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A vueltas con ETA: Zapatero apurará hasta el final el cáliz de la negociación
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Jesús Cacho

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A vueltas con ETA: Zapatero apurará hasta el final el cáliz de la negociación

A falta de otros guisos más ricos en proteína vital, la dieta política de los españoles continúa aferrada al plato único de la negociación con ETA,

A falta de otros guisos más ricos en proteína vital, la dieta política de los españoles continúa aferrada al plato único de la negociación con ETA, entre el creciente hastío de una gran parte de la población española que, de espaldas a la política y los políticos, sigue a lo suyo: el temporal que ha estropeado el puente, la cena de Navidad de la empresa, la pasta que habrá que gastar en regalos para toda la parentela, la subida de la hipoteca y por ahí.

Con los ciudadanos entregados al hedonismo consumista, la clase política sigue empeñada en feroz tira y afloja en torno a una negociación con ETA de la que debe salir, si unos y otros no yerran las cuentas, el ganador de las próximas elecciones generales, que de eso va la cosa. En pleno macropuente, al portavoz del PSE en el Parlamento vasco, José Antonio Pastor, no se le ocurrió nada mejor que contar que el pasado agosto ETA dio calabazas al Gobierno Zapatero cuando éste quiso sentarse con la banda después de que el Congreso le diese carta blanca, con la oposición del PP, para sentarse a negociar.

Lo cual sentó muy mal a José Pepiño Blanco, secretario de Organización del PSOE, quién le ha visto y quién le ve, tan directo, tan contundente, tan dominador de la escena, que en respuesta a Pastor le obsequió una de esas frases para hacer amigos o para abrir un telediario: “Hay mucha gente que no sabe de lo que habla y los que sabemos, no hablamos”, inmediatamente después de lo cual le atizó al PP, que había aprovechado la ocasión para acusar al Gobierno de “mendigar” un acuerdo con ETA, varios sartenazos marca de la casa, especialidad en la que el gallego ha alcanzado un cierto grado de excelencia.

Lo curioso del caso es que Pastor no dijo nada que no se supiera. Óscar López Fonseca, que para disfrute de los lectores de El Confidencial viene dando sopas con honda a los grandes medios de comunicación en lo que a la marcha del ‘proceso’ de refiere, lo había contado hace ya tiempo en estas páginas y en primicia, esparcida después por toda la geografía periodística patria. Hoy mismo vuelve Fonseca a regalarnos otra importante novedad, cual es que en el verano de 2004 la banda se comprometió por carta con Zapatero a no cometer más asesinatos.

De modo que gota a gota, a base de pildorazos logrados casi a hurtadillas, los españoles vamos sabiendo algo de lo que el señor Zapatero ha urdido con los embajadores del separatismo vasco en la trastienda del Poder, todo de espaldas a un pueblo dizque soberano aunque en realidad más pastueño rebaño que nunca. No deja de tener su punto de trágica ironía el hecho de que quien llegó al Poder como abanderado de la democratización del mismo, del cambio de usos y costumbres, del acercamiento de las instituciones al pueblo, esté protagonizando un absolutamente hermético ejercicio de poder en asunto tan trascendental para el futuro colectivo como el final del terrorismo vasco.

Semejante hermetismo explica la falta de comunicación que los informadores que siguen el proceso, y naturalmente nuestro Oscar L. Fonseca, advierten entre el PSE y Moncloa, y las constantes admoniciones que desde la calle Feraz, la finca do mora Pepiño Blanco, se dirigen contra los dirigentes socialistas vascos para que guarden absoluto silencio sobre la marcha de las negociaciones.

Una situación que no puede ser vista por el Partido Popular -con quien el PSOE en la oposición suscribió un Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo- más que como una afrenta. El asunto, con todo, no traspasaría la frontera del normal rifirrafe partidario si no fuera porque detrás del PP y de su posición en este asunto camina la mitad, como poco, de los ciudadanos españoles, y ya dijo Maite Pagazaurtundúa, voz autorizada donde las haya para entender del caso, que “no puede haber proceso sin el apoyo de la mitad de los españoles”.

Una verdad como un templo, convertida hoy en la mayor objeción de quienes, convencidos de la necesidad de acabar con el terrorismo vasco y reconociendo la plena capacidad del presidente del Gobierno de tomar las medidas necesarias para lograrlo, más aún, deseándole éxito a Zapatero en el intento dentro del pleno respeto a las normas del Estado de Derecho, no podemos entender esta negociación a media noche y de espaldas a la inmensa mayoría de los ciudadanos, muy por encima, desde luego, de la elemental prudencia que ejercicio tan complicado requiere.

Todo parece indicar que el ‘proceso’ ha superado su última y grave crisis, y que la situación ha quedado reconducida para un encuentro en la cumbre a celebrar tras la Navidad. Todo pendiente, en suma, de la llamada ‘mesa de partidos’ o, lo que es lo mismo, de la posibilidad de que, contra la vigente Ley de Partidos, las tropas de Batasuna puedan volver a presentarse, con ese u otro nombre, a las municipales del mayo de 2007. Si la respuesta es sí, habrá ‘proceso’; si fuera que no, la banda volverá a apretar el gatillo, a pesar de todos los pesares y en contra de esa idea que administra Rubalcaba, según la cual cuanto más dure la tregua mayores serán las dificultades de ETA para volver a empuñar las pistolas.

De modo que tendremos a Batasuna, o su alias correspondiente, en las municipales del marras. Quienes por activa y pasiva vienen reclamando del presidente del Gobierno que de carpetazo al llamado ‘proceso’, se equivocan de medio a medio. Zapatero ha ido ya demasiado lejos y la cosa no tiene para él vuelta atrás, obligado como está, tras el brutal desgaste a que está siendo sometido, a apurar un cáliz en cuya base se encuentra seguramente su única oportunidad para seguir en política. Perdón, para seguir en el Poder.

A falta de otros guisos más ricos en proteína vital, la dieta política de los españoles continúa aferrada al plato único de la negociación con ETA, entre el creciente hastío de una gran parte de la población española que, de espaldas a la política y los políticos, sigue a lo suyo: el temporal que ha estropeado el puente, la cena de Navidad de la empresa, la pasta que habrá que gastar en regalos para toda la parentela, la subida de la hipoteca y por ahí.