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La economía circular ya no puede ser solo un concepto, sino una realidad operativa
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La economía circular ya no puede ser solo un concepto, sino una realidad operativa

Es mucho lo que se puede avanzar en aras de un desarrollo económico más sostenible que el que ha presidido el siglo pasado y lo que va transcurrido del actual

Foto: Residuos amontonados en una planta de tratamiento. (EFE/David Arquimbau Sintes)
Residuos amontonados en una planta de tratamiento. (EFE/David Arquimbau Sintes)

El Pacto Verde Europeo y, más recientemente, la fortísima elevación del precio de los combustibles fósiles, han puesto de nuevo de actualidad la conveniencia de contemplar bajo una concepción de Economía Circular los procesos económicos, frente a la linealidad unidireccional del tipo extracción-producción-consumo que convencionalmente suele asumirse. La reducción de la extracción de recursos primarios mediante la reparación y reutilización de los productos consumidos, y la sustitución progresiva de fuentes de energía como el carbón, el petróleo y el gas por energías renovables implican que es posible reducir la presión sobre los ecosistemas naturales. Tanto las menores emisiones de gases y partículas a la atmósfera como la menor necesidad de eliminación de residuos que podrían derivarse de ello representan indudables beneficios ambientales.

placeholder Imagen de archivo de una planta térmica de carbón. (EFE/Georgi Livocski)
Imagen de archivo de una planta térmica de carbón. (EFE/Georgi Livocski)

Es bastante obvio que reciclar implica usar energía, que es imposible ignorar que los recursos naturales no renovables son limitados y que sus stocks seguirán reduciéndose, y que la recuperación completa de los residuos disipados al medio ambiente no es realista. Pero es también muy evidente que es mucho lo que se puede avanzar en aras de un desarrollo económico más sostenible que el que ha presidido el siglo pasado y lo que va transcurrido del actual. Entre 1900 y 2005 la extracción global de materiales en el conjunto del planeta —medida en términos de peso— se multiplicó por ocho, con la categoría de materiales de construcción registrando el máximo incremento, al multiplicarse por 31.

Foto: Imagen de archivo de un parque eólico. (EFE/Lavandeira Jr) Opinión

Una perspectiva meramente nacional del problema no es suficiente, ya que el volumen de extracción de recursos naturales que se lleva a cabo en un país individualmente considerado no es plenamente representativo del impacto ambiental global que su uso de materiales genera. Tanto los países europeos como Norteamérica son importadores netos de materias primas, por lo que para calcular adecuadamente la huella ambiental global de sus economías debe tenerse en cuenta la cantidad total de materiales —biomasa, minerales metálicos y no metálicos, combustibles fósiles, y otros elementos— que esos países requieren para satisfacer su demanda final de consumo e inversión, con independencia del lugar físico donde se produzca la extracción, que en muchos casos se sitúa fuera de sus fronteras nacionales.

La visión del sistema económico propia de la Economía Circular pretende evidenciar que el medio natural no es simplemente un proveedor de inputs, sino que es necesario también tener en cuenta su función como receptor de residuos y desechos, y considerar los daños medioambientales que ocurren cuando se desborda la capacidad del medio para absorber los desechos generados por las sociedades humanas. Por tanto, si se logra alargar la vida útil de los productos, y si la parte irrecuperable del flujo de residuos se reduce sustancialmente para no superar la capacidad de asimilación del medio natural, entonces el sistema económico resultante podrá ser descrito, de forma siempre aproximada, como un sistema circular. Se trata en definitiva de lograr que los productos manufacturados retengan la mayor parte de su valor útil durante el período de tiempo más prolongado posible, y que las energías renovables sustituyan a aquellas susceptibles de agotarse.

Foto: Operarios trabajan en la planta que Ford tiene en la localidad valenciana de Almussafes. (EFE/Manuel Bruque) Opinión

Pero, ¿en qué medida se está avanzando o retrocediendo en la búsqueda efectiva de una mayor circularidad en los procesos económicos? Para averiguarlo es útil aplicar el Análisis del Flujo de Materiales (AFM), que calcula en unidades de peso toda una serie de magnitudes que miden la relación entre las actividades económicas y el uso de recursos naturales, permitiendo así conocer el denominado metabolismo socioeconómico de la población a diferentes escalas geográficas. El AFM permite trazar la frontera entre el sistema económico y el sistema natural y poder así estimar los flujos que la cruzan. Se basa en que los inputs materiales que atraviesan los límites del sistema económico deben ser equivalentes a los outputs que salen de él más los cambios en los stocks de materiales de dicho sistema. Estos stocks están constituidos por el ganado, edificios, infraestructuras de todo tipo, bienes de consumo duradero, equipos productivos y elementos de transporte.

