Es noticia
Zapatero y la pasión de los 'Illuminati' por cambiar el mundo aunque no quieran los mundanos
  1. España
  2. Con Lupa
Jesús Cacho

Con Lupa

Por

Zapatero y la pasión de los 'Illuminati' por cambiar el mundo aunque no quieran los mundanos

Sabido es que Illuminati, que en latín significa Los Iluminados, es el nombre por el que comúnmente se conoce a la sociedad secreta fundada en Baviera,

Sabido es que Illuminati, que en latín significa Los Iluminados, es el nombre por el que comúnmente se conoce a la sociedad secreta fundada en Baviera, Alemania, en 1776, por el judío alemán Adam Weishaupt, originalmente conocida como la Orden de los Perfectibilistas de Baviera. La intención de Weishaupt fue la de dotarse de un grupo de elegidos dispuestos a derrocar gobiernos y reinos del mundo, erradicar religiones y creencias, y unificar la humanidad bajo un Nuevo Orden Mundial basado en un sistema muy parecido al comunista (abajo la propiedad privada y todo lo demás), con una moneda única y una religión universal, en el que, según este iluminado, los humanos serían capaces de alcanzar la perfección.

La cosa fue tan seria y prendió con tal fuerza en determinadas elites del momento, que illuminatus fue gente de la talla de Herder o Goethe, en Alemania, y Saint-Just, Desmoulins, Danton y Marat en la Francia revolucionaria de finales del XVIII. Tras fracasar en el intento de controlar la masonería internacional, la secta fue perdiendo fuelle hasta desaparecer de Europa (aunque no de Estados Unidos) en las primeras décadas del siglo XIX.

El concepto de illuminatus, y su acepción más común de iluminado, ha quedado, sin embargo, grabada en el imaginario universal para definir a cierta clase de tipos, fundamentalmente políticos aunque no necesariamente, que se creen tocados por algún tipo de mágica baraka que, negada al común de los mortales, les va a permitir cambiar la vida de sus semejantes, incluso salvarles de sus desdichas terrenales, y otros prodigios con los que no necesariamente tienen que estar de acuerdo los salvados.

Yendo de lo abstracto a lo concreto, decir cinco días después de que ETA hubiera hecho saltar por los aires la Terminal 4 de Barajas, última joya de la arquitectura española, que “mi determinación para alcanzar la paz es, aún hoy si cabe, mucho mayor”, es frase propia de un illuminatus, un tipo fuera de este mundo, un perfecto visionario que se ha fabricado su hoja de ruta política de acuerdo con sus personales ensoñaciones y que se niega a admitir la posibilidad de que una bomba le haga aterrizar de forma abrupta en la cruda realidad.

Propia de iluminado era su rotunda afirmación de que “voy a ganar las elecciones” con que saludaba a propios y extraños en las previas de las generales de marzo del año 2004, cuando ni el más optimista de los socialistas podía admitir tal eventualidad. Sabemos de sobra que, a pesar de los horrores de la segunda legislatura del señor Aznar, Zapatero de convirtió en Presidente por accidente, es decir, por la tragedia del 11-M, tal hábilmente explotada por las huestes de Rubalcaba antes del 14-M, con la ayuda del poderoso cañón Bertha mediático del señor Polanco.

Nuestro Zapatero remendón dijo el sábado, ante uno de esos grupos de periodistas de que gusta rodearse en los grandes actos oficiales, que el llamado proceso de paz “ha llegado a su punto final”, algo que obviamente debería haber dicho hace días en sede parlamentaria y no en el amigable compadreo que propicia el traje de etiqueta. Naturalmente, “lo ha roto ETA, que ha cometido un gravísimo error”. El, en cambio, no se ha equivocado un ápice, que ya se sabe que los iluminados, siempre en posesión de la verdad, nunca se equivocan.

Es obvio que ha cometido errores de principiante, el más importante de los cuales ha sido el de haber comprado, y durante meses, mercancía informativa averiada sobre la real disposición de ETA -repito, de ETA, no de Josu Ternera- para dejar definitivamente las armas –asunto asombroso, por cierto, disponiendo de toda la información suministrada por Policía, Guardia Civil y CNI, y que, a sensu contrario, pone en cuestión el trabajo de los cuerpos citados-, mercancía informativa de segunda o tercera mano, de acuerdo con la cual nuestro hombre ha ido edificando sus castillos en la arena ahora derrumbados con estrépito por cientos de kilos de dinamita.

El secreto de Zapatero es que no había secreto. Lo que había era el necio voluntarismo de un tipo poco avisado, intelectualmente mal pertrechado, dispuesto a alcanzar la gloria personal convenciendo a la serpiente etarra -un verdadero milagro hubiera sido- para dejar la violencia con simples apelaciones al buenismo y al diálogo entre civilizaciones, porque qué duda cabe de que la del caserío etarra es una antiquísima civilización. Con la bomba en Barajas, la serpiente, que no Josu Ternera, le ha dicho al iluminado lo que viene diciendo desde hace décadas: Independencia más Navarra. Y bromas, ni una.

Que nadie se haga ilusiones. O mucho me equivoco o nuestro particular illuminatus va a seguir en sus trece. Lo dijo él mismo el jueves pasado: “para el final de la violencia y la paz, voy a poner lo mejor de mi mismo”, que puede ser mucho para cuidar perfectamente de su familia, pero muy poco para dirigir los destinos de un país como España. Para proseguir en la senda emprendida, Zapatero basó su legitimidad “en toda la fuerza democrática que los ciudadanos me dieron en las urnas”. La fuerza del Gobierno más débil, parlamentariamente hablando, de la democracia española. Los Dioses nos cojan confesados.

Sabido es que Illuminati, que en latín significa Los Iluminados, es el nombre por el que comúnmente se conoce a la sociedad secreta fundada en Baviera, Alemania, en 1776, por el judío alemán Adam Weishaupt, originalmente conocida como la Orden de los Perfectibilistas de Baviera. La intención de Weishaupt fue la de dotarse de un grupo de elegidos dispuestos a derrocar gobiernos y reinos del mundo, erradicar religiones y creencias, y unificar la humanidad bajo un Nuevo Orden Mundial basado en un sistema muy parecido al comunista (abajo la propiedad privada y todo lo demás), con una moneda única y una religión universal, en el que, según este iluminado, los humanos serían capaces de alcanzar la perfección.