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Qué hacer con Feijóo si se estrella contra el Botànic
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Víctor Romero

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Qué hacer con Feijóo si se estrella contra el Botànic

El Partido Popular se equivocará si cree que, en el caso de no avanzar en poder territorial tras el 28-M, su solución es más ayusismo

Foto: Isabel Díaz Ayuso y Alberto Núñez Feijóo. (EFE/J.J. Guillén)
Isabel Díaz Ayuso y Alberto Núñez Feijóo. (EFE/J.J. Guillén)
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Mucho se ha dicho sobre el papel clave de las urnas valencianas para hacer balance general de los resultados en la inminente cita electoral. La Comunidad Valenciana es el mayor territorio en juego en términos económicos y de población, dando por hecho que en Madrid está casi todo el pescado vendido. Un vuelco en la configuración de mayorías sería una señal inequívoca de cambio de ciclo nacional. Pero, a día de hoy, la demoscopia es confusa, y un ajustado tercer Botànic entra dentro de las probabilidades. En las filas del PP ven más plausible tomar la vara de mando del Ayuntamiento de Valencia, que reconquistar el Palau de la Generalitat. Nada está escrito. Solo que será una noche electoral de infarto. Todo puede pasar.

La propia formación popular ha querido hacer de la cita de las municipales y autonómicas un plebiscito de la figura de Pedro Sánchez. En buena lógica, ha sido una estrategia con sentido. Primero porque el presidente del Gobierno, un resistente nato al que muchos han enterrado de forma prematura en no pocas ocasiones, aparecía más desgastado políticamente que sus barones territoriales. Y, segundo, porque el análisis de las series históricas recientes de algunos de los territorios en liza (Comunidad Valenciana, Castilla-La Mancha o Extremadura) refleja que la derecha se moviliza mucho más las convocatorias de generales que en las regionales.

Foto: Imagen: EC Diseño.
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El caso valenciano es paradigmático. Allí ganó la izquierda en autonómicas y la derecha en generales el mismo día 28 de abril de 2019, cuando el socialista Ximo Puig ensayó un adelanto de un mes sobre las municipales. Incluso en 2015, año de arranque del primer Botànic y de desalojo dos décadas de hegemonía del PP en la Generalitat, se produjo un empate a escaños en las generales del otoño siguiente. El voto dual existe, aunque normalmente más relacionado con la ecuación participación/abstención que con las trasferencias entre bloques.

Buscar ese plus de voto de castigo anticipado para intentar sacar a sus electores a las urnas encajaba en los planes del PP, pese al riesgo evidente de efecto boomerang. El problema para los de Feijóo es que no termina de percibirse que haya logrado generar ese ambiente pregenerales. Las tripas del CIS reflejan que el factor territorial tiene cada vez más peso a la hora de configurar tendencias de voto, una evolución que coincide además con una precampaña en la que Moncloa y Ferraz han tenido la habilidad de sacar del foco general los asuntos que más encienden al votante conservador y marcar la agenda con sus iniciativas de corte social, como la batería de propuestas en materia de vivienda o ayudas al campo, si bien la aparición en escena de 44 condenados por terrorismo en listas municipales de Bildu ha quebrado la hoja de ruta socialista.

Foto: El presidente y candidato a la Generalitat, Ximo Puig. (EFE/Domenech Castelló)

No es por tanto descartable que, tras el domingo de urnas, la noche electoral enseñe un mapa de mayoría muy reforzada de Isabel Díaz Ayuso en Madrid y continuidad de gobiernos de izquierda liderados por el PSOE en las autonomías periféricas en liza. Los resultados, se quiera o no, se miden en términos de poder. Hay victorias amargas y derrotas muy dulces. Si esto ocurre, no sería extraño que el suelo comience a temblar sobre los pies de Feijóo y que analistas y voces internas del flanco conservador afincadas en la capital de España exijan más dosis de ayusismo para tumbar a Sánchez. No todavía en forma de recambio de liderazgo antes de las generales, lo que podría abrir una nueva herida orgánica imposible de cerrar, pero sí de polarización argumental y sobreactuación política.

La baronesa de Madrid, blindada por una entregada corte de groupies mediáticos (todo es mucho más fácil así), ha fabricado un discurso hasta ahora incontestable, en simbiosis con la mayoría sociológica y los niveles de renta de la Comunidad de Madrid. Pero Feijóo llegó al kilómetro cero desde Galicia con el aura de barón conservador moderado y periférico, anclado al brazo de Juanma Moreno y quienes en su partido creen que España no es (solo) Madrid. Fue ungido presidente del PP en Sevilla hace ahora poco más de un año. Su ‘efecto’, sin embargo, parece haber ido diluyéndose cuanto más ha tratado de adaptarse al Vietnam capitalino y madrileñizado el discurso. Si no hay fumata blanca el 28-M y las fieras domésticas comienzan a salivar de ansiedad, la tentación hasta diciembre será ser más Ayuso y menos Feijóo, aunque solo fuera por aplacar a los tigres. Pero eso no necesariamente tendría por qué funcionar más allá de la M-40 seis meses después, cuando, en ese imaginario de futuribles, Sánchez y sus barones periféricos le estarán esperando.

Mucho se ha dicho sobre el papel clave de las urnas valencianas para hacer balance general de los resultados en la inminente cita electoral. La Comunidad Valenciana es el mayor territorio en juego en términos económicos y de población, dando por hecho que en Madrid está casi todo el pescado vendido. Un vuelco en la configuración de mayorías sería una señal inequívoca de cambio de ciclo nacional. Pero, a día de hoy, la demoscopia es confusa, y un ajustado tercer Botànic entra dentro de las probabilidades. En las filas del PP ven más plausible tomar la vara de mando del Ayuntamiento de Valencia, que reconquistar el Palau de la Generalitat. Nada está escrito. Solo que será una noche electoral de infarto. Todo puede pasar.

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