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El frío, imperturbable y muy calculador ZP repite con Rajoy las mismas faenas que Aznar le hizo a él
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Jesús Cacho

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El frío, imperturbable y muy calculador ZP repite con Rajoy las mismas faenas que Aznar le hizo a él

Decía ayer Juan Carlos Escudier ('Réquiem por Maragall') en este diario, analizando esa forma tan suya que tiene José Luis Rodríguez Zapatero de asesinar por la

Decía ayer Juan Carlos Escudier ('Réquiem por Maragall') en este diario, analizando esa forma tan suya que tiene José Luis Rodríguez Zapatero de asesinar por la espalda a sus enemigos políticos mientras esboza la mejor de sus sonrisas, que el de León, ¡qué cabeza tan lamentablemente desaprovechada la suya durante 17 años en que el chico permaneció silente en su escaño del Congreso!, es un tipo “frío, imperturbable y extremadamente calculador”, capaz de esperar el tiempo que sea necesario para meter la daga de la venganza bien profunda en el corazón de aquellos que le ofendieron un día.

Y en esto se parece –ya se sabe que los extremos se tocan- como dos gotas de agua a José María Aznar, un tipo de naturaleza vengativa que no dejaba pasar una ofensa, real o fingida, sin apuntarla en su cuaderno azul en espera de poder girar la correspondiente letra con pago aplazado. Que se lo pregunten, si no, a Mario Conde, cuya caída al abismo contó con el v/b del entonces líder del PP en la oposición, de quien el de Banesto se había mofado por activa y pasiva en francachelas varias con el Monarca por testigo, chistes a mogollón a cuenta de la incapacidad de Aznar, de los bigotes de Aznar, de las maneras de Aznar, entre las risas del Monarca y de otros muchos.

Que se lo pregunten, si no, a Rodrigo Rato, otra de las víctimas recientes del personaje. Por cierto, cuentan que en el último viaje del ex presidente a los USA, éste llamó reiteradamente a Rato con la intención de verle, pero el director gerente del FMI no se le puso al teléfono. Así están las cosas en la balsa de aceite, pero aceite hirviendo, que hoy es el Partido Popular.

Pues bien, no necesito recordarles la dureza con que Aznar trató al Zapatero de la oposición, la antipatía, el extremo desdén, el olímpico desprecio con que le obsequió un día sí y otro también, porque está en las hemerotecas y fresco en el recuerdo. No sé bien en razón a qué extraño sortilegio, resulta que ahora el Zapatero prodigioso está recetando la misma medicina que él recibió de Aznar al actual líder de la oposición, Mariano Rajoy. Lo único que cambia son las formas.

En efecto, porque si las de Aznar eran las del tipo aquejado de problemas de estómago, perpetuamente cabreado con el lucero del alba y dispuesto a echar la bronca a todo bicho viviente, las de Zapatero, en las antípodas de Aznar, son las formas de la monjita de perenne sonrisa a flor de labios, las dulces maneras del falsario consumado que está demostrando ser.

“Uno de los más graves problemas con que ha tropezado Rajoy”, comentaba el otro día un alto cargo del PP, “es que Zapatero le ha engañado cuantas veces le ha prometido algo en privado, y eso le ha puesto en serios aprietos ante el propio aparato de Génova, ante el que un día tras otro vendía información que sólo le podía haber pasado ZP y que al día siguiente se demostraba falsa, porque el presidente había hecho justo lo contrario de lo que había prometido”.

Sin duda estamos ante una manifestación más, de las mil posibles, de la pobre calidad de una democracia ayuna de comportamientos de simple convivencia –además de ese respeto a la palabra dada que se aprende de niño o no se aprende-, entre sus líderes. El caso es que, urgido como está a lograr el apoyo del PP en torno al llamado “proceso de paz”, Zapatero ha vuelto a las andadas de sus declaraciones engañosas sobre Rajoy.

Ha dicho textualmente el sábado, último Comité Federal del PSOE, que “trabajaré sin descanso por unir todas las voluntades, por hacerlas compatibles. Trabajaré sin descanso para buscar la comprensión y la ayuda del PP”. Lo ha dicho tan campante, tan serio, con esa cara de niño bueno que le distingue, e inmediatamente se ha puesto a pensar en la próxima putada que le hará a Rajoy.

Porque, sin esperar respuesta, sin que se haya producido esa famosa llamada de ZP a Rajoy que lleva tiempo anunciando Pedrojota, el propio Comité Federal, cuando apenas se había terminado de hablar el jefe, se ha encargado de cantarnos la gallina: “El PSOE no está dispuesto a permitir que nada ni nadie, por intereses partidistas o espurios, frustren las ansias y el deseo de paz que tiene el conjunto de la sociedad española”. ¡Toma del frasco, Rajoy!

De modo que el español que naturalmente quiere la paz, pero no a costa de la rendición ante la banda ETA, se mira perplejo sin entender nada, convencido de que las palabras en la hemipléjica democracia española han dejado de significar lo que solían, para pasar a nombrar situaciones y sensaciones nuevas que sólo entienden los que insidiosamente mueven los hilos tras las bambalinas del poder.

Y de hecho tan poco dispuesto está el PSOE a permitir que nadie le birle los réditos electorales de esa paz –nada que ver, naturalmente, con intereses partidistas-, que ha puesto a trabajar a favor de la causa, es decir, a favor de mantener apaciguados a los etarras, a una parte de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, o eso parece. El hecho de que el juez Marlaska haya decidido apartar de las investigaciones -obviamente por considerarlo sospechoso de empatía con el “proceso”- sobre la trama de extorsión etarra nada menos que al comisario general de Información de la Policía, Telesforo Rubio, es una de las cosas más escandalosas que han ocurrido desde el caso GAL.

Resulta que don Telesforo está para otras cosas, pero no exactamente para hacer cumplir la Ley, que es su principal cometido. Parece bastante claro que esto no es buscar la paz, trabajar por la paz, no lo parece, sino mendigar una paz sobre la base de transgredir la Ley. Algo que pone en almoneda el Estado de Derecho, absolutamente reñido con un Estado de Derecho que se precie. Y a esa paz son millones los españoles que no quieren apostar. Tampoco Mariano Rajoy.

Decía ayer Juan Carlos Escudier ('Réquiem por Maragall') en este diario, analizando esa forma tan suya que tiene José Luis Rodríguez Zapatero de asesinar por la espalda a sus enemigos políticos mientras esboza la mejor de sus sonrisas, que el de León, ¡qué cabeza tan lamentablemente desaprovechada la suya durante 17 años en que el chico permaneció silente en su escaño del Congreso!, es un tipo “frío, imperturbable y extremadamente calculador”, capaz de esperar el tiempo que sea necesario para meter la daga de la venganza bien profunda en el corazón de aquellos que le ofendieron un día.