Inmigración y extrema derecha: la república catalana era esto
La inmigración ya no es una cuestión de ideología, sino de realidad. Durante años, el poder político creyó que el silencio era una forma de contención; hoy ese silencio se ha vuelto contra ellos
Sílvia Orriols en el Parlament de Cataluña. (Europa Pres/Alberto Paredes)
"Hola, quiero mostrarles Badalona, pero no esa Badalona de antaño que se las daba de próspera, sino la Badalona actual, la del 2007 [...]. He nacido, vivido y formado mi familia en Badalona. En Badalona falta interés por resolver los problemas de seguridad. Falta interés en resolver la falta de vivienda pública. Hemos de decir de forma contundente no a la construcción de una mezquita en suelo público. Hemos de decir de forma clara no a los pisos patera. Tenemos que reaccionar, tenemos que construir una ciudad digna. Queremos una Badalona limpia y segura. Yo, por mi parte, estoy dispuesto. Tú decides"
El tema de la inmigración es recurrente en Cataluña desde tiempos inmemoriales. Xavier García Albiol lo utilizó en las municipales de 2007 como candidato por el Partido Popular a la alcaldía de Badalona. No consiguió la vara de mando en esas elecciones, pero sí cuatro años después. A pesar de los vaivenes del PP en aquella comunidad, Albiol sigue contando con un tirón popular que para sí quisieran sus rivales. En 2023 volvió a hacerse con la alcaldía de Badalona. Su línea de pensamiento apenas ha cambiado en estos años. El discurso migratorio es populista, pero efectivo.
Se le ha criticado recientemente por haber aprobado una moción que apoyaba el Pacto Nacional por la Lengua de la Generalitat, como "instrumento estratégico para proteger, incentivar y aumentar el uso del catalán en todos los sectores de la sociedad". Dentro de su propio partido se mostraban asombrados con la supuesta deriva nacionalista.
En puridad, no se trata de deriva alguna, sino de badalonisme, concepto acuñado por el propio Albiol para hacer ver que la única ideología que le importa es la que tiene que ver con su ciudad y los problemas de esta, véase la inmigración. El alcalde sabe que el catalán va camino de desaparecer en los barrios de la localidad —y no precisamente por culpa del castellano—. "En Cataluña ya nos dimos cuenta hace tiempo de que los catalanohablantes somos minoría. Lo que sucede es que ahora también les pasa a los que hablan castellano", dicen en el entorno del alcalde. Con esta estrategia en torno a la lengua, Aliança Catalana no debería ser una amenaza para Albiol, como tampoco lo fue Vox.
Desde aquellas arengas de 2007, el problema de la inmigración ha ido a más y da la sensación de que resulta imparable. La sociedad ha cambiado, y el paisaje en los vagones de metro, también. Los cientos de miles de casos de éxito de integración apenas sirven para tapar esos reels que inundan Internet con imágenes de robos, reyertas y machetes.
En un pestañear, Cataluña ha pasado de estar escorada a la extrema izquierda a irse de cabeza a la extrema derecha. Vox y Aliança Catalana se benefician de la coyuntura y de la inercia internacional. Las formaciones de extrema derecha suman el 25,5% de los votos en los parlamentos de la UE, representando a más de 60 millones de europeos.
La conversación ha cambiado en Cataluña como lo ha hecho en todo el mundo. Ya no se habla del procés. Una vez despertados de la ensoñación de la república catalana, los ciudadanos abren los ojos y se dan de bruces con los problemas del día a día: la inseguridad, la vivienda, la inmigración. Pueblos donde ya no se reconocen —Martorell, Vic—, lugares que parecían suyos y que ahora son de otros.
Para más inri, Cataluña es la única comunidad de España que cuenta con una discoteca de dos pistas. Dos formaciones que ponen la misma música —freno a la inmigración—, aunque con distintos acordes. Entre una y otra hacen de caja de resonancia y consiguen que el mensaje llegue más lejos que en otras CCAA.
El mapa parlamentario de Cataluña que dibuja la encuesta de La Vanguardia confirma la tendencia: retroceden los partidos tradicionales y crecen las fuerzas de extrema derecha, en medio de una gran fragmentación. La gran beneficiada del derrumbe de Junts es Aliança Catalana, que está a menos de un punto y medio de los herederos de CDC. Vox avanza más de cuatro puntos y se sitúa por encima del PP.
