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Bien por Aguirre y su rebaja de impuestos: ¿Electoralista y testimonial? Menos da una piedra
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Jesús Cacho

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Bien por Aguirre y su rebaja de impuestos: ¿Electoralista y testimonial? Menos da una piedra

En la primera jornada del debate del estado de la región en la Asamblea madrileña, Esperanza Aguirre, genio y figura, sorprendió a quienes esperaban un discurso

En la primera jornada del debate del estado de la región en la Asamblea madrileña, Esperanza Aguirre, genio y figura, sorprendió a quienes esperaban un discurso más o menos destemplado, bronco incluso, de denuncia contra las políticas zapateriles (cuentan del Vaticano, por cierto, que el papa Benedicto XVI respiró por fin ayer tranquilo cuando el secretario de Estado le hizo saber que Zapatero le acababa de otorgar su “plena comprensión y respaldo”), al anunciar que en la próxima Ley de Acompañamiento de los Presupuestos regionales de 2007, su Gobierno aprobará la bajada de un punto en el tramo autonómico del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF).

La rebaja de impuestos ha sido uno de los pilares en los que Aguirre ha basado su política en los últimos tres años, y ahora, cuando la legislatura emboca sus nueve últimos y decisivos meses, no podía ser de otro modo. Además del recorte de ese 1%, Aguirre anunció también que a partir del 1 de enero se eliminará el impuesto de sucesiones y donaciones en el entorno familiar. ¡Viva doña Espe!

Es evidente que estamos ante una operación de marketing político -las elecciones están a la vuelta de la esquina-, cuyo impacto económico es casi irrelevante. Desde el punto de vista macro, es decir, atendiendo a esa proclamada voluntad de “reactivar la economía madrileña” cabe decir, primero, ese 1% es ineficaz para el alto logro pretendido, pero es que, segundo, la economía madrileña no necesita ahora ese tipo de estímulos.

Si Madrid está recibiendo el 60% de la inversión extranjera en España y está creciendo más que la media y generando más empleo que la media, lo que el patrón clásico reclama de los gestores públicos es prudencia, mucha prudencia, y una imagen de rigor en el gasto. Y la mejor manifestación de ese rigor sería hacer posible que la comunidad de Madrid tenga el mayor superávit posible. Gaste usted menos, doña Esperanza, que eso ya nos vale. De manera que desde el punto de vista macro, la medida, además de irrelevante, es contradictoria con el momento por el que atraviesa la economía madrileña. Ahora mismo no tiene mucho sentido echar más leña a esa caldera, con los riesgos que ello implica para los precios.

Con todo, pelillos a la mar. Estamos abocados a elecciones y no hay más que hablar. Por encima de las anteriores consideraciones, la decisión de Aguirre expande un mensaje que no puede ser más positivo: aquí no sólo no se suben los impuestos, sino que se bajan, lo cual marca un contraste muy obvio con el entorno socialista que nos gobierna y no digamos con el alcalde derrochón que tiene Madrid abierto en canal.

Por eso, la decisión del Gobierno regional tiene el efecto psicológico de retroalimentar la idea, sumamente beneficiosa, de que Madrid es una comunidad donde existe un ambiente favorable a la actividad económica, un ambiente favorable a los negocios, una Administración autonómica liberal donde el trabajo, el talento y el esfuerzo personal no se ven constreñidos por políticas fiscales enloquecidas. Well done, doña Espe.

Muy interesante, también, ese anuncio sobre la libertad de elección de hospital y médico, algo que la señora presidenta no ha dicho cómo lo piensa abordar, porque una decisión de ese tipo implicaría una reforma radical de la Sanidad madrileña, so pena volver a reeditar las famosas colas. Otras cuestiones de su discurso no dejan de tener su aquel viniendo de una autoproclamada liberal. Ahí es nada ver a la presidenta enorgulleciéndose de las viviendas de protección oficial que ha construido, leñe, y ¿por qué no liberaliza usted más suelo y se deja de cataplasmas? Liberalice usted suelo sin miedo, y ya verá cómo hay gente que construye casas caras y baratas, pero no haga usted demagogia con la vivienda de protección oficial.

Estamos, supongo, ante esa inevitable mezcla de ‘populismo conservador’ que curiosamente se ha impuesto en casi todas las latitudes. Y es que, en el fondo, que no en la forma, Esperanza Aguirre y Ruiz-Gallardón se parecen mucho: son dos populistas de armas tomar, necesitados de aplauso de las masas. Dos populistas conservadores. ¡Cosas!

En la primera jornada del debate del estado de la región en la Asamblea madrileña, Esperanza Aguirre, genio y figura, sorprendió a quienes esperaban un discurso más o menos destemplado, bronco incluso, de denuncia contra las políticas zapateriles (cuentan del Vaticano, por cierto, que el papa Benedicto XVI respiró por fin ayer tranquilo cuando el secretario de Estado le hizo saber que Zapatero le acababa de otorgar su “plena comprensión y respaldo”), al anunciar que en la próxima Ley de Acompañamiento de los Presupuestos regionales de 2007, su Gobierno aprobará la bajada de un punto en el tramo autonómico del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF).