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Feria Valencia vive, la lucha sigue
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Víctor Romero

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Feria Valencia vive, la lucha sigue

La ciudad alberga esta semana el mayor evento comercial del sector del hábitat y el interiorismo de España. Una señal de que no todo está perdido en la industria del mueble y el diseño

Foto: Dos visitantes en la edición del año pasado de la feria Hábitat. (EFE/Ana Escobar)
Dos visitantes en la edición del año pasado de la feria Hábitat. (EFE/Ana Escobar)

Hacía tiempo que no pasaba. Feria Valencia levanta la persiana esta semana con sus más de 230.000 metros cuadrados de superficie al 100% de ocupación. El recinto comercial, que acometió en pleno pico de la burbuja inmobiliaria una costosa y cuestionada ampliación que se disparó por encima de los mil millones de euros, fue víctima del pinchazo que sobrevino en aquellos años. EREs, deudas, dimisiones y algún que otro escándalo político pusieron en la picota un modelo al que muchos daban por finiquitado, en paralelo al declive de una industria manufacturera local que acumula décadas en permanente reinvención. La pandemia pareció dar la puntilla.

Desde entonces, al trantrán y con los medios personales y materiales justos, Feria Valencia sigue convocando a industriales de todos los sectores, con sus respectivos clientes y prescriptores, peleando para convencer a los más escépticos de que las ferias presenciales no solamente siguen teniendo presente, sino también futuro como parte consustancial al encuentro de la oferta y la demanda de determinados productos.

Esta semana, los responsables del complejo ferial han sacado pecho con la fusión en el calendario de cinco certámenes (Hábitat, el santo y seña del recinto, Textil Hogar, Espacio Cocina, Eurobrico e Iberflora) que servirán no solamente para activar a carpinteros, fontaneros, albañiles, transportistas y demás fauna implicada en el montaje de expositores, sino también para enseñar la ciudad a los 60.000 visitantes profesionales que la empresa pública que gestiona el recinto y los comités organizadores esperan que aterricen en Valencia.

Es un perfil muy distinto al de los rebaños de turistas pastoreados con banderita. La planta hotelera de la ciudad y su área metropolitana casi tiene colgado el cartel de completo y los locales y restaurantes de moda se preparan para cubrir la demanda en el plan B de todo feriante: qué hacer, qué cenar y cómo divertirse cuando se apagan las luces de los estands hasta la mañana siguiente.

Foto: Mesa redonda 'València, ecosistema industrial, comercial y cultural del diseño'.

El sector del mueble, la iluminación o el textil no cruza el río de sus crisis crónicas. Suma casi 2.000 millones de facturación en la Comunidad Valenciana, aunque con un constante goteo a la baja en sus exportaciones (entre 1,4% y 4,3% en lo que llevamos de año). Pero en su permanente reconversión, además de dejar cadáveres por el camino, ha generado algunos unicornios que son ya referencia nacional e internacional, dando por bueno a Schumpeter y la hipótesis de la destrucción creativa.

Andreu World, Vondom, Actiu, Gandía Blasco, Point… Alguno de ellos ya ha rebasado los tres dígitos en facturación anual. Colocan sus productos en mercados exigentes como el de Francia o Estados Unidos; visten los hoteles de cadenas españolas globales, como los Barceló o los Meliá; amueblan los aeropuertos y las estaciones de todo el mundo; son referencia en las más prestigiosas revistas de interiorismo y decoración. En su background se acumulan premios nacionales de diseño y colaboración con figuras mundiales de la arquitectura y la creatividad.

Feria Valencia quiere ser el espejo en el que pueda mirarse y encontrarse con todo ese tejido. Más de 1.600 empresas, muchas también nacionales e internacionales, han reservado hueco para enseñar sus referencias estos días a posibles compradores. Basculan desde los jefes de compras de las boutiques más exclusivas, como Tom Ito (Gensler), hasta los del gran consumo: El Corte Inglés, Bauhaus, Leroy Merlin…

El recinto valenciano sigue arrastrando en su balance los excesos de los años de vino y rosas y el ajuste de cuentas derivado de su proceso de reestructuración, con cesión de la mochila millonaria de 450 millones de deuda a la Generalitat. Patrimonio neto negativo de 103,8 millones y fondo de maniobra en rojo. La Administración es paquidérmica y el sudoku de transformación societaria que el Botànic dejó encima de la mesa y heredó el nuevo Ejecutivo del popular Carlos Mazón avanza lentamente.

Foto: Un visitante en un expositor de Cevisama. (EFE)

Han acertado los nuevos inquilinos del Palau y la Conselleria de Innovación e Industria de Nuria Montes en no revolucionar el equipo directivo y mantener más o menos la estructura de un staff curtido en mil batallas, verdaderos supervivientes en eso de salir a vender con la tablet en la mano. El que era director comercial, Jorge Fombellida, ha asumido la dirección general, por ahora de forma transitoria, tras el cambio de ciclo personal de Enrique Soto, que dejó la vara de mando para sumarse a la Fundación Lab, el proyecto de fomento de la innovación de la Asociación Valenciana de Empresarios (AVE).

En el equipo de Fombellida están Daniel Marco, director de Hábitat y subdirector general, que conoce el paño de vender superficie y también el lado de la trinchera política: fue director general de Internacionalización en el Consell del popular Alberto Fabra. Le acompañan en las distintas ferias otros directores como Alejandro Roda, (Eurobrico y Gastrónoma), Máximo Solaz (Iberflora) o María José Puigcerver (Forinvest).

La previsión para 2024 es recuperar contablemente saldo patrimonial por encima de los 300 millones, reducir las pérdidas de los 14,9 millones de euros del año pasado a 1,5 millones en el presente ejercicio y elevar considerablemente la cifra de negocio de 11,3 millones a 24,8 millones, objetivo para el que el paquete de eventos que se celebra esta semana debería contribuir de forma importante, según las cuentas de la Societat Valenciana Fira València aprobadas por el Consell. Son cifras lejanas a las de Ifema o Fira Barcelona, pero la valenciana quiere jugar la Champions de las ferias por la cuota del tercer puesto de la liga.

Contra los agoreros del presencialismo, y ahora que tanto se escribe de turismofobia, de calidad en la demanda de los visitantes urbanos, de la necesidad de elevar el ticket medio del ocupante de la habitación de hotel o de la urgencia de salvar a la industria del avance imparable del modelo de servicios de bajo valor añadido, Feria Valencia reaparece en escena para demostrar que todavía vive y que la lucha sigue. El futuro dirá. Pero toca ponerlo en valor.

Hacía tiempo que no pasaba. Feria Valencia levanta la persiana esta semana con sus más de 230.000 metros cuadrados de superficie al 100% de ocupación. El recinto comercial, que acometió en pleno pico de la burbuja inmobiliaria una costosa y cuestionada ampliación que se disparó por encima de los mil millones de euros, fue víctima del pinchazo que sobrevino en aquellos años. EREs, deudas, dimisiones y algún que otro escándalo político pusieron en la picota un modelo al que muchos daban por finiquitado, en paralelo al declive de una industria manufacturera local que acumula décadas en permanente reinvención. La pandemia pareció dar la puntilla.

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