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¿Y si Vox pincha en las elecciones valencianas?
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Víctor Romero

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¿Y si Vox pincha en las elecciones valencianas?

Hay riesgo de que Podemos-EU no alcance el 5% y el Botànic no sume, pero el PP tampoco podrá armar una mayoría si Vox no empuja. Su comportamiento en autonómicas es una incógnita

Foto: Abascal, Gil Lázaro e Iván Espinosa de los Monteros. (EFE/Rodrigo Jiménez)
Abascal, Gil Lázaro e Iván Espinosa de los Monteros. (EFE/Rodrigo Jiménez)
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"Ximo nos hizo un favor adelantando las elecciones. En aquel momento no éramos nada por aquí". La frase es de un alto drigente de Vox en la Comunidad Valenciana y resume muy bien algo que en el Palau de la Generalitat nunca se ha admitido abiertamente: el adelanto de los comicios autonómicos para hacerlos coincidir con las elecciones generales de abril de 2019 fue una operación de alto riesgo que estuvo a punto de llevarse por delante al Consell del Botànic que preside el barón socialista Ximo Puig en coalición con Compromís y Unidas Podemos.

Si la izquiera sumó mayoría suficiente en aquella ocasión no fue porque aprovechó mejor el tirón de la doble urna en un contexto en el que el líder del PSOE, Pedro Sánchez, parecía tocado con una varita mágica a lomos de su Manual de Resistencia. Más bien al contrario, los socios del Botànic salvaron los muebles porque hubo algo más de 43.000 votantes de formaciones de derecha que acudieron al colegio electoral con una única papeleta en la mano, la del Congreso de los Diputados, pero se decantaron por la abstención en la de las Cortes Valencianas.

Ucronía: de haberse sentido aquel pequeño grupo de abstencionistas más concernido por lo que ocurría en el debate autonómico, este próximo 28 de mayo los valencianos se estarían pensando si dar la reválida a la popular Isabel Bonig de presidenta de la Generalitat, con Toni Cantó (entonces cartel de Ciudadanos) y José María Llanos (Vox) de vicepresidentes, y no a Puig, Joan Baldoví (Compromís) y Héctor Illueca (Unidas Podemos). Aquel 28 de abril de 2019, la derecha ganó las elecciones generales y la izquierda las autonómicas.

Foto: Santiago Abascal, con Ignacio Gil Lázaro e Iván Espinosa de los Monteros. (EFE/Rodrigo Jiménez)

El voto dual era la participación. La abstención de una parte del electorado conservador fue la que dio una nueva oportunidad al experimento valenciano de izquierdas. Y el grueso de estos electores que consideraron que no valía la pena aprovechar el viaje para votar en autonómicas salió de los simpatizantes de Vox. La formación ultraconservadora de Santiago Abascal se dejó 41.262 sufragios por el camino, una fuga que se convirtió en sangría apenas un mes después. Los 322.870 votos de las generales de abril menguaron a unos magros 91.768 en las municipales.

El 28M será el primer test valenciano de Vox sin el primo de Zumosol de la coincidencia con generales

Tiene su lógica. Vox apenas contaba entonces con candidatos locales. Pero sus papeletas tampoco fueron a parar a otras alternativas como PP o Ciudadanos. El PSPV ganó cómodamente las locales y afianzó su poder municipal, con la provincia de Alicante como excepción en favor del PP. Compromís consolidó la joya de la corona, la alcaldía de Valencia. Aquí Vox vio cómo se esfumaban casi el 50% de sus apoyos entre la convocatoria de abril y la de mayo.

Viene al caso esta larga exposición previa porque el comportamiento de Vox en los comicios del 28M va a ser el primer test valenciano de los de Abascal sin el primo de Zumosol de la coincidencia de las generales. Volvamos a la frase de arranque de esta columna: "Ximo Puig nos hizo un favor adelantando las elecciones". La pregunta obligada es qué habría sido de su cartel autonómico, completamente desconocido, si no hubiera habido anticipo electoral. Y la sospecha de que el respaldo electoral hubiera sido bastante inferior aboca casi por correlación a abrir otro interrogante sobre el posible comportamiento en la cita de este próximo mes de mayo. ¿Está Vox en mejores condiciones como alternativa política en el ecosistema autonómico que hace cuatro años?

Foto: Ximo Puig, Pedro Sánchez y Sandra Gómez. (EFE/Kai Försterling)

La respuesta habrá que buscarla en las urnas. Asesorado por Ignacio Gil Lázaro, Abascal ha cambiado de candidato, con la controvertida figura de Carlos Flores Juberías, y ha remozado sus apuestas locales, no sin tensiones internas. La demoscopia apunta a un crecimiento gracias a la absorción de una parte de votantes de Ciudadanos (hasta un tercio, según algunos gurús electorales). Pero, ¿en qué medida no se están inflando las expectativas sobre unas ponderaciones basadas en recuerdo de voto contaminado por la alta participación de las generales frente a las autonómicas o locales? Nada menos que diez puntos de diferencia hubo entre las primeras (74,6%) y las locales (64,6%) de 2019.

Ese diferencial quizás explique por qué en el war room del barón socialista Ximo Puig hay tanto interés en amortiguar la tensión política, huir de la polarización y alejarse lo máximo posible del esquema mental de que el próximo inquilino de la Moncloa se decide el 28M en Valencia. Nada de plebiscitos. Cada palo que aguante su vela. El 'president' está jugando la carta de la desmovilización y la clave local, aun a riesgo de que los suyos también acaben anestesiados. Si se ha dado luz verde a Ferraz para montar la Convención Municipal de este fin de semana en Valencia, con el entusiasmo justo, ha sido por hacerle un favor a la candidata de Valencia ciudad, Sandra Gómez, que lleva tiempo advirtiendo de que ella, que no lleva el plus de traje institucional de alcaldesa ni de presidenta, tendrá más complicado escalar posiciones sin la activación del partido y la generación de ambiente electoral.

El PSPV-PSOE y Compromís miran de reojo a su socio de Unidas Podemos ante el riesgo de que no alcance el umbral necesario del 5% para tener representación y sus votos terminen en el cubo de la basura del flanco izquierdo. Pero de igual forma el Partido Popular es rehén de Vox y su posible querencia o no por la abstención. Digan lo que digan Alberto Núñez Feijóo y Carlos Mazón, tendrán más complicado el asalto valenciano si los ultraconservadores no empujan. Su mayoría depende de Abascal y de en qué medida unos electores que no creen en las autonomías decidan o no poner una papeleta en la urna de la Generalitat. Paradojas de la vida y la política.

"Ximo nos hizo un favor adelantando las elecciones. En aquel momento no éramos nada por aquí". La frase es de un alto drigente de Vox en la Comunidad Valenciana y resume muy bien algo que en el Palau de la Generalitat nunca se ha admitido abiertamente: el adelanto de los comicios autonómicos para hacerlos coincidir con las elecciones generales de abril de 2019 fue una operación de alto riesgo que estuvo a punto de llevarse por delante al Consell del Botànic que preside el barón socialista Ximo Puig en coalición con Compromís y Unidas Podemos.

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