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Por primera vez en mucho tiempo, el Rey se manifiesta sin fisuras en defensa de la Constitución
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Jesús Cacho

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Por primera vez en mucho tiempo, el Rey se manifiesta sin fisuras en defensa de la Constitución

Tenía razón Alberto Aza, jefe de la Casa del Rey, cuando en días previos al 24 de diciembre alertaba a un puñado de amigos escogidos, aconsejándoles

Tenía razón Alberto Aza, jefe de la Casa del Rey, cuando en días previos al 24 de diciembre alertaba a un puñado de amigos escogidos, aconsejándoles ver este año el discurso de Navidad que Su Majestad dirige todos los años por estas fechas a los españoles: “Esta vez no te va a defraudar”.

Y no defraudó, aunque siempre haya gente que espere más, y más resueltamente, y con la necesaria valentía que los tiempos reclaman, de la persona que encarna la primera institución de la nación, pero, comparado con años anteriores, el mensaje por el Monarca el domingo noche es un hito, una piedra en un camino que nunca debió haber abandonado, entre otras cosas porque si el Rey de todos los españoles no defiende la esencia y existencia misma de España, es decir, la unidad de España, que es su principal obligación constitucional, entonces sobra el Rey y sobra la Monarquía.

En lo sustancial, los primeros cinco minutos, los importantes, los trascendentes -porque el resto del parlamento se convirtió en un indigesto guiso en el que entraron los asuntos más variopintos, incluso más pintorescos- del mensaje real se convirtieron en una defensa cerrada de la Constitución de 1978, responsable en buena medida de “esa gran nación que es hoy España” a que aludió el Monarca.

Todo cabe en la Constitución, responsable de las conquistas que el consenso y la paz han proporcionado a los españoles en las últimas décadas, una “Constitución de todos y para todos”, capaz de asegurar la mejor solución de los problemas “siempre en el marco de nuestra Constitución”, el más importante de los cuales es, sigue siendo, sin duda el terrorismo.

Según el Rey, la respuesta a la violencia y la extorsión terrorista solo puede contemplarse desde “la primacía de la Ley y el Estado de Derecho”. La frase, con todo, capital, que bien podría resumir la esencia del discurso real a la luz de las negociaciones en curso entre el Gobierno y la banda terrorista, es aquella en la que abogó por el final del terrorismo “dentro del pleno respeto a nuestra Constitución”.

No hace falta ser adivino para concluir que este elogio a la Constitución en boca del Rey no ha tenido que sentar nada bien en las filas socialistas, y no digamos ya en el propio Gobierno Zapatero. El Ejecutivo se ha metido de bruces en un proceso de negociación con ETA y su entorno político del que muy poco o nada en absoluto sabe el pueblo soberano, verdadera comparsa en una fiesta en la que, según esa misma Constitución, debería gozar de la condición de principal protagonista.

La sospecha de que Zapatero se ha embarcado por su cuenta y riesgo en una travesía de incierto futuro, guiado únicamente por sus intereses electorales y de partido y de espaldas a una mayoría de españoles, se ha convertido a estas alturas en algo más que una elucubración malintencionada. Todo español bien nacido quiere la paz, desde luego, quiere ver cuanto antes luz al final del túnel, quiere asistir mejor hoy que mañana al final del terrorismo. La eterna pregunta sigue siendo la misma: ¿A qué precio? ¿A cambio de qué?

Y es a la hora de responderla cuando el señor Zapatero se muestra para muchos españoles como el menos fiable de los interlocutores. Seguramente ni él mismo, ignorante de tantas cosas, lo sabe. Convendría, en todo caso, que supiera que son millones los españoles que, prestos a ser generosos en la paz, no están dispuestos a que el final de la violencia terrorista reciba el premio de esa ruptura de España cuya unidad consagra nuestra Constitución.

El Rey, llamativa y vergonzosamente silente durante tantos años, ha roto al fin una lanza en defensa de esa Constitución, marcando a Zapatero el único camino posible para alcanzar la paz: el pleno respeto a la Carta Magna. Todo un tirón de orejas a nuestro galante Príncipe de la Paz, y un respaldo claro a las posiciones de Mariano Rajoy en este vital asunto.

Tenía razón Alberto Aza, jefe de la Casa del Rey, cuando en días previos al 24 de diciembre alertaba a un puñado de amigos escogidos, aconsejándoles ver este año el discurso de Navidad que Su Majestad dirige todos los años por estas fechas a los españoles: “Esta vez no te va a defraudar”.