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En la muerte de un caballero castellano
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Jesús Cacho

Con Lupa

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En la muerte de un caballero castellano

Me alertó la llamada de un amigo en la mañana del sábado, hallándome de viaje en un precioso pueblo burgalés perdido entre cerros otoñales, Cerezo de

Me alertó la llamada de un amigo en la mañana del sábado, hallándome de viaje en un precioso pueblo burgalés perdido entre cerros otoñales, Cerezo de Río Tirón, no muy lejos del maravilloso monasterio cisterciense de Santa María la Real de Bujedo, a cuya reconstrucción había dedicado gran parte de su vida y hacienda. Acababa de morir en Madrid Rafael Pérez Escolar, jurista y hombre de una pieza, de esos hombres acostumbrados al paso erguido, de acuerdo con la acepción que al término otorgaba Ernst Bloch (“la dignidad de la andadura vertical y del paso erguido del hombre”). Familiares y amigos le dimos ayer tierra en la sacramental de San Isidro de Madrid.

Se ha marchado, como tantos otros que estos días se están marchando, un testigo de excepción de la España del siglo XX, un hombre que vivió la dictadura de Franco y participó de forma activa en el proceso de la Transición. España, o lo que de ella queda, pierde un ejemplo comprensivo de sus muchas virtudes y no pocos defectos, entre los cuales, rara avis, no figuraba el miedo a opinar, a hablar alto y claro cuando la ocasión lo demandaba, defecto que sigue lastrando el miedo a la libertad de tantos españoles de su tiempo.

Huérfano desde muy niño, Rafael se convirtió en ejemplo de ese hombre hecho a sí mismo que reclamaba la España dura e inhóspita que le tocó vivir, donde el talento y la capacidad de esfuerzo personal eran conditio sine qua non para salir adelante. Si tuviéramos que resumir su vida en tres pinceladas, diríamos que Rafael Pérez Escolar fue un jurista como la copa de un pino; un hombre valiente que no se arredró ante nada ni ante nadie, y un espíritu sensible capaz de conmoverse ante cualquier manifestación de arte y cultura, cuando no del simple afecto.

Tras una infancia en el Madrid de la Guerra Civil en que fue testigo de no pocos horrores, comenzó a ganarse la vida trabajando como botones en un banco en el que llegaría a ocupar altas posiciones, viéndose obligado a compaginar su trabajo con los estudios de Derecho, carrera donde destacaría sin discusión, formando parte de la promoción, entre otros grandes juristas, del inolvidable Federico Carlos Sainz de Robles. Ayudante del maestro Garrigues, por quien profesaba gran admiración, opositó a la carrera judicial. En sus Memorias, publicadas en 2005 por la Editorial Foca, se hizo eco de las dificultades que entrañaba administrar Justicia en la dictadura de Franco, dificultades a las que no era ajena su proclamada ideología liberal que nunca abandonaría. Naturalmente formó parte de aquello que se dio en llamar el contubernio de Munich, del que algunos individuos sin escrúpulos sacarían réditos usurarios sin cuento algunos años más tarde.

Fundador de ‘Reforma Democrática’ con Manuel Fraga, Pérez Escolar contaba en una reciente entrevista el espanto que le produjo el nombramiento del gallego como ministro de la Gobernación, “uno de los errores más tremendos de su vida pública. Yo se lo advertí. Evidentemente, Fraga era la figura idónea para hacer el cambio político en España, pero no a las órdenes de Arias Navarro, porque eso era meterse en la boca del lobo. Recuerdo que me llamó para comunicarme el ofrecimiento. Fuimos a cenar a José Luis. Su idea era que había que subirse al tren cuando pasa por la puerta, un argumento que me pareció muy pobre para un hombre de su formación”.

“Como figura emergente, Fraga se quemó en Gobernación. El remate vino cuando el Rey le llamó para ofrecerle la Vicepresidencia única, aquel famoso domingo posterior al nombramiento de Adolfo Suárez. Se negó a ponerse al teléfono. Recuerdo que Emilio Botín padre me llamó: Rafael, tenemos que ver a Fraga y aunque sea ponernos de rodillas para que acepte... Llamé a Carmen, su mujer, y le conté que Botín y yo queríamos hablarle. Nos contestó que se negaba a recibir a nadie y que se había encerrado en su cuarto. Todo por la rabieta que cogió al no haber sido nombrado Presidente en lugar de Suárez. Areílza y su hijo intentaron verle también, porque el Conde de Motrico creía que Suárez iba a caer en cuatro días, pero yo les hice ver que no, que la idea contaba con el apoyo del Rey y del Ejército y, sobre todo, contaba con el apoyo de los Estados Unidos”. Testigo excepcional, pues, de nuestra Historia reciente.

Además de gran jurista (fue vocal de la Comisión General de Codificación, vocalía que no pudieron arrebatarle esos espíritus mezquinos en que tan pródiga suele ser España), fue un abogado que destacó en el foro madrileño por su formación y dureza en la defensa de los intereses que le eran encomendados. Dureza, tenacidad y dedicación. Días antes de su fallecimiento seguía acudiendo a su despacho, en maratonianas sesiones de mañana y tarde. Tipo duro como el pedernal, mal enemigo para el argumento melindroso o desvariado. Si la importancia de un hombre se mide por la de sus enemigos, Rafael Pérez Escolar era ciertamente un hombre importante.

Pero si algo había de realmente admirable en Rafael Pérez Escolar era su valentía. Un hombre de una pieza, que no se arredraba ante nada ni ante nadie, capaz de reñir batalla desigual y sin desmayo ante el hombre más poderoso de España, Emilio Botín hijo, el hombre al que todos los poderes se rinden en atribulada pleitesía en la España corrupta que ha presidido sus últimos días. Su tragedia personal fue la intervención de Banesto y sus consecuencias, tan duras como la propia cárcel. Solo uno de quienes le acompañaron en tan dramática prueba estuvo ayer presente en su entierro.

Frente al Rafael luchador incansable, el espíritu sensible del hombre que se conmovía, sin denotarlo, ante cualquier tipo de manifestación artística y cultural. Solo un ejemplo: el dinero y el esfuerzo dedicados a la reconstrucción, entre la incomprensión de las instancias oficiales, del monasterio cisterciense de Santa María la Real de Bujedo. Premio Europa Nostra con todos los merecimientos. Un cenobio situado al lado del Camino Real de Lerma, senda por la que siglos ha cruzara el Cid Campeador -polvo, sudor y hierro- desterrado por el Rey. Mío Cid y Rafael, un viejo templario, ya cabalgan juntos. Dios les bendiga.

Me alertó la llamada de un amigo en la mañana del sábado, hallándome de viaje en un precioso pueblo burgalés perdido entre cerros otoñales, Cerezo de Río Tirón, no muy lejos del maravilloso monasterio cisterciense de Santa María la Real de Bujedo, a cuya reconstrucción había dedicado gran parte de su vida y hacienda. Acababa de morir en Madrid Rafael Pérez Escolar, jurista y hombre de una pieza, de esos hombres acostumbrados al paso erguido, de acuerdo con la acepción que al término otorgaba Ernst Bloch (“la dignidad de la andadura vertical y del paso erguido del hombre”). Familiares y amigos le dimos ayer tierra en la sacramental de San Isidro de Madrid.