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Zapatero a Sarkozy: “Merci beaucoup, cher Nicolas”
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Jesús Cacho

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Zapatero a Sarkozy: “Merci beaucoup, cher Nicolas”

Fue H. L. Mencken, quizá el periodista y escritor norteamericano más influyente de la primera mitad del siglo XX, acerbo crítico de la cultura y el

Fue H. L. Mencken, quizá el periodista y escritor norteamericano más influyente de la primera mitad del siglo XX, acerbo crítico de la cultura y el estilo de vida americano, el que definió a Roosevelt como “un nulo pretencioso, con un complejo mesiánico y el cerebro de un boy scout”. José Luis Rodríguez Zapatero, nuestro fabuloso Presidente Alicia, ha propuesto en la cumbre de Lisboa de este fin de semana “un gran pacto entre los dos continentes para sacar a África de la miseria”. Se hablaba de inmigración ilegal, casi nada, pero José Luis, clarividente donde los haya, se vino arriba proponiendo su histórico new deal para el continente negro, momento en que el coronel Gaddafi, con esa pinta de cantaor trianero que Mahoma le ha dado, extendió la mano y produjo una de esas frases para la Historia de la picaresca mundial: “Denme 1.000 millones de euros, y yo me comprometo a acabar con la inmigración ilegal”. Por fortuna, no ha dicho cómo.

Nuestro José Luis de León también se proponía acabar en un santiamén con el terrorismo de ETA, un problema que los españoles arrastran desde hace décadas y que sus predecesores en el cargo no fueron capaces, carentes de su prodigioso talento, de resolver. Ya han visto ustedes dónde ha acabado la cosa. Pero este tipo tiene suerte, qué duda cabe, tiene baraka que diría Muammar, porque el festejo de Lisboa le ha procurado excelentes réditos desde el punto de vista de agit prop, que es de lo que se trata, gracias a los abrazos compartidos con Sarkozy que ayer inundaban las primeras páginas de la prensa nacional. Merci beaucoup de m'avoir rendu si heureux, cher Nicolas.

Todo lo que sucede en España hay que interpretarlo ya en clave electoral. Reiterativa, tediosa, decepcionante clave electoral, como corresponde al nivel de nuestra clase dirigente actual, seguramente la menos cualificada de nuestro corto historial democrático. Tanto Zapatero como Rajoy son esas “típicas figuras democráticas” a las que aludía el filósofo John Dewey al hablar de “la frontera intelectual norteamericana” en New Republic, “porque la democracia, por su propia naturaleza, tiende a premiar la mediocridad”, decía. El caso es que, cuando a la Legislatura le quedan apenas dos semanas de vida parlamentaria, y la campaña, la oficial, está a la vuelta de la Navidad, la cosa va empatada, el resultado entre PP y PSOE parece tan ajustado que cualquier voto cobra una dimensión estratégica, y como a ninguno de los candidatos le salen las cuentas, ambos se han embarcado en un enloquecido viaje a ese Eldorado político llamado centro.

Y ahí Zapatero le saca un cuerpo de ventaja, que el de León está demostrando ser un genio del travestismo político, de modo que el tipo que bajo la más amable de las sonrisas ha resultado ser el político más pernicioso en muchos años para la convivencia entre españoles, se ha trasmutado o travestido ahora en un señor muy centrado, un español de pro dispuesto a perseguir etarras hasta su madriguera francesa, a reenganchar a Solbes después de haberlo humillado de forma retirada, a llamar a filas a Bono tras haberlo dinamitado, y hasta, en un sublime arranque de sensatez centrista, a anunciar el fin del impuesto del patrimonio.

Por desgracia, el daño ya está hecho y la sombra perniciosa de esta Legislatura acompañará muchos años la deriva de los españoles a través del siglo XXI. Me contaba este fin de semana el responsable de una Diputación provincial castellano-leonesa, cómo se ha degradado de una forma imposible de imaginar hace solo cuatro años el clima de convivencia en la zona: “Vas de visita a un pueblo y unos de te dicen que a tal bar no van porque es de un cabrón del PSOE, o a tal otro no entran porque es de un hijo de su madre del PP... Hay unas cuantas asociaciones en otros tantos pueblos, ligadas a la Memoria Histórica, que están desenterrando cadáveres, y eso está provocando unos enconos muy peligrosos, un ambiente de crispación soterrada que hacía mucho tiempo que se había superado, y eso que se trata de una provincia donde prácticamente no se vivió la guerra y donde nunca pasa nada...”

Zapatero se empeñó a partir de marzo de 2004 en que pasaran cosas, pero casi ninguna buena. Ahora ve las orejas al lobo y vuelve sobre sus pasos, con esa prodigiosa capacidad, esa ausencia de complejos que le caracteriza para cambiar de chaqueta, dispuesto a hacer olvidar entre el votante culto, urbano y moderado, la imagen de indigencia intelectual, moral y política que durante cuatro años ha derrochado por doquier.

Por desgracia, a ese votante tampoco le convence la derecha representada por el Partido Popular. Para el ciudadano dispuesto a votar una opción de derecha liberal no conservadora, una derecha moderna, esta ha sido una legislatura lamentablemente perdida por culpa de la ominosa herencia Aznar y la falta de carácter, la abulia y ese indefinible pasotismo galaico que caracteriza a Mariano Rajoy. Cuatro años que podían, deberían, haber sido aprovechados para cambiar la piel del centro derecha español. El resultado es que, por duro que resulte reconocerlo, solo ese desastre andante que es Rodríguez Zapatero mantiene electoralmente con vida al Partido Popular. De modo que, en la recta final, se impone también en el PP el viaje precipitado hacia el centro.

No hay liderazgos fuertes, claros, rotundos. Ojo, liderazgos democráticos queremos decir, capaces de tomar con determinación el timón y enderezar el rumbo de un país que ya nadie sabe bien hacia donde se dirige, proporcionando un fulgor nuevo, capaz de encandilar las conciencias, a una democracia marchita que reclama a voz en grito un movimiento regenerador que le rescate de tanta corrupción -moral, institucional y de la otra, la del vil metal- como ha conocido en las últimas dos legislaturas. Por eso, desgraciadamente son muchos los españoles que ven acercarse las generales como cada año ven llegar la Navidad, como algo inevitable marcado por la rutina del calendario, convencidos de que nada cambiará porque no hay voluntad de que nada cambie. La deriva seguirá siendo la misma.

Fue H. L. Mencken, quizá el periodista y escritor norteamericano más influyente de la primera mitad del siglo XX, acerbo crítico de la cultura y el estilo de vida americano, el que definió a Roosevelt como “un nulo pretencioso, con un complejo mesiánico y el cerebro de un boy scout”. José Luis Rodríguez Zapatero, nuestro fabuloso Presidente Alicia, ha propuesto en la cumbre de Lisboa de este fin de semana “un gran pacto entre los dos continentes para sacar a África de la miseria”. Se hablaba de inmigración ilegal, casi nada, pero José Luis, clarividente donde los haya, se vino arriba proponiendo su histórico new deal para el continente negro, momento en que el coronel Gaddafi, con esa pinta de cantaor trianero que Mahoma le ha dado, extendió la mano y produjo una de esas frases para la Historia de la picaresca mundial: “Denme 1.000 millones de euros, y yo me comprometo a acabar con la inmigración ilegal”. Por fortuna, no ha dicho cómo.