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Feijóo y Mazón van a tener que empujar más si quieren conquistar el poder valenciano
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Víctor Romero

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Feijóo y Mazón van a tener que empujar más si quieren conquistar el poder valenciano

Con el socialista Ximo Puig en modo 'catch all', los populares no terminan de consolidar la idea de que se avecina un cambio político en la Comunidad Valenciana

Foto: Carlos Mazón, Alberto Núñez Feijóo y María José Catalá. (EFE)
Carlos Mazón, Alberto Núñez Feijóo y María José Catalá. (EFE)
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No son pocos los que en las filas de los populares se preguntan cómo es posible que casi ocho años después del cambio político que los descabalgó del poder en la Comunidad Valenciana y del experimento de izquierdas del Botànic sigan sin salir claros los números del retorno a los despachos y a la moqueta de las instituciones. A menos de medio año para la doble cita con las urnas, autonómicas y municipales, la percepción es que los conservadores no terminan de dar con la tecla de la mayoría social valenciana para ofrecerse como alternativa sólida al actual tripartito de socialistas, Compromís y Unidas Podemos.

El PP crece, sí, y mucho, especialmente a costa de Ciudadanos, pero hay coincidencia general en que la carrera por la Generalitat se va a jugar en la foto finish y que la joya de la corona que es la alcaldía de la ciudad de Valencia, tercera capital española, sigue en el aire y va a depender mucho del bloque en el que caiga el concejal 17, el que da y quita mayorías, con Joan Ribó mucho más resiliente de lo que aparentaba, la vicealcaldesa Sandra Gómez moviéndose en Ferraz en busca de cobertura para ser primera fuerza de la izquierda y la popular María José Catalá escondiendo sus encuestas y temiendo quedarse con la miel en los labios si da un paso en falso

Si antes del verano, coincidiendo con la renuncia de Mónica Oltra como vicepresidenta, parecía que el Botànic iba a entrar en descomposición irreparable, lo cierto es que hoy es difícil lanzarse a apostar con garantías sobre lo que ocurrirá en la cita con las urnas del 28 de mayo. La demoscopia es contradictoria. Hoy mismo El Mundo publica una encuesta de Sigma Dos que da una nueva mayoría a la izquierda botánica. Una cosa está clara. Pese a lo que parecía pintar hasta ahora, las elecciones que vienen no van a ser unas generales.

Van a ser municipales y autonómicas de pico y pala, donde los votos se van a arañar rincón a rincón

Ni el espinoso asunto de la supresión del delito de sedición con el que Pedro Sánchez se ha despejado el camino del votante en Cataluña parece que vaya a revelarse como un elemento condicionante de la política española ni el PP está logrando por ahora generar un ambiente plebiscitario a lomos de Alberto Núñez Feijóo con las municipales y autonómicas (donde las haya) como primera estación previa a la Moncloa, por más que las interpretaciones a posteriori sí irán en esa línea. Los comicios de mayo se van a jugar más de lo previsto en clave local y regional, siempre cogiendo con pinzas esta afirmación, claro, que los periodistas tendemos a sobrevalorar los cogollos políticos y su influencia real en las tendencias de voto.

Foto: El senador del PP Alberto Fabra. (EFE/Kiko Huesca)

A base de contraprogramar e ignorar, dos de las especialidades de Ximo Puig para arrinconar a sus rivales, internos y externos, el barón socialista va marcando agenda, apagando fuegos y tratando de ocupar espacios en modo catch all o atrapalotodo, ese término que gusta tanto a los estrategas electorales. Igual da oxígeno a sus socios por la izquierda elevando la presión fiscal a los ricos, que pega un giro de 180 grados contra sus aliados y coloca una enmienda para bonificar la sucesión de empresas familiares o se encuentra con el regalo de que PP, Ciudadanos y Vox terminen por votar a favor de las rebajas de impuestos a clases medias y bajas.

La resucitada gigafatoría de Volkswagen en Sagunto ha puesto al dirigente socialista en el rol que más le gusta representar, el de político capaz de atraer inversiones y promover actividad económica. El proyecto es importante. Mucho empleo e inversión. Y las cocinas del Palau de la Generalitat van a exprimirlo al máximo. En clave de agit-prop local, vamos a tener fábrica de baterías hasta en la sopa.

