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La España vaciada es la España calcinada (el caso de Bejís)
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Víctor Romero

Nadie es perfecto

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La España vaciada es la España calcinada (el caso de Bejís)

La naturaleza seguirá su curso. En los recuerdos de nuestros hijos anidarán la tierra negra y el ensordecedor ruido de los hidroaviones

Foto: Edificaciones destrozadas por la llamas en Bejís.
Edificaciones destrozadas por la llamas en Bejís.

Bejís, como antes Andilla, Viver o Alcublas, todo el Alto Palancia en definitiva, ha sido testigo de muchos veranos de felicidad para las clases populares valencianas. El pueblo resucita con el buen tiempo y la llegada de segundas y terceras generaciones de los emigrantes interiores que a partir de la mitad de siglo pasado abandonaron el rigor de los campos de almendros, los olivos y la ganadería en busca del mejor futuro que ofrecían las oportunidades de la ciudad y su área metropolitana. Los nietos de aquellos de ayer son los animados socios de las comisiones de las fiestas patronales y agosteñas de hoy, los que se han arreglado las casas para disfrutar de descansos estivales y primaverales en un entorno natural privilegiado hasta ahora.

Foto: mensajes-adif-incendio-bejis-via-tren

Por desgracia, pasarán muchos años hasta que los parajes asolados por la llamas, todavía activas, recuperen la belleza natural que exhibían. Los bosques de pino mediterráneo, las choperas, los tejos, los fresnos y los arbustos aromáticos entre saltos de agua son ahora un paisaje lunar yermo de ceniza. Merendar en la Fuente de los Cloticos y bañarse en sus pozas ya no será lo mismo. Lo venían advirtiendo algunos alcaldes desde que una nevada en 2017 quebró cientos de troncos. El monte estaba enfermo de exceso de combustible y el abandono de campos, repletos de broza seca, ha ejercido de acelerador, cuando antes servían de cortafuegos. Es lo mismo que ha ocurrido en la Vall d’Ebo, en la Marina Alta de Alicante.

No podemos autoflagelarnos por completo. Pero no es un tópico. Hay que decirlo más: la España vaciada es la España calcinada porque la masa forestal viene creciendo de forma constante en paralelo a la concentración de la población en la ciudades. Sumen a eso los efectos del cambio climático y ya tienen el cóctel molotov armado. Aunque la cifra se multiplique en verano, los más de mil habitantes censados en Bejís en 1950 son hoy apenas 390; los más de 300.000 de la provincia de Zamora, donde han ardido 25.000 hectáreas, no superan las 170.000 almas en 2022.

La España vaciada es la España calcinada porque la masa forestal viene creciendo de forma constante

Nadie está obligado a quedarse donde no quiere estar. Pero eso no quiere decir que las autoridades no puedan mitigar los efectos de la despoblación. Al menos intentarlo. Hay que reconocer el esfuerzo de estar encima de los hechos y sobre el terreno que están mostrando responsables de la Generalitat, como el barón socialista Ximo Puig, que no duda en dar el parte diario pese al desgaste de la sobreexposición mediática. Es su elección. De las visitas fugaces de Marlaska y Diana Morant no puede decirse lo mismo. Nadie sabe a qué vinieron, más allá del apoyo moral, si es que eso sirve para algo. Aun se espera que el Gobierno empatice en lo importante, en ayudar económicamente.

Foto: Un cartel de Bejís, quemado por el incendio. (Reuters/Lorena Sopena)

Pero los mismos que se afanan en salir en la foto cada día, los que despejan la pelota del olvido en el aviso a Adif de que la locomotora diésel se dirigía directo a la boca del fuego, son responsables a su vez de asegurarse un mínimo de mantenimiento del mosaico del monte durante los meses de invierno y de habilitar los estímulos necesarios para la permanencia de actividades humanas. Y esto vale para Puig y también para el líder de la alternativa al Botànic, el popular Carlos Mazón, que tiene bajo sus competencias a las brigadas forestales de la Diputación de Alicante y no resistió la tentación de hacerse la foto de turno en el puesto de mando del devastador incendio de La Vall d’Ebo. De la consellera de Agricultura y Desarrollo Rural, Mireia Mollà (Compromís), qué decir. Ha tenido a bien suspender sus vacaciones en el último momento para hacer acto de presencia. Se ha echado en falta responsabilidad y ofrecer algún tipo de respuesta política a la desolación que quedará tras los incendios cuando hayan sido extinguidos del todo. Las anunciadas ayudas a posteriori solo serán paliativas.

Son muchas las toneladas de CO2 que se han liberado este verano en toda España, con más de 200.000 hectáreas arrasadas, y muchas más las que dejarán de capturar los árboles que ya no existen. Somos nosotros quienes lo sufriremos, porque la naturaleza y el planeta nos trasciende y nos trascenderá cuando ya no estemos. En Benagéber, en el bello fiordo que formaba el pantano en el Alto Turia de Valencia, los pimpollos de pinos ya invaden la ladera norte que quedó arrasada en 2012 por un devastador incendio. Empieza a intuirse otra vez la exuberancia en torno al generoso embalse, quizás favorecida por la humedad de su lámina de agua. Otros terrenos quemados no tendrán tanta suerte. Diez años después el color verde vuelve a teñir las montañas. La naturaleza cumple su ciclo. Pero la infancia de nuestros hijos ya se lo ha perdido. En sus recuerdos anidarán la tierra negra y el ensordecedor ruido de los hidroaviones.

Bejís, como antes Andilla, Viver o Alcublas, todo el Alto Palancia en definitiva, ha sido testigo de muchos veranos de felicidad para las clases populares valencianas. El pueblo resucita con el buen tiempo y la llegada de segundas y terceras generaciones de los emigrantes interiores que a partir de la mitad de siglo pasado abandonaron el rigor de los campos de almendros, los olivos y la ganadería en busca del mejor futuro que ofrecían las oportunidades de la ciudad y su área metropolitana. Los nietos de aquellos de ayer son los animados socios de las comisiones de las fiestas patronales y agosteñas de hoy, los que se han arreglado las casas para disfrutar de descansos estivales y primaverales en un entorno natural privilegiado hasta ahora.

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