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El sector agroalimentario valenciano necesita apostar por la innovación
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El sector agroalimentario valenciano necesita apostar por la innovación

La innovación basada en el conocimiento podría ser una herramienta eficaz de progreso para un sector que puede contribuir a un Sistema Alimentario Global Sostenible

Foto: Dos trabajadores de la huerta valenciana recogen alcachofas. (EFE/Kai Försterling)
Dos trabajadores de la huerta valenciana recogen alcachofas. (EFE/Kai Försterling)

La Estrategia de Especialización Inteligente para la Investigación e Innovación en la Comunidad Valenciana (RIS3-CV) señala la importancia del sector agroalimentario valenciano (SAGV) por su gran potencial, en el que tiene mucho que ver la intensidad de su apuesta por la innovación. El SAGV está sometido en la actualidad a tensiones fuertes entre la sostenibilidad global y su competitividad, debido, en gran medida, a la necesidad de alcanzar los objetivos del Pacto Verde de la UE recogidos en la Estrategia De la Granja a la Mesa. Los expertos advierten de que dichos objetivos no se podrán alcanzar sin el concurso de la ciencia y la tecnología.

Las innovaciones son necesarias, tal y como propone el modelo Triptolemos de Sistema Alimentario Global Sostenible, esto es, en cuatro ejes interconectados que determinan la disponibilidad y accesibilidad de los alimentos (uso de agua, insumos, modos de producción agrícola, industria transformadora, contexto del cambio climático o transformación digital o economía circular, entre otros); los factores económicos (mercados, costes, precios, competitividad-productividad); el factor cultural (dietas, costumbres, nutrición y salud y gastronomía) y los aspectos regulatorios y legislativos (ya que cualquier innovación sin la regulación adecuada es inútil). La interdependencia compleja entre estos cuatro ejes exige la utilización del conocimiento científico y tecnológico de forma holista e integrada. De poco sirve mejorar la sostenibilidad de los modos de producción si ello conlleva una pérdida de productividad o un incremento de los costes de producción y de los precios al consumo o desarrollar una tecnología innovadora para la mejora vegetal como, por ejemplo, la de edición genómica CRISPR-Cas9, sin disponer del marco regulatorio adecuado o producir alimentos diferentes de los que reclama la correcta nutrición, la salud o la demanda de las personas.

Foto: Vista de las instalaciones de una empresa de Valencia. (EFE/Biel Aliño) Opinión

En los últimos años, la AVI ha desarrollado herramientas para incentivar la puesta en común de los problemas del SAGV y sus posibles soluciones. Para ello, creó un comité estratégico de innovación con participación de empresarios del sector y expertos de universidades, del CSIC, de los Institutos Tecnológicos de la GVA o de cooperativas de productores, entre otros, que hoy comienza a dar resultados. Merece la pena mencionar algunas actuaciones, como, por ejemplo, los más de cincuenta proyectos innovadores a los que la AVI ha destinado unos 15 millones de euros. Se han desarrollado proyectos estratégicos en cooperación como el AGRO+ desarrollado entre AIMPLAS, la Cooperativa Agrícola San Isidro Benicarló y el IBMCP (UPV-CSIC) que ha permitido en el ámbito de la economía circular valorizar los residuos de bioplásticos utilizados en el campo mediante compostaje industrial de alto valor añadido. Por su parte, en el programa de cadena de valor destacan los resultados obtenidos por la UPV y la empresa Barberá Snacks, S.L. en la obtención de harinas y maíz troceado como sustitutivos de productos alérgenos en la industria alimentaria, de especial relevancia para celíacos, o también el proyecto CONTROLPLAGAS desarrollado por la UJI, la UV, la UPV y el Instituto de Biotecnología de León junto a las empresas DISMUNTEL, S.A.L. y ROCA DEFISAN, S.L., que han desarrollado una herramienta, basada en algoritmos inteligentes, que permite el diagnóstico precoz de contaminaciones por insectos o roedores tanto en planta como en post cosecha. En el programa de valorización y transferencia de resultados destaca la patente licenciada para la reducción de aditivos en queso mediante soluciones de envasado activo, lograda por AIMPLAS y la UV, o el descubrimiento realizado por investigadores del IBMCP (UPV-CSIC) sobre el uso exitoso del butirato de hexenilo, compuesto volátil del tomate, para proteger los cultivos de tomate, patata, maíz y cítricos de manera eficaz y barata frente a estreses bióticos y abióticos, cuya patente se ha transferido a la empresa Químicas Meristem, S.L.

Foto: Los guantes hápticos de la firma valenciana Neurodigital Technologies se utilizan para simulaciones de la Nasa. (EFE/Ana Escobar) Opinión

En definitiva, algo está cambiando en lo que respecta a la capacidad de innovar en el sector agroalimentario valenciano. Es admirable, por ejemplo, que, en tan sólo dos años desde que apareciera la devastadora plaga conocida como cotonet en los cítricos valencianos, investigadores del Centro de Ecología Química de la UPV hayan sido capaces de aislar la hormona sexual del insecto causante, determinar su estructura, diseñar la síntesis química de la misma y transferir el procedimiento a una empresa valenciana que ya utiliza dicho producto para producir confusión sexual en la especie patogénica y hacer frente así a dicha plaga.

