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Invertir en TIC no garantiza la mejora de la productividad

Si el crecimiento de la productividad es tan importante para el bienestar presente y futuro, la pregunta inmediata es ¿por qué España puntúa tan bajo en esta variable?

Foto: La productividad no remonta. (Pexels)
La productividad no remonta. (Pexels)

España tiene desde hace décadas serios problemas de productividad. De hecho es, junto con Italia, el país que presenta los peores registros tanto en términos de eficiencia por hora trabajada como de la denominada Productividad Total de los Factores (PTF) que es la medida del progreso técnico. El crecimiento de la productividad es determinante para que las economías progresen. Y esto es así porque los aumentos de productividad se traducen en aumentos de la renta per cápita y posibilitan que aumenten los salarios sin generar tensiones inflacionistas ni aumentos del desempleo; contribuyen a la mejora de la competitividad de las empresas, lo que a su vez les permite ganar presencia en los mercados internacionales.

Además, el crecimiento de la productividad –y los aumentos salariales que lleva consigo– constituyen un factor clave en la capacidad de atraer y retener talento por las empresas, organizaciones, y territorios; y permiten también el aumento del salario mínimo al que suelen optar los trabajadores menos cualificados, promoviendo la reducción de las desigualdades.

Las ganancias de productividad también posibilitan la reducción de la jornada laboral favoreciendo la conciliación y una vida personal más satisfactoria. Por último, y no menos importante, permite sostener el sistema público de pensiones, en particular, y el estado del bienestar, en general. Si el crecimiento de la productividad es tan importante para el bienestar presente y futuro, la pregunta inmediata es ¿por qué España puntúa tan bajo en esta variable? Esta es una pregunta muy relevante porque solo cuando se conoce el origen de los problemas podemos ponerles remedio.

España tiene empresas ocupando las primeras posiciones del ranking de productividad. El problema es que sus buenas prácticas se difunden con dificultad al resto. Además, las empresas menos eficientes pesan más en los sectores de baja productividad. Una economía sana necesita facilitar la entrada, el crecimiento y, si hace falta, la salida de las empresas zombies que detraen recursos a las más dinámicas, las startups, que se enfrentan con mayores dificultades de acceso a la financiación en una economía tan bancarizada como la española.

Foto: La desindustrialización y los problemas de productividad. (EFE/Ismael Herrero))

Uno de los problemas que explican en mayor medida nuestros bajos niveles de productividad es el mal funcionamiento de los mercados de trabajo y del sistema educativo. El primero se caracteriza por el elevado peso del desempleo de larga duración, la también elevada temporalidad, y el muy deficiente funcionamiento de las políticas activas de empleo. Respecto al segundo, seguramente la mayor ineficiencia sea que la formación está en gran medida desvinculada de las necesidades del mercado de trabajo. En particular, por la ausencia de una formación profesional dual –orientada a satisfacer las necesidades de las empresas– así como la baja participación de las profesiones STEM.

Otras razones que explicarían nuestros bajos niveles de productividad, y su bajo crecimiento, son la falta de competencia y el exceso de (deficientes) regulaciones; el elevado peso de las pymes; la ausencia de un mercado único como consecuencia de diferentes regulaciones regionales; la relativamente reducida presencia en los mercados internacionales, aunque mejorada en los últimos años; la muy reducida inversión en I+D, especialmente por el sector privado; o las dificultades en la transferencia de conocimiento entre la universidad y la empresa, entre otras.

Hay al menos dos razones adicionales e interconectadas entre sí. En primer lugar, el relativamente bajo aprovechamiento de las tecnologías de la información (TIC) debido, en gran medida, a la falta de inversiones complementarias necesarias, especialmente en activos intangibles, que permitirían aprovechar todo el potencial que ofrecen. Y, en segundo lugar, la especialización productiva, con un peso muy elevado de sectores tradicionales con baja penetración de las TIC, entre ellos la construcción y el turismo.

La Fundación LAB Mediterráneo y el Ivie han elaborado tres informes en los que se abordan estos problemas desde distintas perspectivas. En todos ellos se compara la situación de la Comunidad Valenciana con los países más desarrollados de Europa y las regiones líderes de España: Comunidad de Madrid, Cataluña y País Vasco. De la abundante evidencia proporcionada destacaríamos los que, en nuestra opinión, explican mejor la posición más desfavorable de la región valenciana. En primer lugar, presenta un menor esfuerzo inversor (inversión/PIB) que el resto, especialmente en los activos más ligados a la economía del conocimiento, como la I+D y las TIC, y un mayor peso de los activos inmobiliarios.

Poco progreso técnico

En segundo lugar, su especialización productiva está sesgada a favor de los sectores más tradicionales que son también los que tienen una menor penetración de la digitalización. Por el contrario, es la que tiene un menor peso del sector productor de TIC que es el que presenta, con mucha diferencia, el mejor comportamiento en términos de productividad. En tercer lugar, la Comunidad Valenciana es la que ha presentado una menor contribución del progreso técnico al crecimiento de la productividad, mientras Madrid destaca por lo contrario. Por otra parte, la posición de la región en la inversión en intangibles es de las más desfavorables. De hecho, mientras en los países con mejor comportamiento la inversión en intangibles supera ampliamente a la tangible, en España y especialmente en la Comunidad Valenciana, ocurre lo contrario.

Algunas de las recomendaciones que se desprenden del trabajo de la Fundación LAB Mediterráneo e IVIE son las siguientes. En primer lugar, invertir en la adquisición de TIC no garantiza su aprovechamiento eficiente si no va acompañado de cambios en la organización de la empresa, en la formación interna de los trabajadores, la inversión en imagen de marca, en diseño, y en I+D. En segundo lugar, debería liderarse desde la dirección la digitalización para conocer mejor las amenazas y las oportunidades y actuar en consecuencia. En tercer lugar, la referencia debería ser siempre el medio y largo plazo, evitando así que la impaciencia impida alcanzar el éxito. Obsérvese que todas ellas están ligadas al capital gerencial, factor crítico para el avance de la productividad y el progreso de la sociedad.

*Matilde Mas es investigadora del Ivie y catedrática emérita de la UV.

España tiene desde hace décadas serios problemas de productividad. De hecho es, junto con Italia, el país que presenta los peores registros tanto en términos de eficiencia por hora trabajada como de la denominada Productividad Total de los Factores (PTF) que es la medida del progreso técnico. El crecimiento de la productividad es determinante para que las economías progresen. Y esto es así porque los aumentos de productividad se traducen en aumentos de la renta per cápita y posibilitan que aumenten los salarios sin generar tensiones inflacionistas ni aumentos del desempleo; contribuyen a la mejora de la competitividad de las empresas, lo que a su vez les permite ganar presencia en los mercados internacionales.

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