Valencia Monitor
Por
¿Nos faltan estudiantes STEM o empresas que los contraten?
En total, los universitarios han absorbido el 79% de todo el empleo joven creado en España desde 2013. Además, de ese empleo captado, el 91% ha sido en puestos de alta cualificación
En los últimos diez años los datos de inserción laboral de los recién titulados universitarios están siendo muy positivos. El empleo para jóvenes entre 22 y 29 años con estudios universitarios ha crecido un 58% entre 2013 y 2023, según los últimos datos publicados por U-Ranking. En total, los universitarios han absorbido el 79% de todo el empleo joven creado en España desde 2013. Además, de ese empleo captado, el 91% ha sido en puestos de alta cualificación, como son directores, gerentes, técnicos o profesionales científicos.
Las universidades han adaptado su oferta de títulos a esa irrupción tecnológica que algunos han venido en denominar revolución industrial 5.0 para ofrecer la formación que precisan esas nuevas ocupaciones. Desde el año 2010 se han creado más de 1.700 títulos nuevos y extinguido más de 600. Casi 200 grados son titulaciones que aparecen por primera vez en el sistema universitario.
Y esta transformación se ha centrado en el mundo de los datos (con grados como ciencia de datos, business intelligence & analytics, ingenierías matemáticas aplicadas al análisis de datos, ingeniería y sistema de datos), en la transformación digital (desarrollo y aplicaciones web y móviles, comunicación digital y marketing, arte digital, creación de videojuegos, entre otros) o en el campo de la ciberseguridad (como ciberseguridad o ingeniería de la seguridad).
Sin embargo, cuando más necesaria es la existencia de egresados de grados técnicos y científicos, la evolución de estudiantes de carreras STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, por sus siglas en inglés) ha caído en más de 190.000 estudiantes desde el año 2000 y solo se ha estabilizado a partir del curso 2017-2018. Mientras a principios de siglo el porcentaje de estudiantes de grado STEM representaba el 33% del total del alumnado universitario, en 2023, su peso había descendido hasta 24%.
En el caso de la Comunidad Valenciana, la pérdida de estudiantes STEM ha sido algo más pronunciada, con un 38% menos de alumnado en estas titulaciones que en el curso 2000-2001. Las universidades valencianas contaban con un 39% de estudiantes de grados STEM a principio de siglo, pero en el curso 2022-2023 ese porcentaje se había recortado hasta el 26%.
Las universidades han atendido el reto de transformar su catálogo de titulaciones para adaptarse a la nueva economía, pero la respuesta de los estudiantes ante esos títulos, más tecnológicos y con mayor proyección laboral y salarios, no es la que cabría esperar. El menor número de estudiantes ha hecho que el potencial de inserción de las carreras de ingeniería y arquitectura haya sido todavía más alto.
Sus tasas de inserción laboral son elevadas, pero también la calidad de dicha inserción (ajuste al puesto de trabajo e ingresos medidos a partir de las bases medias de cotización) es de las mejores del sistema. Las razones de esta evidente incongruencia en términos económicos –menor demanda de los estudios con mejor inserción—son difíciles de establecer, pero no deben descartarse motivos asociados a las características generacionales, con una generación Z que aquilata mucho el esfuerzo que están dispuestos a volcar en una carrera (mayor nota de entrada, mayor tasa de abandono como indicador de su dificultad) en relación con la potencial recompensa de un grado más duro (más empleabilidad, mejores salarios), al menos lo aquilatan mucho más que sus predecesores millennials o generación X.
En este contexto, cabe preguntarse ¿Por qué no tienen más éxito esas titulaciones diseñadas para las nuevas necesidades del mercado laboral? La respuesta, además de la apuntada, no podemos buscarla únicamente en el desinterés de la demanda. Tenemos que mirar también en otras direcciones, porque buena parte del desajuste, lo que llamamos sobrecualificación o subempleo, es decir, el empleo de universitarios en puestos para los que no es necesaria la formación superior, tiene su causa en un tejido productivo poco demandante de capital humano cualificado. Con un país que apenas invierte en I+D+I, el 1,4% del PIB, cuando el promedio de la UE27 es del 2,3%, y con una brecha de productividad sobre la UE15 que ronda el 30%, las ofertas de empleo altamente cualificado todavía no son tan amplias como en otros países del entorno europeo.
Por lo tanto, una parte importante del desajuste viene de la empresa como menor demandante de trabajo cualificado. Aunque existen empresas punteras que sí demandan esos perfiles profesionales más formados y tecnológicos, todavía no se ha producido la transformación definitiva del tejido productivo a la revolución industrial 5.0. Al mismo tiempo, a esta debilidad de la demanda se une la huida de las STEM del alumnado que viene produciéndose desde los años 2000 y que solo se está comenzando a estabilizar ahora.
Mientras se reajusta esa demanda de las STEM por parte de los estudiantes, para dar respuesta a las necesidades concretas de esas empresas que ya están exigiendo trabajadores altamente cualificados, la solución pasa por centrarse en la formación continua y en el puesto de trabajo, a través de formación basada en títulos propios o simplemente en formación a demanda articulada en nuevos formatos como las microcredenciales.
Por otro lado, es importante también la ruptura de arquetipos sociales que hacen que la demanda de las STEM, especialmente las ingenierías, sea muy limitada por parte de las mujeres. Solo el 27% de las personas que se gradúan en estas titulaciones son mujeres, cuando ellas suponen el 60% del total de egresados del sistema universitario español. Para buscar la convergencia entre hombres y mujeres en los estudios científicos y tecnológicos son necesarias intervenciones decididas de orientación en los estudios secundarios y de bachillerato, incluso desde primaria, que muestren a las mujeres el atractivo de las titulaciones STEM y despierten las vocaciones hacia estudios que actualmente están muy masculinizados.
Es destacable el esfuerzo que están haciendo las universidades para adaptar sus titulaciones y ofrecer formación en nuevas disciplinas. Sin embargo, lo que se le debe exigir a la universidad es la formación de sus titulados, no solo lo mejor posible en contenidos, como ya están haciendo con calidad indudable, sino también en ciertos valores: capacidad de adaptación, espíritu crítico, flexibilidad, capacidad de pivotar en los planteamientos iniciales.
Profesionales con alta capacitación técnica y con estos valores serán capaces de adaptarse a los requerimientos de esos nuevos tipos de empleo y a su posterior desempeño laboral, sin tener que redefinir necesariamente el mapa de títulos de una manera radical. Si a esto se une la formación continua y en el puesto de trabajo, y la imbricación empresa-universidad en la nueva formación dual, será una solución mucho más sensata que la redefinición completa de los mapas de títulos cada poco tiempo.
* Joaquín Aldás es investigador del Ivie y catedrático de la UV.
En los últimos diez años los datos de inserción laboral de los recién titulados universitarios están siendo muy positivos. El empleo para jóvenes entre 22 y 29 años con estudios universitarios ha crecido un 58% entre 2013 y 2023, según los últimos datos publicados por U-Ranking. En total, los universitarios han absorbido el 79% de todo el empleo joven creado en España desde 2013. Además, de ese empleo captado, el 91% ha sido en puestos de alta cualificación, como son directores, gerentes, técnicos o profesionales científicos.