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Mujer, innovación y salud. ¿Un cóctel imposible?
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Mujer, innovación y salud. ¿Un cóctel imposible?

Las mujeres sanitarias presentan, frente a los hombres, una mayor proporción de trabajos a tiempo parcial y por menos horas, por lo que obtienen también un salario profesional inferior

Foto: Una mujer trabajando en un laboratorio. (EFE/Wiliam West/Pool)
Una mujer trabajando en un laboratorio. (EFE/Wiliam West/Pool)

Trabajos de investigación recientes que abarcan distintas ramas del conocimiento médico y distintos países con diferentes grados de desarrollo muestran que, de las carreras STEMM (ciencia, tecnología, ingeniería, matemáticas y medicina), Medicina es la que registra la tasa de discriminación por género más alta de todas.

Las mujeres sanitarias presentan, frente a los hombres, una mayor proporción de trabajos a tiempo parcial y por menos horas, por lo que obtienen también un salario profesional inferior. Estas mujeres refieren no sentirse reconocidas ni apoyadas por sus compañeros o superiores, y tener una menor satisfacción con sus carreras, lo que en parte hace que haya una menor proporción de mujeres que ocupen cargos de supervisión o jefatura, y desde luego, una mayor proporción de abandonos profesionales.

Foto: Un perro-robot con inteligencia artificial. (EFE/Cabalar) Opinión

Pocas mujeres médico reconocen tener una mentora y conocer líderes mujer, y hasta el 40% (vs 1% de los hombres) refieren que sintieron la necesidad de mentorizar y asesorar a otras por el simple hecho de ser mujeres. Una forma de sororidad que se ha mostrado eficaz para impulsar la carrera profesional de las mujeres.

Sin embargo, y a pesar de los cambios legislativos, sobre todo en materia laboral y de conciliación implementados en algunos países para favorecer a las mujeres en la sanidad, aún no ha habido suficientes cambios actitudinales o de comportamiento en los lugares de trabajo, por lo que la situación no ha cambiado sustancialmente en los últimos 30 años.

Foto: (Reuters/Stefano Rellandini) Opinión
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A nivel académico, la escena no es muy diferente. Lo primero que llama la atención es que en España el 69% de los estudiantes biosanitarios de Grado son mujeres y, sin embargo, esta proporción cae conforme se avanza en el nivel de estudios, hasta el punto que las mujeres tan solo representan el 12% entre los puestos de profesorado funcionario en las ramas de ciencias de la salud. Entre los obstáculos que se mencionan encontramos sesgo de género en la evaluación de resultados, falta de colaboración e influencia, desigualdad en las posibilidades de acceso laboral, dificultades para conciliar y un largo etcétera, según revela la revisión realizada por Segovia-Saiz y cols. En el artículo Techo de cristal y desigualdades de género en la carrera profesional de las mujeres académicas e investigadoras en ciencias biomédicas.

Nuestro país tiene una gran masa investigadora en cifras absolutas muy por delante de otros países europeos, en la que las mujeres representan más del 60%, y esta cifra sigue creciendo. Sin embargo, pocas mujeres son las responsables del grupo investigador y, llegada la producción científica, solo el 34% de ellas firma como primer autor. Por otro lado, la proporción de artículos con autor senior varón en las revistas de mayor impacto alcanza el 75% y sus trabajos obtienen además un mayor número de citas bibliográficas. Así, no sorprende que, entre las listas de autores altamente citados en las áreas biosanitarias, las mujeres representen tan sólo un 16%, y, en particular, en Medicina, un escaso 11%. De nuevo, entre los obstáculos que se mencionan en una revisión sistemática a nivel internacional planteada por Hirayama y Fernando, encontramos aquí la tensión entre individuos, la tensión con la dimensión colectiva de la investigación y, sobre todo, problemas con la gestión del tiempo a largo plazo.

