Nadie es perfecto
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De Doñana al puerto de Valencia: enmienda pactista a la M-30 desde la periferia
Sea o no por abrir brecha en el bloque de Feijóo, las fotos de ministros del PSOE con barones del PP son una buena noticia. No lo llame alentar la división, llámelo normalidad democrática
“Gracias, ministro. Muchas gracias”, lanzaba una acaramelada alcaldesa María José Catalá (PP) a Óscar Puente (PSOE). Fue anunciar que el Gobierno desbloqueará la millonaria ampliación del Puerto de Valencia en el Consejo de Ministros de este martes y lloverle una montaña de aplausos de los portuarios convocados en el Edificio del Reloj, junto a la dársena interior. Ante semejante claque, un desconcertado Puente ya no sabía si estaba en territorio recientemente arrebatado por la derecha tras el 28M o en una reunión ejecutiva del PSOE de Valladolid.
Si alguien esperaba hostilidad, no apareció por ningún lado. En el autobús en el que recorrieron los muelles de las terminales durante la visita institucional, Carlos Mazón y el ministro de Transportes se descubrieron compartiendo ciudad de origen de sus respectivas mujeres, Sant Vicent del Raspeig; y se emplazaron a degustar un arroz alicantino, allí dicen que mejor que la paella valenciana (es por la salmorreta), preparado por el propio Puente, que aseguró ser buen cocinillas. Todo buenrollismo.
Mejor los acuerdos de Estado que el fentanilo como réplica a la cruzada antitabaco
A Puente se le desapareció de golpe la cara de macarra del Gobierno de Pedro Sánchez para mudar en la de ministro responsable que toma decisiones importantes; y a Carlos Mazón, al que Vox le tira de la chaqueta hacia la derecha nada liberal a cada rato, la sintonía le vino al pelo para ejercer de barón trasversal que aparca la batalla partidista cuando se trata de encontrar puntos de encuentro en favor de los intereses de su territorio. Salvando las distancias [el del Puerto de Valencia es un megaproyecto con cifras económicas abultadísimas, pero con muchas dudas medioambientales], la foto recordó a aquella otra de Teresa Ribera con Juanma Moreno para salvar Doñana a golpe de talonario, en otra imagen rara avis de la política patria. La siguiente podría ser en el Mar Menor con Fernando López Miras. El mayor desastre ecológico de la España contemporánea lo merece.
Todo esto suele durar bien poco, es cierto. Lo que se tarda en escribir un tuit posteriormente amplificado por la tribu mediática, por las tertulias de la Griso y Risto; por los digitales ávidos de clicks en cada toma y daca. Mandan GfK y Kantar Media. Pasó ayer mismo con Puente replicando a Juanma Moreno por el accidente de dos trenes de media distancia en Málaga. Pero si me das a elegir, entre tú de broncas a cada hora, me quedo contigo en la foto de Valencia. No lo llamen alentar la división en las filas del PP, llámenlo normalidad democrática.
Ojalá los acuerdos se extiendan también a la financiación autonómica y las quitas de deuda
Sea o no por abrir brecha en el bloque de Feijóo, aislándolo junto con la irreductible Ayuso, las fotos de ministros del PSOE con barones del PP son una buena noticia. Mejor los acuerdos de Estado que el fentanilo como réplica a la cruzada antitabaco. Ojalá se extiendan también al sudoku de la financiación autonómica y las quitas de deuda. Por qué no. Nadie dijo que fuera fácil. Cada territorio es él y sus circunstancias, lo entiendan o no en Génova. Aunque si María Jesús Montero no encontró arrestos para actualizar la Lofca la legislatura pasada, cuando no tenía enfrente un ejército de barones del PP, no cabe más que cierto pesimismo ahora, por mucho que lo hayan pintado en el documento del pacto con ERC que hizo presidente a Sánchez. De entrada, la ministra de Hacienda ya se va haciendo la despistada con el fondo de nivelación para territorios infrafinanciados que Compromís puso en el papel del acuerdo de investidura con Sumar.
No es casual que la gestualidad positiva entre PSOE y PP haya tenido que llegar desde la periferia. La mercantil ley de la amnistía, el vergonzante bloqueo del CGPJ, colgar a alguien de los pies, de ganador a ganador, me gusta la fruta, el verificador, el Ateneo… Ruido y más ruido del que ya resulta imposible entender los argumentos de unos y de otros. El fuego cruzado es absoluto en Madrid. El Vietnam de la almendra de la M-30 transmite tanta toxicidad y agotamiento que produce pereza leer los titulares a primera hora. El trincherismo se ha apoderado también de los medios de comunicación. Uno se despierta en busca de algún destello descodificador y se topa con el espíritu de Karl Von Clausewitz y Sun Tzu en la versión de posición de combate. Están los de un lado y los del otro. Portadas previsibles. Las podría maquetar un ChatGPT cualquiera.
Que Alberto Núñez Feijóo pueda tener una primera reunión institucional con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, también es mal. Como si el mero hecho de verse las caras en una habitación compartida de Moncloa fuese avalar políticas y no dialogar sobre posiciones distintas. Hasta podrían ponerse de acuerdo en algo. En ese punto estamos. Hastiados de tanta esterilidad.
“Gracias, ministro. Muchas gracias”, lanzaba una acaramelada alcaldesa María José Catalá (PP) a Óscar Puente (PSOE). Fue anunciar que el Gobierno desbloqueará la millonaria ampliación del Puerto de Valencia en el Consejo de Ministros de este martes y lloverle una montaña de aplausos de los portuarios convocados en el Edificio del Reloj, junto a la dársena interior. Ante semejante claque, un desconcertado Puente ya no sabía si estaba en territorio recientemente arrebatado por la derecha tras el 28M o en una reunión ejecutiva del PSOE de Valladolid.
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