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De Ausiàs March a Estellés: la lección del Rey Felipe VI a Vox
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Víctor Romero

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De Ausiàs March a Estellés: la lección del Rey Felipe VI a Vox

La literatura, se escriba en la lengua que se escriba, nunca puede sobrar. La política de tierra quemada por razón ideológica solo conduce al empobrecimiento cultural de las sociedades

Foto: Felipe VI, en el acto de entrega de los Premios Nacionales de Investigación en Gandía. (EFE/Kai Försterling)
Felipe VI, en el acto de entrega de los Premios Nacionales de Investigación en Gandía. (EFE/Kai Försterling)
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Estaban tan contentos y satisfechos en Vox con su particular Fahrenheit 451 de escritores en valenciano y de pronto llegó el Rey Felipe VI para poner las cosas en su sitio con una normalidad tan lógica que hasta ha debido de resultar insultante para los más cerriles del argumentario abascalista. En el Palacio Ducal de los Borja en Gandía, con motivo de la entrega de los Premios Nacionales de la Investigación del pasado jueves, el monarca empleó su discurso para declararse honrado de visitar la ciudad de “los clásicos”, de Ausiàs March, Joan Roís de Corella y de Joanot Martorell. “Una ciutat de llinatge, culta, amable, moderna i innovadora, amb tanta solera com prometedor futur”, dijo en valenciano.

Los tres autores son representativos del llamado Segle d’Or de las letras valencianas, que abarcó casi todo el Siglo XV. Pero, en un salto a la actualidad para dar forma a su intervención, Felipe VI tomó prestada otra referencia literaria mucho más contemporánea, la del poeta Vicent Andrés Estellés, del que este 2024 se cumple el centenario de su nacimiento. Lo recordarán porque fue citado también por Francina Armengol en la sesión constitutiva del Congreso, para urticaria de algunos columnistas de la órbita fachosférica, quienes, como sentenció Antonio Machado, desprecian cuanto ignoran, sobre todo si procede del otro lado de la trinchera.

“El poeta consideraba la palabra como ‘la clau que obri tots els panys’. Eso también es la ciencia: la llave que abre todas las cerraduras”, metaforizó Felipe VI, parafraseando al de Burjassot en una única pero simbólica referencia.

Estellés es, junto a Manuel Sanchis Guarner o Joan Fuster, uno los autores proscritos por la Vicepresidencia y Conselleria de Cultura de la Generalitat Valenciana que dirige el voxista Vicente Barrera, que los considera algo así como demonios separatistas y catalanistas. En un alarde de no se sabe bien qué razonamiento, que no es más que un botón de intolerancia, Vox ha decidido borrar de cualquier ayuda pública a las fundaciones que promueven las obras de estos autores nacidos en la Comunidad Valenciana y las editoriales que publiquen sus obras. Ni un euro para conmemorar el centenario de Estellés, del que sí se acordó Felipe VI.

Solo ha hecho falta una referencia de Felipe VI a Estellés para desnudar la mezquindad del veto

Es una posición aventurada y repleta de prejuicios. Hay antecedentes. No vamos a negar aquí las querencias de Fuster, pero Raimon estuvo años vetado en su propia tierra por las instituciones gobernadas por el PP y se destapó contrario al proceso secesionista en Cataluña. El planteamiento de Vox es tan indigente desde el punto de vista intelectual que apenas ha hecho falta una mera referencia del Jefe del Estado al legado de Estellés para desnudar la mezquindad del veto.

Foto: Carlos Flores, Santiago Abascal y Vicente Barrera. (EFE/Manuel Bruque) Opinión

Las obras literarias, al margen del ideario político o las intenciones de sus autores, no son de quien las escribe, sino de quien las lee. Restringir su publicación, cegar las ayudas públicas a las editoriales que las promuevan, aunque se vista con el argumento de la legitimidad electoral, no es más que un ejercicio de censura institucional. La literatura, se escriba en la lengua que se escriba, nunca pueden sobrar. La política de tierra quemada por razones ideológicas solo conduce al empobrecimiento cultural de las sociedades.

