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Nadie es perfecto
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La paradoja Ábalos: boquete a Sánchez en Madrid; autopista orgánica a Morant en Valencia
La inminente puntilla judicial al exministro abunda en la disolución en el PSPV de su familia política, que jugó naipes contra la ministra de Ciencia en el congreso extraordinario
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La política transcurre a la velocidad de la luz. No hace ni año y medio que la ministra de Ciencia, Diana Morant, y el exministro de Transportes, José Luis Ábalos, compartían la foto de la candidatura socialista por Valencia para las generales de 2023. Apenas 16 meses después, Morant es secretaria general del PSPV-PSOE y Ábalos ocupa un escaño en el grupo mixto como aforado a la espera de una inminente petición de imputación al Tribunal Supremo, si se cumple el guion procesal del caso Koldo. Una bomba de racimo ha explotado en torno a las amistades peligrosas del que llegó a ser mano derecha del presidente del Gobierno como todopoderoso secretario de organización en Ferraz. Las esquirlas salpican a un puñado de ministerios y la ola se acerca peligrosamente a la arena de la playa de Moncloa. El recorrido judicial está por ver, pero a Pedro Sánchez se le ha abierto un boquete político, un agujero negro cuyo horizonte no se alcanza a vislumbrar.
La capacidad de influencia de Ábalos en la vida orgánica de su partido y de la federación de la que procede cotizaba en mínimos históricos desde que Sánchez lo despojó de todo galón sin mayores explicaciones en julio de 2021. Mucho se especuló entonces sobre las razones de la decapitación política. Ahora ya se entiende todo. Pero en aquel momento el exministro guardó silencio, jugó la baza de la discreción, el rol de soldado obediente con espalda suficiente para soportar cualquier sacrificio, y regresó a la lista al Congreso por Valencia en 2023, aunque ya no como en 2019, cuando fue cabeza número uno de la candidatura. Morant, elegida por Sánchez para dar el salto de la alcaldía de Gandia al Ministerio de Ciencia, había aparecido en escena y lideró el cartel provincial, relegando a Ábalos al segundo lugar. No se quejó. Cuatro años más garantizados en la Carrera de San Jerónimo.
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Teleco de formación, con todo lo que ello implica de cartesiano, Morant nunca ha sido muy de la clásica cultura de familias en el peculiar ecosistema de la federación socialista valenciana. La suya es una vocación más tardía, generacionalmente diferente. Pero se entrenó políticamente en la escuela lermista-ximista, así que venía predestinada de casa a bregar y tener enfrente al abalismo en el juego de equilibrios internos, aunque fuera en las horas más bajas del amigo de Koldo. Recordemos que Ábalos llegó a impulsar la candidatura del alcalde de Burjassot, Rafa García, contra Ximo Puig en el congreso del PSPV de 2017, siendo este presidente de la Generalitat, sin reparos en el desgaste que esto podía acarrear a uno de los barones del partido del que era fontanero mayor en Ferraz. Todavía sangraba la herida de Susana Díaz. Ojo por ojo.
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La cuestión es que, incluso a sabiendas de que Morant venía con el as bajo la manga del aval de Moncloa y Ferraz para el congreso extraordinario de marzo en Benicàssim, las pocas tropas todavía fieles Ábalos jugaron sus ochos, nueves y cartas que no ligan a tratar de construir una alternativa a la candidata oficialista a la sucesión de Puig a través del alcalde Mislata, Carlos Fernández Bielsa, y el secretario provincial de Alicante, el diputado en el Congreso, Alejandro Soler. Hasta que llegó Santos Cerdán y mandó parar. Los críticos se cuadraron y Morant resultó elegida por unanimidad. La nueva lideresa montó una ejecutiva de integración y aquí paz.
Pero Morant quiere darse un baño de legitimidad, sacudirse el sambenito del dedazo pedrista y renovar el programa político de un PSPV abocado a una oposición de larga estancia al popular Carlos Mazón y necesitado de discurso renovado y con nuevas ideas. Aunque podría hacer uso de la dispensa estatutaria (no hace ni siete meses que fue elegida), su plan es convocar a las bases a un congreso ordinario tras el federal de noviembre, probablemente en febrero, con ventana abierta a primarias. ¿Tendrá oposición interna enfrente? Hay serias dudas de que nadie se atreva. Soler ha encontrado su equilibrio y no parece por la labor; a Bielsa le están moviendo la silla de cara al congreso provincial de Valencia y bastante tiene con vigilar su espalda; y el abalismo es, ahora más que nunca, una sociedad limitada en proceso de liquidación y disolución, con sus cuadros explorando nuevos paraguas y relaciones familiares. Es la paradoja Ábalos. Un agujero para Sánchez en Madrid y una autopista orgánica para Morant ante su próximo congreso en Valencia. Siempre que la sigla del PSOE y su líder cósmico sigan en Moncloa, claro.
La política transcurre a la velocidad de la luz. No hace ni año y medio que la ministra de Ciencia, Diana Morant, y el exministro de Transportes, José Luis Ábalos, compartían la foto de la candidatura socialista por Valencia para las generales de 2023. Apenas 16 meses después, Morant es secretaria general del PSPV-PSOE y Ábalos ocupa un escaño en el grupo mixto como aforado a la espera de una inminente petición de imputación al Tribunal Supremo, si se cumple el guion procesal del caso Koldo. Una bomba de racimo ha explotado en torno a las amistades peligrosas del que llegó a ser mano derecha del presidente del Gobierno como todopoderoso secretario de organización en Ferraz. Las esquirlas salpican a un puñado de ministerios y la ola se acerca peligrosamente a la arena de la playa de Moncloa. El recorrido judicial está por ver, pero a Pedro Sánchez se le ha abierto un boquete político, un agujero negro cuyo horizonte no se alcanza a vislumbrar.