Deberíamos esperar mucho más considerando la amplitud y el nivel de los centros de investigación que aportan conocimiento al SAGV; y me refiero específicamente a los radicados en la Comunidad Valenciana por su cercanía a los demás actores del sector. La I+D agroalimentaria es bandera de todas las universidades públicas valencianas, centros públicos de investigación e institutos tecnológicos de la GVA o del CSIC. Entre todos ellos quiero mencionar al Instituto de Agroquímica y Tecnología de Alimentos del CSIC (IATA) que recientemente ha obtenido la acreditación como Centro de Investigación de Excelencia Severo Ochoa, el único existente en este ámbito en España. En el IATA se investiga en ciencia de alimentos, especialmente en los sectores cárnicos y de cereales, así como en biotecnología de alimentos, donde destaca el conocimiento en dieta microbiana y salud, incluyendo probióticos, prebióticos, nutrientes y componentes bioactivos y en tecnologías de conservación y seguridad alimentaria, concretamente en nuevos envases, detección de contaminantes y materiales sustitutivos del plástico. Sorprende que, si consideramos la financiación pública obtenida por el IATA para I+D en el último trienio, esta alcance los 21,2 millones de euros, mientras que las empresas (no todas valencianas) hayan contratado para investigación e innovación con el IATA en dicho periodo solo por valor de 6,6 millones. Es obvio que estamos desperdiciando talento. La baja inversión en I+D+i, tanto pública como privada, ha sido señalada por el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie) como una de las causas de la baja productividad de la economía valenciana.

Foto: El número de oficinas bancarias en España ha caído un 61%. (Hero Images/Corbis) Opinión

El sector agroalimentario valenciano es el tercero más importante en España, solo por detrás de Andalucía y Cataluña, ya que aporta el 9,4% del VAB (valor añadido bruto) y el 10,6% del empleo del sector a nivel nacional. Sin embargo, la Comunidad Valenciana solo concentra el 4,9% de los proyectos innovadores agrarios enmarcados en las Asociaciones Europeas para la innovación en materia de productividad y sostenibilidad agrícolas (AEI-Agri) de todo el país.

El IATA es una de las instituciones que más está haciendo por mejorar estos datos, con proyectos como la creación de Biopolis, S.L.; inicialmente como una spin off dedicada al desarrollo y producción de probióticos en la que actualmente trabajan más de un centenar de personas, una veintena con el grado de doctor. Biopolis, S.L. fue adquirida en su mayoría por la multinacional agroalimentaria Archer Daniels Midland Company (ADM) que actualmente construye en Carcaixent la que será la planta de producción de probióticos más importante de España. Desde el IATA también se creó la empresa Bioinicia, S.L. que ha sido capaz de desarrollar mascarillas FFP2 viricidas para protegernos frente al SARS-Cov-2.

La implantación de este tipo de empresas con capital humano altamente cualificado en el SAGV debe contribuir a la mejora de su productividad. Por ello, la AVI ha creado la figura de Agentes de Innovación que ha destinado al IATA, FEDACOVA, La Unió de LLauradors i Ramaders, el IIAD de la UPV, AVA-ASAJA, AGROTEC UV, AGROALIMENTARIO UJI e IBMCP (UPV-CSIC) y cuyo objetivo es empujar el conocimiento en las empresas del sector. Este ambiente favorece iniciativas de creación de empresas como MadeInPlant, spin off del IBMCP (UPV-CSIC), que cuenta con dos líneas de negocio. La primera utiliza la biología sintética para la producción en plantas de biomoléculas de alto valor añadido para sectores como el cosmético, el farmacéutico o el alimentario. La segunda está enfocada al desarrollo de herramientas para la mejora genética o la identificación de patógenos. Esta empresa ha sido seleccionada como una de las diez start ups que acoge la Incubadora de empresas Agrotec UV impulsada por el Parc Científic de la UV.

Todos estos ejemplos muestran cómo la innovación basada en el conocimiento podría ser una herramienta eficaz de progreso para un sector agroalimentario valenciano productivo y competitivo que puede contribuir a un Sistema Alimentario Global Sostenible.

* José Pío Beltrán es profesor de Investigación del CSIC

La Estrategia de Especialización Inteligente para la Investigación e Innovación en la Comunidad Valenciana (RIS3-CV) señala la importancia del sector agroalimentario valenciano (SAGV) por su gran potencial, en el que tiene mucho que ver la intensidad de su apuesta por la innovación. El SAGV está sometido en la actualidad a tensiones fuertes entre la sostenibilidad global y su competitividad, debido, en gran medida, a la necesidad de alcanzar los objetivos del Pacto Verde de la UE recogidos en la Estrategia De la Granja a la Mesa. Los expertos advierten de que dichos objetivos no se podrán alcanzar sin el concurso de la ciencia y la tecnología.

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