A ello se suma una relación bastante idílica con el ecosistema mediático, en parte por el propio talante del president, quien tras la imagen de político afable y sin estridencias esconde una mandíbula de hierro, más dura que la de George Foreman contra Evander Hollyfield, siempre sin un mal gesto incluso hacia los plumillas más críticos. Pero también, hay que decirlo, por una generosa política de promoción mediática con café para todos que ha salvado a más de uno de tener que echar la persiana, especialmente durante la pandemia. Nada menos que 17,3 millones de euros (un 20,1% más) ha presupuestado Presidencia de la Generalitat para el año que viene para los capítulos de Relaciones Informativas y Comunicación y Promoción Institucional, si bien la capacidad legal de ejecutar estos fondos quedará limitada en cuanto el barón socialista pulse el botón rojo de la disolución de las Cortes Valencianas, probablemente la última semana de marzo o el lunes 3 de abril.

Foto: El presidente de Seat, Wayne Griffiths. (EFE) Opinión

No es que Carlos Mazón se ande a la zaga, también hay que decirlo, pues ha tratado de construir su red de apoyos mediáticos vía presupuesto de la diputación provincial que preside al más puro estilo old school. De Alicante al mundo. Como decían Tip y Coll, mañana hablaremos del quién es quién en ese reparto a dos bandas.

Mazón y los suyos confiaban mucho en que la ola nacional de Feijóo les llevase en volandas hasta el Palau de la Generalitat, pero superado el efecto champán del gallego tras el traumático relevo en el liderazgo del partido de centro-derecha, el paisaje que ha quedado es una guerra de guerrillas política en la que cada plaza se va pelear a sangre y fuego. Van a ser una municipales y autonómicas de pico y pala, donde los votos se van a arañar rincón a rincón, con incursiones en los territorios en teoría hostiles para unos y otros, como demuestra Puig con sus gestos insistentes hacia feudos de la derecha como la comarca alicantina de la Vega Baja.

Sorprende que el PPCV todavía no haya armado (o enseñado) todo el equipo de candidatos locales

Por eso sorprende que el PPCV todavía no haya armado (o no lo haya enseñado) el grueso del equipo de candidatos locales que acompañará a Mazón en la cita conjunta del 28 de mayo, especialmente los que tendrán la complicada misión de conseguir votos en el área metropolitana y en las ciudades medias del interior de la provincia de Valencia, hoy por hoy, cinturón rojo, bastiones del PSPV-PSOE. Si Puig va a hacer coincidir las dos urnas es precisamente para que se retroalimenten, como ya hizo en su día con la fusión con las generales de abril de 2019, cuando Pedro Sánchez estaba en periodo de gracia. A seis meses de las elecciones, son demasiados los carteles conservadores que siguen sin nombre.

Porque si Feijóo y Mazón, que preparan una convención en Valencia para arrancar la precampaña, han puesto todos los huevos en la agenda judicial, ya puede decirse que esto es como jugar a la ruleta rusa. Es verdad que la causa que salpica a Oltra se dirimirá en abril, a un mes de las elecciones, y que también quedará muy cerca el resultado de las diligencias sobre la investigación que arrastra desde la pasada legislatura el hermano de Puig, Francis, cuyas empresas acaban de embolsarse otros 150.000 euros en ayudas a la difusión del valenciano que otorga la Conselleria de Educación (Compromís), a la vez a otros muchos medios de comunicación, todo sea dicho. Pero igual que después de varios años de idas y venidas todavía está por ver que la Intervención concluya que hubo o no fraude en subvenciones, también podría darse que el juez Vicente Ríos pegue carpetazo al caso Oltra. O puede que sea al contrario y la mande al banquillo.

Mientras tanto, Feijóo y Mazón van a tener que empujar más si quieren reconquistar el poder valenciano.

No son pocos los que en las filas de los populares se preguntan cómo es posible que casi ocho años después del cambio político que los descabalgó del poder en la Comunidad Valenciana y del experimento de izquierdas del Botànic sigan sin salir claros los números del retorno a los despachos y a la moqueta de las instituciones. A menos de medio año para la doble cita con las urnas, autonómicas y municipales, la percepción es que los conservadores no terminan de dar con la tecla de la mayoría social valenciana para ofrecerse como alternativa sólida al actual tripartito de socialistas, Compromís y Unidas Podemos.

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