Empieza a ser perentorio cuestionarse qué aporta Vox a la política valenciana, además de meter un bou embolat en la Plaza de Toros y emponzoñar muchos de los consensos institucionales consolidados de forma transversal: cuando no es el 8M, son las campañas LGTBI, el cambio climático, la lucha contra la violencia de género o la autoridad de la Acadèmia Valenciana de la Llengua, institución recogida en el Estatuto de Autonomía durante el mandato de Francisco Camps que tanto costó de sacar adelante para liquidar el cainismo entre valencianos vivido en la Transición en materia lingüística. Aquel pacto se fraguó entre el Partido Popular de Eduardo Zaplana y el PSPV-PSOE. Solo los extremos se quedaron fuera.

Da igual el frontispicio político de Guillem, como da igual cuál fuera el ideario de Manuel Broseta

La guinda al despropósito, a la que Vox ha arrastrado al PP, cuya rectificación llega tarde porque nunca debería haber entrado al juego cicatero, ha sido la eliminación del Premio Guillem Agulló contra los delitos de odio que todos los grupos del Parlamento autonómico instituyeron por unanimidad cuando Vox no tenía representación. La familia de Guillem ha vivido durante tres décadas la humillación de grupos fascistas. Cada aniversario del asesinato de su hijo por el navajazo de un neonazi en un callejón de Montanejos (Castellón), los padres recibían llamadas con insultos y amenazas de desconocidos ultras. Había una deuda pendiente de las formaciones demócratas valencianas.

Con su actitud, los dirigentes de Vox han contribuido a revictimizar a los familiares. Nada menos que de boca de un vicepresidente de la Generalitat y de la presidenta de las Cortes han vuelto a sentirse humillados y heridos en la memoria de su hijo. También quieren quitarle la placa a la modesta calle de Valencia que lleva su nombre. Les ha faltado decir que el chaval se lo merecía. Tanta misa de domingo y tan poca compasión cristiana.

Catalanista, extrema izquierda, maulet… Da igual cuál fuera el frontispicio político de Guillem, como da igual cuál fuera el ideario de Manuel Broseta, asesinado por ETA. Los hijos del profesor simpatizan e incluso ocupan cargos con el Partido Popular y a nadie se le ocurriría censurar por ello la transversalidad del Premio a la Convivencia que cada año entrega la fundación con el nombre del catedrático. Su reconocimiento no es por lo que pensaban o decían, sino por haber sido víctimas de la intolerancia y el fanatismo, que no pueden tener cabida en las democracias liberales como instrumento de confrontación política. Ese y no otro es el sentido del galardón.

Foto: El dramaturgo y director Juan Mayorga en el Teatro de la Abadía. (Lucía Romero)

Escribió desde su celda el viejo falangista Dionisio Ridruejo, reprimido y encarcelado por Franco por su evolución crítica con el Régimen y el Movimiento: Levantemos la voz, españoles/ por el pueblo humillado clamad/ es la voz de los hombres unidos/ que despiertan a la libertad/. Esta vez marchamos juntos/ los que ayer combatían/ porque vuelve la vida/ triunfando del rencor/ y con la paz ganada/ tendrá la tiranía/ en las viejas trincheras/ su tumba sin honor.

Al contrario que Ridruejo, Agulló no tuvo tiempo de saber si se equivocaba o acertaba en sus planteamientos. Tampoco Davide Ribalta, asesinado también en 1993 por otro neonazi con un pincho en el pulmón a las puertas del Kasal Popular de Valencia. A los dos chavales les arrebató el odio toda la vida que les quedaba por delante. Tenían apenas 19 y 24 años. Demasiado jóvenes para morir. Por supuesto que un premio merece llevar el nombre de Agulló.

Estaban tan contentos y satisfechos en Vox con su particular Fahrenheit 451 de escritores en valenciano y de pronto llegó el Rey Felipe VI para poner las cosas en su sitio con una normalidad tan lógica que hasta ha debido de resultar insultante para los más cerriles del argumentario abascalista. En el Palacio Ducal de los Borja en Gandía, con motivo de la entrega de los Premios Nacionales de la Investigación del pasado jueves, el monarca empleó su discurso para declararse honrado de visitar la ciudad de “los clásicos”, de Ausiàs March, Joan Roís de Corella y de Joanot Martorell. “Una ciutat de llinatge, culta, amable, moderna i innovadora, amb tanta solera com prometedor futur”, dijo en valenciano.

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