si hay que recortar la democracia para defenderla de sus enemigos, se recorta. Si hay que orillar la ley, pues se orilla. La voluntad de América como fuerza motora. Todo lo demás es secundario.
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EEUU se agrieta por dentro, entre populistas convertidos en reyes absolutistas y tecnoligarcas con ínfulas de ingenieros sociales. Musk saca a pasear la motosierra en la Administración americana mientras Thiel aboga por los monopolios. Los reguladores, dice, no entienden de disrupción. La cantinela de Schumpeter: antes de crear hay que destruir. Así que lo viejo molesta. Las leyes molestan. La democracia, ni te cuento. Mientras tanto, los europeos aquí andamos, regulando los drones de combate como si fueran cafeteras.
En medio de esta centrifugadora geopolítica, Europa se enfrenta a su mayor crisis de relevancia (o irrelevancia) de su historia. En el artículo de The Economist en el que se hacía referencia a Gramsci, Thomas Enders, ex-CEO de Airbus, y Hans-Peter Bartels, presidente de la German Society for Security Policy, dos alemanes de largo currículo, advertían de algo por todos conocido: Europa ya no puede confiar ciegamente en la protección estadounidense y hay que posibilitar una capacidad defensiva autónoma liderada por una coalition of the willing, es decir, países dispuestos a ir a por todas.
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Se trataría de una Comunidad Europea de Defensa dentro de la propia OTAN, con liderazgo y estructuras propias y con compromisos reales. Francia y Reino Unido deberían situarse al frente, por tratarse de las dos potencias nucleares europeas y también por su legado histórico. "Alemania, por su tamaño, peso económico y ubicación central, debería tener también un papel indispensable", dicen los autores del artículo, al igual que Polonia, con peso creciente en el conjunto de la UE. Canadá y Noruega tendrían que ser invitados a esta coalition of the willing.
El plan bosquejado por Enders y Bartels consiste en construir una fuerza conjunta de 1,5 millones de soldados, con una economía de 20 billones de euros y un mandato claro: autonomía estratégica en materia de Seguridad. Con o sin los Estados Unidos de América.
La tesis que defienden resulta un tanto naïf, por no hablar de canto al sol, pero resulta estimulante como reflexión. Con todo y con eso, lo más interesante del artículo reside en las industrias en las que debería focalizarse Europa, según estos analistas: drones, satélites, inteligencia artificial, guerra electrónica, capacidades cibernéticas, defensa definida por software, aplicaciones en la nube y sistemas hipersónicos, es decir, una estrategia de defensa impulsada por la tecnología, más que por tanques y aviones.
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"Su futuro cuartel general militar estaría compuesto y dirigido exclusivamente por quienes estén realmente comprometidos con la autodefensa", continúan Enders y Bartels. "Es probable que estados afines al Kremlin como Hungría y Eslovaquia no participen; tampoco lo harían neutrales como Austria e Irlanda, ni, por ahora, Turquía".
¿Y España? Nuestro país mira desde la barrera. No está en el plan de Enders y Bartels, a pesar de que el primero fue CEO de Airbus, donde España tiene un peso relevante. Ni lideramos, ni participamos, ni tampoco se nos espera. Por muchas razones, todas incómodas. Mientras los americanos parecen vivir en un western moral, nosotros seguimos atrapados en las batallas de la Transición y las guerras culturales. No hay propósito. No hay visión estratégica. No tenemos peso militar ni una industria de Defensa competitiva por tamaño. Además, es un Gobierno que esconde ministros comunistas en el maletero.
Si quiere ser tomada en serio, España tiene que evitar comportarse como un Erasmus perpetuo y dejar de engañarse a sí misma con trucos morales y juegos contables, sugiriendo dislates tales como que los esfuerzos para reducir las emisiones de carbono sean considerados gasto militar. Los monstruos están ya entre nosotros y aquí seguimos, sin acuerdos entre los dos grandes partidos y valiéndonos de eufemismos y circunloquios para no ofender a la izquierda exquisita.
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La cuestión no es el gasto en Defensa, sino la relevancia de España en el nuevo orden mundial. Lo tenía todo a favor para ser un elemento clave en la actual vertebración europea, pero el partidismo y la insoportable polarización de la política española lo hacen imposible. El reparto ya ha comenzado y España se está quedando fuera.
"El viejo mundo está muriendo, el nuevo lucha por nacer: ahora es el tiempo de los monstruos". Cuando The Economist, biblia del liberalismo, da por buena la célebre frase de Antonio Gramsci, fundador del partido comunista italiano, y la pone en boca un hombre de orden como Alfons Mais, jefe del ejército alemán, es como para que salten los fusibles. Filósofos marxistas y generales coincidiendo en las conclusiones. La geopolítica manda. La ideología se sitúa en un segundo plano. El corrimiento de placas tectónicas que sacude Occidente es de otra índole. Mucho más rápido y profundo de lo que cabría imaginar.