La resaca electoral
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Es la transversalidad, estúpido: la mal llamada ‘batalla por el centro’ en la Comunidad Valenciana
Ximo Puig ha impulsado políticas que, en algunos de los casos, no se distancian mucho en el fondo de la cuestión, de las desarrolladas por Juanma Moreno en Andalucía o Alberto Núñez Feijóo en Galicia
Haciendo referencia a la conocida y adaptada frase "Es la economía, estúpido"; en la que el spin doctor James Carville, asesor y director de campaña de Bill Clinton en 1992, aquella que le transportó desde la Gobernatura de Arkansas a la Casa Blanca, convirtiéndolo en el 42º Presidente de los Estados Unidos de América, remarcaba la importancia capital que tienen los temas económicos para la ciudadanía, por encima de la venta comunicativa que estaba llevando a cabo el por entonces POTUS, George Bush, de la política exterior; vemos como ahora parece que, además de la economía (y más con la que está cayendo), los dos principales partidos políticos en la Comunidad Valenciana se han dado cuenta que el sillón del 'president' de la Generalitat se gana desde el mal llamado, centro político.
Seamos claros y démoslo por sentado de una vez: no existe el centro político. Tal y como explicaba George Lakoff, reputado lingüista y sociólogo, lo que existen son los votantes “biconceptuales”, es decir, aquellas personas que se acercan a cada uno de los bloques ideológicos según el ‘momentum’ o, más sencillo aún, según el tema sobre el que haya que posicionarse en ese preciso instante. Y es que el ejercicio de funambulismo que requiere ‘ser de centro’ es lo más parecido al que hace un equilibrista tratando de cruzar una delgada cuerda, pero en vez de ir con una barra para tratar de ganar equilibrio, llevase un saco de piedras cada vez más pesado.
Y es que ya lo dijo Margaret Thatcher, que si en algo se caracterizó es por vivir una vida política sin ningún tipo de complejo: "estar en el centro de la carretera es muy peligroso; te atropella el tráfico de ambos sentidos". Y es aquí, echando la vista atrás de la historia reciente de nuestro país, cuando vemos como todos los proyectos supuestamente centristas han acabado, o están a punto de ello, por ser algo completamente residual.
4,5 y 6
Aquellos que estamos acostumbrados a leer y analizar las encuestas podemos definir que, efectivamente, la gran mayoría de personas, en todos los estudios sociológicos que se realizan en nuestro país, se sitúan entre el 4 y el 6 en la escala de ubicación ideológica donde 1 es extrema izquierda y el 10 es extrema derecha. Esto es así, la mayoría de las veces, o bien porque muchas personas evitan querer parecer radicales en este tipo de preguntas, ofreciendo números más de confort y/o bien porque, efectivamente, hay muchas personas transversales o débilmente ideologizadas, lo que les permite poder ir variando su voto o su percepción sobre determinada política pública.
El hecho de que el mayor número de personas se sitúen en este rango ideológico no tiene que llevarnos a autoproclamar "nosotros somos el centro", ya hemos visto el éxito que han tenido estas experiencias previas, si no a intentar detectar quiénes son estos grupos de votantes y ocupar estos espacios llevando a cabo políticas públicas que puedan favorecerlos en su día a día y relacionándose con asociaciones y sectores de manera transversal, lo que les ayude a construir el relato de que, efectivamente, son una opción de izquierda.
El que estaba y el que llega
Tras el éxito electoral de Juanma Moreno en Andalucía estoy leyendo con cierto estupor en algunos medios valencianos que Ximo Puig, asustado por esos mismos resultados, está tratando de mover su figura política hacia el centro. Sólo hay que tirar de hemeroteca para poder contradecir estas afirmaciones y poder vislumbrar, con bastante rotundidad, que el 'president' de la Generalitat Valenciana se ha caracterizado a nivel estratégico, desde que fue elegido en 2015, como un político situado en la moderación y en la transversalidad política, siendo frecuentes sus encuentros con sectores y asociaciones de ambos lados, y impulsando políticas que, en algunos de los casos, no se distancian mucho en el fondo de la cuestión, de las que han podido impulsar, por poner dos ejemplos, Juanma Moreno en Andalucía y Alberto Nuñez Feijóo en Galicia.
De hecho, si analizamos la trayectoria política del presidente andaluz y de Ximo Puig podemos ver como sus trayectorias políticas han transcurrido en paralelo, convirtiéndose dos candidatos, aparentemente flojos en sus inicios, en dos presidentes de amplio espectro gracias a su transversalidad, la capacidad de generar un mensaje propio e izar la bandera autonomista en su relato.
El otro día señalé en una tertulia de televisión que Carlos Mazón (PP) si quiere ganar las elecciones debería de moderar su discurso y proponer un proyecto más transversal, alejándose así de guiños a la extrema derecha o a la singularidad política de Madrid y el ayusismo, y me preguntaron si consideraba que el candidato popular es un radical. En absoluto lo pienso, ni creo que así sea, pero es que se puede no ser radical y estar muy lejos de la transversalidad, lo que te suele dejar en tierra de nadie y jugar todas tus cartas, en este caso, a que la marca nacional te lleve en volandas hacia la Presidencia. Una jugada a cara o cruz y dejar tu futuro de la política en manos del azar no parece un buen negocio.
Haciendo referencia a la conocida y adaptada frase "Es la economía, estúpido"; en la que el spin doctor James Carville, asesor y director de campaña de Bill Clinton en 1992, aquella que le transportó desde la Gobernatura de Arkansas a la Casa Blanca, convirtiéndolo en el 42º Presidente de los Estados Unidos de América, remarcaba la importancia capital que tienen los temas económicos para la ciudadanía, por encima de la venta comunicativa que estaba llevando a cabo el por entonces POTUS, George Bush, de la política exterior; vemos como ahora parece que, además de la economía (y más con la que está cayendo), los dos principales partidos políticos en la Comunidad Valenciana se han dado cuenta que el sillón del 'president' de la Generalitat se gana desde el mal llamado, centro político.