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Juan Costa será el ministro de Economía de un eventual Gobierno de Rajoy
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Jesús Cacho

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Juan Costa será el ministro de Economía de un eventual Gobierno de Rajoy

Me dicen mis espías en la calle Génova que Juan Costa Climet, 42 años, tiene todas las papeletas para convertirse en el ministro de Economía y

Me dicen mis espías en la calle Génova que Juan Costa Climet, 42 años, tiene todas las papeletas para convertirse en el ministro de Economía y Hacienda de un eventual Gobierno presidido por Mariano Rajoy. Sí, de acuerdo, estamos hablando de un futurible, porque para que eso ocurra primero tiene que ocurrir que el Partido Popular sea capaz de ganar las próximas elecciones generales, cosa que la Asociación de Víctimas del Terrorismo –alguna gente de ingenio me ha venido este fin de semana con el cuento de que en la AVT anida el germen de un partido político, no diré yo que de extrema derecha, que tal vez, pero sí de la derecha más conservadora- parece querer ponérselo cada vez más difícil, pero conviene, porque el resultado de marzo va a estar en un puño, que nos vayamos acostumbrado a los modos y maneras de este hombre tranquilo.

Con el PIB en franca desaceleración y la Economía llamada a convertirse en asunto estrella del próximo Gobierno, no es una casualidad que Rodríguez Zapatero haya hecho saber con antelación suficiente que, si vuelve a ganar, Pedro Solbes repetirá al frente de ese Ministerio clave, y tampoco lo es que Mariano Rajoy haya echado mano de Juan Costa, distinguiéndole como el único cambio digno de consideración en el apolillado equipo que arrastra cual cruz desde el 14-M. Serio, taciturno, escaso de glamour y con cierto aire a chico fino del barrio de Salamanca, su llegada a la calle Génova ha levantado ronchas entre los intocables del PP de Aznar, con Ángel Acebes a la cabeza, quien literalmente “le ha puesto la proa”, según me cuentan gentes conocedoras de lo que se cuece en las sentinas de la derecha, “hasta un punto difícil de imaginar”.

Tampoco Eduardo Zaplana le ha recibido con palmas, cierto, pero el ex alcalde de Benidorm, listo donde los haya, ha iniciado un sutil movimiento envolvente tratando de acercarse al recién llegado, sabedor del protagonismo que podría jugar en la formación de un posible Gobierno Rajoy. Porque los listos de Génova se huelen que la apuesta de Costa lleva premio incorporado y apunta mucho más allá que la coordinación del programa electoral. Apuesta y sacrificio, sí, porque no deja de tener su mérito el salto en el vacío protagonizado por el discípulo de Rodrigo Rato.

Me cuentan que ha rechazado la entrada en un par de consejos de administración en los últimos tiempos -consejos bien pagados que le habrían arreglado el cuerpo-, por el deseo de incorporarse a las filas de un Rajoy que solo a base de mucho talento –cosa que no parece abundar en Génova- y de toneladas de buena suerte, podría llegar a derrotar a un Gobierno al final de su primera legislatura.

De modo que si Rajoy volviera a cosechar una nueva derrota, el castellonense habría hecho un pésimo negocio saltando en plena tormenta a la cubierta de un barco plagado de vías de agua. Pero si ocurriera lo contrario, el chico de Rato vería premiada su arriesgada apuesta con el ministerio de Economía. ¿Y que pasa con Arias Cañete? “Resignado”, es la respuesta. Costa se sabe la asignatura. Como ex secretario de Estado de Hacienda, fue responsable de la reforma del IRPF propuesta por el Gobierno Aznar en 1998. Sí, cierto, no es una eminencia, y desde luego sería difícil incluirlo entre los 5 más reputados expertos en la materia con que cuenta la derecha, pero tampoco Rodrigo Rato era precisamente un sabio, sino simplemente un tipo listo que se aprendía muy bien la lección y, sobre todo, era capaz de explicarla con claridad y concisión. Vivimos, ya se sabe, la exaltación del common people en los altares de la alta política, con Zapatero como representación más genuina del fenómeno.

Que Juan Costa es algo más que una lluvia de abril en el PP de Mariano Rajoy lo demuestra el protagonismo cobrado en determinadas manifestaciones públicas que rebasan de largo su área de influencia. Se diría que Costa habla a menudo por boca de Rajoy, diciendo en público cosas que le gustaría abordar al líder popular, pero que no puede decir para no quebrar el frágil equilibrio que hoy le mantiene al frente del partido. En las hemerotecas, algunas frases capaces de provocar úlcera de estómago en algún que otro aznarista: “El pueblo español –ha dicho recientemente- ya juzgó políticamente la participación española en la guerra de Iraq, y por eso el PP perdió las elecciones”. Una voz distinta, alejada del olor a alcanfor que despide la calle Génova. Cosas elementales, puro sentido común, cuyo uso sin miedo a lo largo de estos últimos años tendría hoy colocado a Mariano Rajoy en otro lugar en las encuestas.

La pasada primavera, cuando una representación de la plantilla de El Confidencial fue recibida por Rajoy en su despacho, el líder popular respondió así a la pregunta de en qué momento pensaba introducir los cambios en la nomemklatura del PP que mucha gente de centro le estaba reclamando: “Esos cambios se visualizarán en la formación de mi Gobierno”, aseguró más o menos textualmente. Juan Costa, tan vituperado por algunos altavoces de la derecha, está llamado a representar la plasmación viva de tales cambios. Su suerte, con todo, está íntimamente ligada a la del propio Rajoy. Victoria o muerte. Política, se entiende.

Me dicen mis espías en la calle Génova que Juan Costa Climet, 42 años, tiene todas las papeletas para convertirse en el ministro de Economía y Hacienda de un eventual Gobierno presidido por Mariano Rajoy. Sí, de acuerdo, estamos hablando de un futurible, porque para que eso ocurra primero tiene que ocurrir que el Partido Popular sea capaz de ganar las próximas elecciones generales, cosa que la Asociación de Víctimas del Terrorismo –alguna gente de ingenio me ha venido este fin de semana con el cuento de que en la AVT anida el germen de un partido político, no diré yo que de extrema derecha, que tal vez, pero sí de la derecha más conservadora- parece querer ponérselo cada vez más difícil, pero conviene, porque el resultado de marzo va a estar en un puño, que nos vayamos acostumbrado a los modos y maneras de este hombre tranquilo.

Mariano Rajoy