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Caza Mayor
Por
La primera gran derrota de Salvador Illa
Si el PSOE comienza a flaquear en Cataluña, las escasas posibilidades que tenía de remontar en los sondeos quedarán reducidas a la nada
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Tres meses de Isidro Fainé dan más que 24 de Manuel de la Rocha. Noventa días le han bastado al patriarca del imperio Caixa para deshacer el nudo gordiano que se había montado en torno a Criteria y la fundación.
En el primer mes, se trajo las sedes a Barcelona tras siete años de exilio balear, gesto que agradeció la Generalitat como si regresara el hijo pródigo y que fue interpretado como un guiño cómplice a la normalización en Cataluña; en el segundo, su dedo demiúrgico tocó al presidente de Naturgy, Francisco Reynés, y lo hizo miembro del Patronato de la Fundación, lo que dio pistas de los movimientos ulteriores; en el tercer mes, cesó a Ángel Simón de consejero delegado, tras ser señalado como el caballo de Troya del PSC en Criteria.
Salvador Illa podía haber hecho notar algo más su disgusto, un mensaje por aquí, un artículo por allá, pero él siempre ha sido de no hacer ruido. ¿Y cómo iba a quejarse tras el regalo de las sedes? ¿Hasta qué punto su queja sería la mejor prueba de las verdaderas intenciones del PSC? Criticar el despido habría sido confirmar que Simón no era solo un gestor, sino el alfil de Moncloa en el tablero catalán.
En este tiempo, tres meses exactos, Fainé le ha dado la vuelta al calcetín y aquellos que pensaban que el ciclo estaba acabado y que el patriarca, por simple cuestión de supervivencia, acabaría entregando su imperio empresarial y financiero a papá Estado, es decir, al Gobierno de Sánchez, se han dado de bruces con la realidad.
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Todo tiene un límite y Fainé tuvo que salir a la palestra para cortar las habladurías que situaban a Criteria, con más de 30.000 millones en activos, como un fondo soberano al servicio del Gobierno de Sánchez, en acertada comparación de Marcos Lamelas.
En la fundación no gustó que se dijera que la operación de Telefónica, con la destitución de Pallete y la llegada de Murtra a la presidencia, estaba bendecida por Criteria. No lo estaba, pero se tuvieron que tragar el sapo. Tampoco gustaron las presiones por parte de Moncloa para que les salvaran la papeleta de Talgo, ni luego más tarde para que hicieran tres cuartos de lo mismo con Celsa. Les habían tendido la mano, les habían cogido el brazo y ahora querían el abrigo y hasta los gemelos.
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Fainé tuvo que actuar y lo hizo con la rapidez y habilidad que muchos le han querido negar de un tiempo a esta parte. A los que se les nota desnortados, en cambio, es a Moncloa. El anuncio del cese de Ángel Simón se produjo en la mañana del martes 29 de abril, cuando todavía no nos habíamos recuperado del gran apagón. El Gobierno de Sánchez ni la olió. Le saltaron los plomos. Lo llaman justicia poética.
Con el foco puesto en la guerra de Prisa, al Ejecutivo se le escapaban dos movimientos tectónicos: uno, el relevo en Criteria; dos, el informe de la CNMC que concede el nihil obstat al BBVA para su opa sobre Banco Sabadell, hechos significativos que dinamitan dos de las columnas sobre las que Salvador Illa quería levantar su Iglesia.
El president sabe que gobernar teniendo como brazo inversor a Criteria es como jugar al ajedrez con blancas y dos reinas, o como tener a medio Ibex sentado en el Consell Executiu.
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Criteria gestiona un porfolio que incluye compañías como CaixaBank (32,4%), Naturgy (26,7%), Telefónica (10%) o ACS (9,36%), así como Colonial o Puig, entre otros, todos ellos pesos pesados del mundo empresarial. La importancia de Criteria en Cataluña no es solo financiera sino también institucional, pues permite mantener cierto equilibrio respecto a Madrid y evita la tan cacareada recentralización económica en torno a la capital. Illa es consciente de ello y quiso poner a jugar el holding a su favor.
En este sentido, Ángel Simón se mostraba como una pieza clave. Un peón que, en caso de darse las circunstancias necesarias, podía convertirse en el Rey del tablero. Su perfil técnico-político lo situaba como una persona mollar para Illa en su intento de reconstruir la Cataluña de después del procés, una figura conocedora de las reglas no escritas del poder y con capacidad de interlocución con los sectores económicos.