Abascal y Orriols exhiben un rechazo frontal a la inmigración y a la clase política. Y, justamente, la política y la llegada de extranjeros encabezan, junto a la vivienda, el ranking de problemas que más preocupan a los catalanes.
"La encuesta no debería sorprendernos en absoluto. El ascenso de Aliança Catalana no es un accidente ni una extravagancia pasajera. Es la consecuencia de un discurso sin rodeos, crudo, directo, que pone sobre la mesa lo que mucha gente piensa y pocas veces se atreve a verbalizar", escribía Jordi Basté. "Existe un relato que conecta con una percepción real: la de quienes ven la inmigración como un peligro para la convivencia, la seguridad o la lengua. Y eso, que tanto nos incomoda, es evidente".
Cuando un periodista como Basté, director de El món a RAC1, deja de hablar de la inmigración como una oportunidad y empieza a describirla como un problema, es que alguien ha apretado el botón. Ha hecho clic en el magín de los catalanes, y probablemente de los españoles en general. La última vez que Basté entrevistó a Sílvia Orriols, esta le dio las gracias "porque pocas veces se me da la oportunidad de hablar en un medio público".
Mientras en el civet de Luis Conde se debatía sobre la encuesta de Iván Redondo y la opa del BBVA sobre Sabadell, en la Cataluña real se cocinaba otro puchero, al margen de los focos mediáticos y fruto de "la negligencia de generaciones de políticos —y periodistas— que creyeron que era mejor no hablar del tema por lo que pudiera pasar. Funcionó durante un tiempo, pero ese tiempo ha pasado ya", decía Ángel Villarino en este periódico.
La inmigración es un factor mollar en los países desarrollados que hará ganar o perder elecciones. Por eso, precisamente, se equivoca Pedro Sánchez si cree que puede utilizarla contra el PP, igual que hace con Gaza, el aborto o las encuestas de Tezanos y Redondo. La política de izquierdas aún no ha encontrado la manera de desmontar el relato migratorio más allá de descalificarlo como xenófobo.
Podrá gustar más o menos la propuesta de Feijóo —visado por puntos condicionado, expulsión inmediata de quienes delinquen, restricción del acceso a prestaciones—, pero al menos es un plan. Lo del PSOE es la nada.
En este sentido, Illa necesita separarse del discurso buenista de Sánchez y elaborar uno propio en Cataluña. Los que rodean al presidente de la Generalitat aseguran que lo tiene, pero que no se le oye porque depende en exceso de los comunes.
Illa es bien percibido, pero debe enseñar el país que quiere, no solo el que gestiona. Y pedir una mayoría para llevarlo a cabo. Ahora vienen presupuestos, y otra vez serán ERC y los comunes quienes los determinen, fruto de la pájara y la inutilidad estratégica de Junts, que ni come, ni deja comer, ni se va a comer nada.
La inmigración ya no es una cuestión de ideología, sino de realidad. Es el espejo en el que las sociedades europeas se miran y no se reconocen. Durante años, el poder político creyó que el silencio era una forma de contención; hoy ese silencio se ha vuelto contra ellos. Nadie gana elecciones ignorando los miedos de la gente. El error no fue hablar de inmigración: fue fingir que no existía.
Ahora el debate ha salido del laboratorio de los extremos y ha entrado en la sala de máquinas de la democracia. Y quien no sepa manejarlo, acabará devorado por él. Cataluña —otra vez— es solo el principio.
"Hola, quiero mostrarles Badalona, pero no esa Badalona de antaño que se las daba de próspera, sino la Badalona actual, la del 2007 [...]. He nacido, vivido y formado mi familia en Badalona. En Badalona falta interés por resolver los problemas de seguridad. Falta interés en resolver la falta de vivienda pública. Hemos de decir de forma contundente no a la construcción de una mezquita en suelo público. Hemos de decir de forma clara no a los pisos patera. Tenemos que reaccionar, tenemos que construir una ciudad digna. Queremos una Badalona limpia y segura. Yo, por mi parte, estoy dispuesto. Tú decides"