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Rodríguez Ibarra: la vieja guardia abandona el barco que ZP pilota sin rumbo
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Jesús Cacho

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Rodríguez Ibarra: la vieja guardia abandona el barco que ZP pilota sin rumbo

Juan Carlos Rodríguez Ibarra, presidente de Extremadura casi desde que Prim era cabo, es decir, desde 1982, sorprendió ayer agradablemente al respetable

Juan Carlos Rodríguez Ibarra, presidente de Extremadura casi desde que Prim era cabo, es decir, desde 1982, sorprendió ayer agradablemente al respetable al anunciar que pasa a vida más confortable y renuncia a presentarse a la reelección en las próximas elecciones autonómicas que tendrán lugar el cuarto domingo de mayo de 2007.

Digo agradablemente porque no deja de ser un motivo de celebración que un jerifalte que ocupa la poltrona desde hace 23 años, más o menos, se vaya de una vez a casa para dejar paso a gente nueva, menos contaminada de filias y fobias, menos apegada al poder, grande o pequeño, desde el que se interviene en vidas u haciendas so capa de abnegada entrega y vocación de servicio a la causa del común.

Los partidos políticos se han convertido en España en reductos enquistados en los que pervive una elite, una superestructura aferrada al cargo, ajena en gran medida a las ansias más profundas del ciudadano de a pie. Lejos de ser instrumentos para cambiar la sociedad, hacerla mejor, más libre, más rica, más instruida, los partidos se han convertido para los que mandan en un fin en sí mismo, una forma de ganarse la vida sin tener que salir a la calle al frío del mercado, una especie de empresa, sociedad limitada propiedad de una elite dispuesta a matar para seguir en el machito, cúpulas refractarias a los cambios, impermeables a toda corriente de aire fresco que, de abajo arriba, suponga algún peligro para su estatus de poder.

Carentes de la más elemental democracia interna, las cúpulas de los partidos tienden a encastillarse en torno a intereses bastardos que poco tienen que ver con el bien común. La peor acusación que se puede formular contra ellos es la de haber abdicado de su obligación de regenerar y democratizar el Sistema salido de la famosa transición. Peras al olmo. De donde se infiera que su gran objetivo, su razón de ser, tiene poco que ver con aquella reclamada aspiración a mejorar la sociedad y mucho con la ocupación y ejercicio del poder a palo seco.

Los mismos defectos, pero aumentados por el nepotismo propio de personajes acostumbrados a ejercer el poder con pocas limitaciones durante muchos años en sus respectivas jurisdicciones, son evidentes en aquellas Comunidades Autónomas regidas cual Taifas por personajes como Pujol en su tiempo (Cataluña), Fraga en el suyo (Galicia), Chaves en Andalucía o Rodríguez Ibarra en Extremadura.

El corolario suele ser un muestrario de variopintas corrupciones que impiden u obstaculizan el pleno desarrollo de las sociedades que soportan esa carga de personalismo. Corrupción y propaganda a trote y moche. Cuantiosos recursos para mantener la imagen del líder y proteger el voto cautivo. Como pequeña muestra de la situación extremeña valga decir que la Junta se viene dejando unos 10 millones de las antiguas pesetas al día en publicidad institucional. Sólo en el diario HOY gastó el año pasado 3,8 millones de euros. La televisión autonómica comenzó a funcionar en abril con un presupuesto de 6 millones de euros; pues bien, ya se los ha comido, de forma que ha sido necesario pedir un crédito de otros 4 millones para terminar el ejercicio...

Y así podríamos seguir ad infinitum. De modo que Juan Carlos Rodríguez Ibarra, extrovertido, lenguaraz, ácido a veces, irónico otras tantas, sin pelos en la lengua, querido y odiado a partes casi iguales por los extremeños, viene desde hace 23 años controlando los resortes del poder político, económico y social de su comunidad de forma tan omnímoda que sólo la necesidad de proteger su deteriorada salud le ha llevado a hacerse a un lado para dejar paso a la corriente de aire fresco del cambio. Nada de ese poder, nada de ese control absoluto ha podido evitar, sin embargo, que, después de tantos años de Gobierno socialista, Extremadura siga cerrando todos los rankings de progreso económico y social españoles.

Esto, en mi modesta opinión, es lo relevante: la necesidad de imponer por ley la limitación de mandatos a un máximo de 8 años. Lo demás es accesorio. Algunos dicen que ha sido el dedo del zapatero prodigioso el que ha hecho salir a Ibarra de estampida, y que en el armario de ZP crían malvas ya unos cuantos barones socialistas (Maragall, Bono, ahora Ibarra), barones que se iban a encargar de poner las peras a cuarto al líder máximo y poner coto a sus desvaríos, se acuerdan ¿no? Otros sostienen que han sido los susodichos barones quienes, con su enjundia a cuestas, han abandonado el barco que ZP pilota sin rumbo en mar abierto. Anécdotas. Lo cierto es que, en España, del machito del poder no se apea nadie ni con agua hirviendo. Sólo la amenazadora sombra de la parca impone respeto y conseja miedo. Queda Manolo Chaves y su clientelar sistema andaluz como estrella declinante del pasado.

Juan Carlos Rodríguez Ibarra, presidente de Extremadura casi desde que Prim era cabo, es decir, desde 1982, sorprendió ayer agradablemente al respetable al anunciar que pasa a vida más confortable y renuncia a presentarse a la reelección en las próximas elecciones autonómicas que tendrán lugar el cuarto domingo de mayo de 2007.