A la hora de establecer resultados a partir del AFM el foco suele ponerse en la relación entre el crecimiento de la actividad económica, medido por la evolución del PIB, y el cambio en el Consumo Nacional de Materiales (CNM) que mide el total de materiales que emplea una economía nacional, tanto si proceden de la Extracción Nacional como de las Importaciones, siempre teniendo en cuenta que de la suma de estas dos magnitudes se ha de deducir el peso en toneladas de los materiales exportados.

placeholder Imagen de archivo de una promoción de viviendas. (EFE/Miguel Toña)
Imagen de archivo de una promoción de viviendas. (EFE/Miguel Toña)

Un objetivo genérico de la política ambiental es lograr, en aras de una economía más sostenible, un desacoplamiento entre la evolución del PIB y la del CNM. Este desacoplamiento puede ser absoluto o relativo. El absoluto es difícil de observar en la práctica, ya que implica una reducción en el uso de recursos naturales a la vez que se incrementa el volumen de producción de bienes y servicios. El de tipo relativo es más frecuente, y significa que el CNM crece más lentamente, o decrece con mayor rapidez, que el PIB.

¿Se está logrando ese objetivo? En una perspectiva histórica de muy largo plazo la intensidad en el uso de materiales por unidad de PIB ha venido decreciendo desde 1900, ya que, si la extracción global de materiales se multiplicó por ocho hasta 2005, el PIB lo hizo por veintitrés. Con todo, en 2005 el CNM per cápita mundial doblaba el de 1900. En los últimos cincuenta años la experiencia española y de un buen número de países de la actual Unión Europea es también la de un desacoplamiento relativo, aunque cuando la atención se centra en lo que llevamos transcurrido del siglo XXI los resultados son complejos de analizar ya que el período abarca fases sucesivas de fuerte crecimiento, honda crisis y recuperación. En términos por habitante, los materiales que en total se procesaron en la Unión Europea en 2019 ascendían a 18,1 toneladas, de las que 15,9 procedían de la extracción interna y de las importaciones, y sólo 2,2 toneladas de su recuperación y reciclaje, siendo las emisiones atmosféricas procedentes de la combustión de combustibles fósiles y de biomasa, con 5,5 toneladas, la categoría principal de materiales que vuelven al medio ambiente en forma de residuos. Todo esto indica lo lejos que aún está la perspectiva de una economía circular europea.

Con todo, es bueno destacar que la productividad de los recursos, que mide la relación entre el PIB y el CNM, creció en un 35% en la Unión Europea entre los años 2000 y 2021 (Eurostat). Por su parte, la economía española experimentó coyunturalmente un desacoplamiento absoluto —y por tanto una importante ganancia en la productividad de los recursos— como consecuencia de la fuerte crisis de 2007-13, que redujo drásticamente el consumo de materiales de construcción, pero posteriormente ha mantenido una relación bastante estable entre la evolución del PIB y la del uso de materiales. Sólo en el caso de la biomasa y de los combustibles fósiles el desacoplamiento con el crecimiento del PIB español ha sido relevante. En el segundo caso ha contribuido positivamente el cambio progresivo en el mix energético español a favor de las energías renovables y algunos avances en la eficiencia energética de la producción. Este proceso deberá acelerarse en los próximos años, ya que la Ley del Clima y la Transición Ecológica, aprobada por el Congreso en abril de 2021, prevé que el 74% de la producción española de electricidad se obtenga en 2030 de fuentes renovables de energía, frente al 40% actual.

El esfuerzo que se ha de realizar para lograr reducir sustancialmente el impacto ambiental del crecimiento económico en España y en la Unión Europea aún será arduo, y el AFM contribuirá sin duda a medir los progresos y registrar los obstáculos. Con la información que proporciona, y la disponible a partir de otros indicadores de diverso tipo, ya no hay excusas para transformar el concepto de Economía Circular en una realidad operativa. La Unión Europea dispone por tanto en la actualidad de mecanismos de seguimiento para su Plan de Acción para la Economía Circular (2020), una de sus principales líneas de actuación para alcanzar un crecimiento más sostenible.

* Ernest Reig es investigador del Ivie y profesor emérito de la Universitat de València

El Pacto Verde Europeo y, más recientemente, la fortísima elevación del precio de los combustibles fósiles, han puesto de nuevo de actualidad la conveniencia de contemplar bajo una concepción de Economía Circular los procesos económicos, frente a la linealidad unidireccional del tipo extracción-producción-consumo que convencionalmente suele asumirse. La reducción de la extracción de recursos primarios mediante la reparación y reutilización de los productos consumidos, y la sustitución progresiva de fuentes de energía como el carbón, el petróleo y el gas por energías renovables implican que es posible reducir la presión sobre los ecosistemas naturales. Tanto las menores emisiones de gases y partículas a la atmósfera como la menor necesidad de eliminación de residuos que podrían derivarse de ello representan indudables beneficios ambientales.

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