Además, su simpatía con los socialistas resultaba evidente. No era un gestor strictu sensu del PSC, pero su pasado y algunas de sus operaciones pudieron ser entendidas en ese sentido, a pesar de que la motivación de las mismas fuera empresarial y no política. Los números avalaban su gestión. Con todo y con eso, la proximidad con los socialistas y algunos movimientos apócrifos que lo situaban al frente de ciertas maniobras para suceder a Fainé terminaron por darle la puntilla. Fueron muchos los que se erigieron en portavoces de Simón sin serlo. Y en la ópera catalana, no basta con afinar: hay que saber también cuándo callar.
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Varias y dispares sensibilidades del entorno Caixa unieron sus fuerzas para evitar el desembarque total del PSC en Criteria y orillar ese intervencionismo asfixiante que Moncloa ejerce cual Torquemada sobre todos y cada uno de los principales actores empresariales del país. La campaña emprendida por el Gobierno contra los operadores eléctricos, señalándoles como responsables del apagón, es solo una muestra de ello.
Sabiendo cómo se las gastan en el Gobierno, son muchos los que piensan que las cosas no quedarán así y que volverán a la carga. En esta ocasión, contra la fundación. Ahora bien, si no hicieron lo fácil cuando el viento soplaba a favor, ¿van a hacer ahora lo difícil?
La opa del BBVA sobre Sabadell es otro sapo mal cocido para Moncloa, una operación que no es del gusto del Gobierno porque atenta contra sus intereses en Cataluña. Una vez que la CNMC ha dado su visto bueno a la oferta, con los condicionantes oportunos, al Ejecutivo comandado por Sánchez le va a costar mucho más encontrar una base jurídica con la que impugnar la misma sin que le saquen los colores.
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El Gobierno fiaba gran parte de su estrategia a los votos particulares que pudieran emitir algunos de los miembros que componen la Sala de Competencia de la CNMC, ya fuera Pilar Sánchez, exasesora del Ministerio de Economía con Nadia Calviño, o Pere Soler, próximo a Junts, formación que se ha lanzado de hoz y coz contra la opa. El Gobierno esperaba que dichos votos particulares le ayudaran a montar su argumentación legal, pero no los hubo. El dictamen fue aprobado por unanimidad. Partidos, empresarios y medios catalanes todavía se preguntan qué ha podido suceder.
El ministro Carlos Cuerpo tiene 15 días para elevar la operación al Consejo de Ministros. Los responsables de las distintas carteras contarán con un plazo de 30 días para dar su parecer. La opinión generalizada es que endurecerán los remedies (compromisos) para abortar la opa. Sin embargo, ya no lo podrán hacer con el Plan A, esto es, agarrándose a los votos particulares, sino que tendrán que hacerlo con un plan B mucho más frágil y susceptible de ser tumbado por otras instancias, una vez que la opa cuenta el aval de reguladores y supervisores.
Illa es un president que transmite fiabilidad y previsibilidad, con pinta de durar más que un tuit, lo cual ya es mucho en Cataluña. Pero el hecho de perder ascendencia en Caixa y la posibilidad real de que una entidad como Banco Sabadell —"analizaremos con rigor el informe y todos los datos y análisis para actuar con coherencia, defendiendo por encima de todos los intereses de Cataluña", dijo tras conocer el informe de la CNMC— sea engullido por BBVA, suponen dos torpedos en la línea de flotación de Illa. La grieta se abre.
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Y esa grieta no amenaza sólo a la Generalitat sino también a la Moncloa. Porque Cataluña ha sido un pilar fundamental en la trayectoria política de Pedro Sánchez y en la consolidación del PSOE como fuerza de gobierno en España. Desde un punto de vista electoral y demoscópico, el respaldo obtenido en esta comunidad ha sido decisivo. En las generales del 23-J, el PSC logró un resultado histórico al obtener 19 escaños.
Si el PSOE comienza a flaquear en Cataluña, las escasas posibilidades que tenía de remontar en los sondeos quedarán reducidas a la nada. No son pocos los que interpretan estos movimientos empresariales como un símbolo más de que el sanchismo se encuentra ya en su ocaso. En el Congreso empiezan a mirarse de reojo unos a otros para ver quién aprieta el botón de game over.
Tres meses de Isidro Fainé dan más que 24 de Manuel de la Rocha. Noventa días le han bastado al patriarca del imperio Caixa para deshacer el nudo gordiano que se había montado en torno a Criteria y la fundación.