Valencia Monitor
Por
El gran reto de la economía valenciana es mejorar su productividad
La menor productividad de la Comunitat Valenciana responde a varios factores, entre ellos, menor porcentaje de empleo en empresas grandes, de ocupados cualificados y de sectores productores e intensivos en TIC
En los últimos quince años la economía española ha sufrido el impacto de tres crisis: la financiera de 2008, la de la pandemia en 2020 y la de las materias primas, intensificada por el estallido de la guerra Rusia-Ucrania. En ese contexto, el PIB per cápita de finales de 2021 es un 3,6% inferior al de 2007, por lo que disfrutamos en la actualidad de un nivel de bienestar material inferior al de entonces. Esa es una clara factura de las crisis económicas.
En la Comunitat Valenciana, el impacto acumulado de las crisis es mayor, ya que en 2021 el PIB por habitante es un 5,5% inferior al de 2007. De esta forma, si en 2007 la renta de un valenciano era un 10,1% inferior a la media nacional, en 2021 la distancia se amplía al 11,5%, pasando de la posición 10 a la 12 en el ranking de las regiones españolas.
Este hecho nos debe hacer reflexionar sobre los motivos que pueden explicar que, en lugar de converger, nos estemos alejando del nivel de bienestar promedio de España y más aún de las regiones más ricas. Y un candidato inmediato es nuestra menor productividad que nos hace menos competitivos y resilientes. El problema viene de muy atrás, ya que si hace cuatro décadas el PIB por habitante y la productividad por ocupado de la Comunitat Valenciana eran prácticamente similares a la media nacional, en la actualidad son un 11,5% y 3,9% inferiores, respectivamente. En el caso del sector privado, la brecha de productividad en 2021 se amplía al 8%.
Esa menor productividad responde a varios factores en los que la situación de la Comunitat Valenciana no sale bien parada en la comparativa nacional: un menor porcentaje de empleo en empresas grandes (12,3% vs 16,6%), que son las que mayores niveles de productividad alcanzan; un menor peso de ocupados cualificados (33,6% vs 35,4%) y con estudios superiores (43,9% vs 46,2%), que implica disponer de capital humano de menor calidad; una dotación de capital productivo por empleado que es un 12% inferior a la media; un esfuerzo inversor en intangibles (que son los activos característicos de la digitalización) que es un 19% menor; un peso de los sectores productores e intensivos en TIC (que son mucho más productivos) 2,5 puntos inferior; un menor capital humano de los emprendedores, que son los que toman las decisiones en las empresas; un esfuerzo inversor en I+D más reducido, con un peso en el PIB del 1,18% frente al 1,41% de España; unas dotaciones de capital público por habitante que son un 20% inferiores a las de España; etc.
También la especialización productiva juega en contra de la productividad de la economía valenciana, ya que el peso de los sectores que consiguen un mayor valor añadido por trabajador es menor. En concreto, de las 60 ramas del sector privado, en las del primer cuartil más productivas, solo en tres (coquerías y refino de petróleo; industria química; y actividades inmobiliarias) la Comunitat Valenciana está más especializada que la media nacional. Además, el problema de baja productividad no se concentra en unos pocos sectores, sino que es un rasgo generalizado. En concreto, de las 60 ramas, solo en 11 la economía valenciana alcanza una productividad por encima de la media y el resto (menos productivas que la media) generan el 88,5% del VAB (valor añadido bruto). Por tanto, solo el 11,5% del VAB de la Comunitat Valenciana se genera en sectores donde alcanzamos una productividad superior a la media.
Solo el 11,5% del VAB privado de la Comunitat Valenciana se genera en sectores donde alcanzamos una productividad superior a la media
Lo que esta información nos revela es que si queremos cerrar la brecha que nos separa del nivel de bienestar promedio de España, tenemos que crecer más deprisa que esa media y eso exige alcanzar mayores niveles de productividad. Y la vía es doble: orientar la especialización hacia los sectores más productivos, y aumentar la calidad de los factores utilizados, lo que exige un mayor esfuerzo inversor. La llamada economía basada en el conocimiento, que es la que debe aumentar el peso en el PIB y el empleo para generar más valor añadido, se caracteriza por utilizar factores productivos (capital y trabajo) de mayor calidad, como es el caso del capital TIC, los activos intangibles (bases de datos, software, mejoras de gestión, etc.) y el capital humano (incluyendo la inversión en competencias digitales).
La mejora de productividad exige la colaboración de las empresas y de las administraciones públicas. Las primeras son las que realizan el esfuerzo inversor y toman decisiones que dirigen la producción hacia una determinada especialización, más o menos intensiva en conocimiento. Las segundas deben crear las condiciones óptimas para que las empresas tomen sus decisiones, facilitando los negocios y garantizando las infraestructuras y servicios públicos que son inputs necesarios del proceso de producción. Esto último solo es posible si el Gobierno valenciano, una vez ha prestado los servicios públicos fundamentales (como sanidad y educación) dispone de recursos suficientes para implementar políticas de desarrollo, lo que es posible en mucho menor grado que en otras regiones por el grave e injusto problema de infrafinanciación. No nos podemos ni debemos cansar de repetir que estamos a la cola de todas las regiones en financiación recibida por habitante (casi un 6% menos en los últimos años) y que, en gran parte por este motivo, encabezamos el ranking regional en deuda como porcentaje del PIB (46%, 21 puntos más que la media). Cada valenciano debemos 10.500 euros por esta deuda pública (3.900 euros más que la media), de la que casi las tres cuartas partes se explican por la infrafinanciación.
El futuro inmediato está lleno ahora mismo de muchas incertidumbres (elevada inflación, ralentización del crecimiento, encarecimiento del coste de la financiación, etc.), que ponen cuesta arriba recuperar el nivel de bienestar de hace 15 años. Pero sin restar preocupación por el corto plazo, no hay que descuidar el medio y largo plazo para afrontar el gran reto que es converger al nivel de bienestar del que disfrutan otras regiones más prósperas. Tenemos que aprovechar la gran oportunidad que supone disponer de casi 3.400 millones de euros procedentes de los Fondos Europeos Next Generation de recuperación para la transformación digital y la transición energética, pero siempre teniendo en mente que las ganancias de productividad y la reorientación de la producción hacia sectores con más potencial de generar valor (que son los que utilizan con más intensidad recursos productivos de más calidad, como el capital humano, el tecnológico) son la vía del crecimiento económico.
* Joaquín Maudos es director adjunto del Ivie, catedrático de la Universidad de Valencia y colaborador de CUNEF.
En los últimos quince años la economía española ha sufrido el impacto de tres crisis: la financiera de 2008, la de la pandemia en 2020 y la de las materias primas, intensificada por el estallido de la guerra Rusia-Ucrania. En ese contexto, el PIB per cápita de finales de 2021 es un 3,6% inferior al de 2007, por lo que disfrutamos en la actualidad de un nivel de bienestar material inferior al de entonces. Esa es una clara factura de las crisis económicas.