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A pesar de que, como decíamos, nuestro país tiene una masa de mujeres investigadoras muy superior a la de la mayoría de los países de nuestro entorno, la representación de mujeres cae también marcadamente en cuanto a la innovación se refiere. Y es que España tiene la mayor distancia de toda Europa entre el número de mujeres que se dedican a la investigación y las que trabajan en innovación. Por eso tampoco sorprende que el porcentaje de mujeres que ha realizado el salto hacia el tejido productivo empresarial, en nuestro país, sea mínima, no superando el 20%.

Si se analiza la evolución de la innovación en los últimos 30 años, encontramos que la brecha de género persiste a lo largo del tiempo en todos los métodos complementarios de protección de la propiedad intelectual, sean estos derechos de diseño, patentes, modelos de utilidad o marcas registradas. Las mujeres, además, son en menor proporción inventoras o diseñadoras únicas y, más probablemente, miembros de equipos.

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Existen grandes oportunidades para que empresas de la Comunidad Valenciana (CV) puedan comercializar soluciones innovadoras aplicadas a los problemas médicos. Y, de hecho, según los indicadores de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT), más del 20% de toda la producción científica generada en nuestra comunidad está relacionada con las ciencias de la salud. Por otro lado, en 2019, el 17,6% de las empresas de la CV realizaron actividades innovadoras, dato que supera la media española (16,4%). Sin embargo, si tenemos en cuenta todos los datos anteriores, en bien pocas de estas soluciones innovadoras estarán implicadas nuestras mujeres, lo que solo puede suponer una gran pérdida de talento y de capacidad productiva, con la consiguiente repercusión económica y social en todos nosotros como ciudadanos.

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La Estrategia de Especialización Inteligente de la CV señala tres parámetros clave de especialización: 1) Aumentar el personal de innovación en la empresa, especialmente en el sector servicios, facilitando la colaboración universidad-empresa e incentivando la contratación de personal de I+D; 2) Estudiar las competencias que demanda el mercado de trabajo de la CV en las áreas de especialización inteligente para orientar la formación, especialmente la STEMM y la formación profesional tecnológica; y 3) Impulsar la formación profesional en las capacidades demandadas por los sectores productivos.

Si tenemos en cuenta que, según una investigación liderada desde la Universidad Politécnica de Valencia, las científicas biomédicas tienden a crear redes y tríadas de intermediación más diversas que los hombres, y que las mujeres tienen más probabilidades de acceder a conocimientos no redundantes y perspectivas de investigación más ricas a través de sus roles de intermediarios en el flujo de conocimiento, entonces ¿por qué no facilitamos su labor?

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En 2019 se puso en marcha en España el Observatorio Mujeres, Ciencia e Innovación, un órgano colegiado interministerial para analizar y medir el impacto de la situación de las mujeres en la investigación, el desarrollo y la innovación, cuyo fruto se ha materializado en la reciente publicación Mujeres e Innovación 2022. Este órgano pretende impulsar la realización de políticas públicas y de actuaciones en dichos ámbitos para acabar con los obstáculos visibles e invisibles para una igualdad de género real y efectiva.

En realidad, se trata de un fenómeno multifactorial por el que las mujeres de las ramas sanitarias se convierten en invisibles a mitad de su carrera, y la solución pasa, en parte, por primar la calidad por encima de la eficiencia, sobre todo si no queremos perder talento. Un talento que, en el área biomédica, empieza por representar hasta el 69% del alumnado de grado. Muchas otras medidas, algunas de gran calado político y social serán necesarias, pero al menos nos alegramos de reformas regulatorias recientes como las que introduce la nueva Ley de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación para acercarnos a la igualdad.

*María Isabel Acién Sánchez es jefa de Sección de Ginecología en el Hospital Universitario San Juan de Alicante y Profesora Titular en la Universidad Miguel Hernández de Elche

Trabajos de investigación recientes que abarcan distintas ramas del conocimiento médico y distintos países con diferentes grados de desarrollo muestran que, de las carreras STEMM (ciencia, tecnología, ingeniería, matemáticas y medicina), Medicina es la que registra la tasa de discriminación por género más alta de todas.

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