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La ministra Álvarez, 'mi Maleni', alcanza con Air Madrid su perfecto nivel de incompetencia
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Jesús Cacho

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La ministra Álvarez, 'mi Maleni', alcanza con Air Madrid su perfecto nivel de incompetencia

Se veía venir. Empezó muy ufana, luciendo con gallardía tipo y trajes como ministra de cuota del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, otro que tal

Se veía venir. Empezó muy ufana, luciendo con gallardía tipo y trajes como ministra de cuota del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, otro que tal baila. Tan lozana parecía en los primeros tiempos, tan puesta en el puesto, que quienes sabíamos de sus andanzas por tierras andaluzas, donde se desempeñó –a punto estuvo de despeñar a su jefe, Manuel Chaves, por el terraplén de la caja única andaluza- como consejera de Economía y Hacienda, no sabíamos qué pensar, tan cabal parecía, esta no es mi Maleni que me la han cambiao, ¿será posible que de una mala consejera en Sevilla salga una buena ministra en Madrid?

Porque los antecedentes, ya digo, no podían ser peores, al punto de que nos temíamos lo peor, ¡la va a armar!, si a Manuel Chaves se las ha hecho morrocotudas en Andalucía, ¿qué no será capaz de hacerle a un diletante como Zapatero? Tantas le hizo a Manolo, que Manolo, que en Al-Andalus ha establecido una especie de taifa vitalicio, terminó mandándole a paseo, mejor dicho, la mandó a Madrid, exilio dorado, donde nuestro Zapatero prodigioso la arrecogió como ministra de Fomento, uno de los ministerios con mayor capacidad de gasto.

Y al principio, ya digo, pareció que la dama daba el pego. Llevaba, sin embargo, muchos meses, tal vez año y pico, sumida en el silencio más absoluto, hasta el punto de que el pueblo llano se preguntaba por las esquinas ¿dónde está Maleni? ¿Qué ha sido de Maleni? Porque daba la impresión de que se la había tragado la tierra, de que un buen día había salido a por tabaco y no había vuelto al despacho, como el famoso pintor, nada se sabía de ella, excepto, sí, que tenía el Ministerio manga por hombro, y que en el entreacto se había cargado a unos cuantos jefes de prensa, la mayor parte de los cuales procedían del diario El País, de dónde si no.

Y en esto andábamos cuando estalló el gigantesco globo de Air Madrid, un curioso caso de fracaso empresarial motivado por el éxito de la idea, casi un case study para las escuelas de negocio del ancho mundo. Pues bien: el escándalo de la aerolínea de bajo coste, digámoslo de una vez, ha retratado de cuerpo entero a Mi Maleni o, si lo prefieren, Mi Maleni ha alcanzado con este caso su perfecto nivel de incompetencia.

Ayer la doña se defendió como pudo en el Parlamento, haciendo bueno aquello de que la mejor defensa es un buen ataque, batiéndose el cobre como los toritos bravos en el callejón, mala enemiga la señora para pelea de patio de vecinos, ya lo creo. Les ahorro sus explicaciones, porque si no las han leído se las pueden imaginar: ella ha obrado correctamente, ha hecho lo que tenia que hacer, lo ha hecho tan bien que casi lo ha bordado.

El resultado de tanto acierto ha llenado durante días las pantallas de la televisión: miles de pasajeros, gente humilde, por lo general, que había abonado religiosamente su billete, abandonados a su suerte en los aeropuertos. Por suerte para todos, no ha ocurrido ninguna desgracia irreparable a que hubiera podido dar lugar la sobreexplotación de los aviones y su deficiente mantenimiento. La señora ministra prometió ayer “tolerancia cero” con las compañías aéreas que no cumplan la normativa de seguridad. Pero, ¿es que hasta ahora ha habido manga ancha en asunto tan capital? Para morir de risa o de un ataque de vergüenza ajena.

Dicho lo cual, hay que recordar a continuación que ella no es la culpable o, en todo caso, lo es en menor grado que el responsable de su nombramiento, el presidente del Gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero, un piernas capaz de hacer su Gobierno atendiendo no a razones de currículo, prestigio o cualificación profesional, sino a cuestiones de género. El bello José Luis necesitaba meter con calzador en su Gobierno al mismo número de mujeres que de hombres, y en esa tesitura tuvo que echar mano de lo que halló a su paso, entre otras cosas algunos descartes que desde la florida Sevilla le ofreció el sin par Chaves.

Con la prensa, quiero decir, con la prensa no alineada ni con PP ni con PSOE, caso de este diario, la señora ministra de Fomento se ha comportado con el sectarismo, marca de la casa, que caracteriza al socialismo español. En el fondo, esta gente tiene una opinión tan baja de su cargo, o el cargo ha caído tan bajo, que se creen en la obligación de desempeñarse como ministros del PSOE y para el PSOE, en las antípodas de lo que debería ser el comportamiento de un servidor público, nada, ni hablar, dónde va a parar, al enemigo ni agua, a aquellos periodistas y medios de comunicación desafectos a la causa, ni los buenos días. Periodistas de El Confidencial se han cansado en las últimas semanas de llamar a Fomento para demandar información y chequear la que estaba en su poder. Pocas palabras y, en ocasiones, al revés. Naturalmente, la información filtrada por el Ministerio aparecía a la mañana siguiente en las páginas de El País. Sectarismo a palo seco, clamorosa evidencia de la democracia de mínimos en la que vivimos.

Claro que en esto Magdalena Álvarez se parece como dos gotas de agua a tantos otros ministros de este Gobierno, por ejemplo al señor Pedro Solbes, tan sesudo, tan pastueño, tan igualmente sectario con los medios que no le son afines; o al propio presidente del Gobierno; incluso al secretario de Estado de Comunicación, el señor Fernando Moraleda, un tipo procedente de un sindicato agrario que reconoce con orgullo que él no ve Internet, que no lee prensa en la Red. Gente moderna, en suma. En estas manos está el pandero.

Se veía venir. Empezó muy ufana, luciendo con gallardía tipo y trajes como ministra de cuota del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, otro que tal baila. Tan lozana parecía en los primeros tiempos, tan puesta en el puesto, que quienes sabíamos de sus andanzas por tierras andaluzas, donde se desempeñó –a punto estuvo de despeñar a su jefe, Manuel Chaves, por el terraplén de la caja única andaluza- como consejera de Economía y Hacienda, no sabíamos qué pensar, tan cabal parecía, esta no es mi Maleni que me la han cambiao, ¿será posible que de una mala consejera en Sevilla salga una buena ministra en Madrid?