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Conceptualmente pobre y políticamente miope
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Jesús Cacho

Con Lupa

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Conceptualmente pobre y políticamente miope

Flor de un día. El espíritu del discurso navideño pronunciado por Su Majestad el Rey Juan Carlos el año pasado ha resultado ser flor de un

Flor de un día. El espíritu del discurso navideño pronunciado por Su Majestad el Rey Juan Carlos el año pasado ha resultado ser flor de un día. Los lectores de este diario recordarán la confidencia que el 26 de diciembre de 2006 hicimos en esta misma columna, relativa a Alberto Aza. Resulta que, en días previos al 24 de diciembre, el jefe de la Casa del Rey se permitió aconsejar a algunos amigos muy particulares seguir con atención el discurso del Monarca porque “esta vez no te va a defraudar”.

Y ciertamente no defraudó porque, comparado con años anteriores, el mensaje leído por el Rey hace justamente un año se convirtió en algo parecido a un hito, una piedra en un camino que el Monarca nunca debió haber abandonado, entre otras cosas porque, dijimos entonces, “si el Rey de todos los españoles no defiende la esencia y existencia misma de España, es decir, la unidad de España, que es su principal obligación constitucional, entonces sobra el Rey y sobra la Monarquía”.

El dardo real del año pasado debió, por obvias razones, gustar muy poco en La Moncloa. En realidad, debió gustar tan poco que da la impresión de que Presidencia del Gobierno ha entrado esta vez en el texto real como burro en cacharrería, ha metido la mano hasta el corvejón para dar a luz una cosa plúmbea, salida del magín de un contable poco leído, con una sintaxis impropia de alguien capaz de expresarse con elegancia y soltura en español. Un discurso conceptualmente pobre y políticamente miope, tan torpemente redactado que no me extrañaría nada que su autor haya sido el mismísimo Moratinos o alguien de su talla.

Por no acompañar, ni la propia vestimenta del Monarca –chaqueta de un indefinible color oscuro y corbata naranja- era la adecuada para la ocasión. La verdad es que da un poco de pena que, en su momento estelar del año, el Jefe del Estado no sea capaz, en casi 200 líneas largas de discurso, de elevarse sobre los tópicos y los lugares comunes para embarcar a los españoles de buena voluntad en un mensaje ilusionante cargado de futuro, sobre la base de un adecuado análisis del presente, un análisis realista, tan duro como la ocasión lo requiera, pleno de esas verdades del barquero capaces, a veces, de causar dolor pero cuya relación, en figura tan prominente, termina por reconfortar a cualquier cabeza justamente amueblada.

En su lugar, el juego del escondite, el gato y el ratón con unos españoles a quienes se presupone menores de edad o cortos mentales sin remedio, con alusiones mojigatas a un futuro deslumbrante que nadie acierta a entrever. “Me parece de especial importancia reclamar de nuevo a nuestros partidos políticos mayores esfuerzos, para alcanzar el necesario consenso en los grandes temas de Estado”. ¿A qué temas de Espado se refiere, Majestad? ¿Nos está hablando de la reforma de la Constitución del 78? ¿En qué dirección? ¿Qué hacemos con la Nación Española y sus tironeros, cada día más envalentonados? ¿Qué piensa usted de ese Estado Federal o Confederal con el que viene tonteando el señor Zapatero desde hace cuatro años? ¿Es un tema de Estado, por ejemplo, conseguir que en todas las CC.AA se enseñe una cierta, por mínima que sea, idea de España común a todos los niños españoles? Y así hasta el infinito.

Pero no. El Rey pone el huevo del “consenso” y se larga con la música a otra parte, en concreto a la lucha contra el terrorismo, a saber: “La lucha contra el terrorismo reclama, sin duda, unidad” (...) “Necesitamos cuanto antes una cultura de unidad que haga efectivo el compromiso de todos los demócratas para acabar definitivamente con el terrorismo”. La monserga de la unidad de siempre, en una Legislatura donde la inmensa mayoría de los españoles hemos vivido ignorantes, de espaldas a la estrategia urdida por el señor Zapatero con los embajadores del separatismo vasco en la trastienda del Poder, el famoso “proceso”, todo de espaldas a un pueblo dizque soberano aunque en realidad más pastueño rebaño que nunca.

El hombre que llegó al Poder como abanderado de la democratización del mismo, del cambio de usos y costumbres, del acercamiento de las instituciones al pueblo, ha protagonizado a lo largo de la Legislatura un absolutamente hermético ejercicio de poder en asunto tan trascendental para el futuro colectivo como el final del terrorismo vasco. El proceso ha fracaso, obviamente, y ahora es el propio bombero pirómano leonés quien reclama unidad, unidad que a su vez replica el Monarca en su discurso navideño.

Y se acabó lo que se daba. Se acabó el mensaje del Rey. Porque el resto fue un pot-pourri, una olla podrida en la que se mezcló el crecimiento económico –naturalmente en plan reparto de excedentes-, la alta calidad de nuestra educación -¿Ha oído el Rey hablar del informe Pisa?-, los contenidos televisivos e infancia –¿por qué no sienta un día a su mesa, Señor, a un tal Paolo Vasile y le lee la cartilla?-, las drogas, los malos tratos, los accidentes de tráfico y el medio ambiente... Un discurso propio de las rebajas de enero, muy del gusto de la progresía local.

Del resto, de las relaciones de amistad con los países mediterráneos –a Franco le gustaba más hablar del Magreb-, y del cariño que debemos profesar a nuestros hermanos –¿o eran hijos?- iberoamericanos, prefiero correr un tupido velo, porque toda esa parte despedía un inconfundible aroma a mercancía rancia, cuando se han cumplido ya 32 años de la muerte del en su tiempo llamado Generalísimo. Discurso, en suma, pobre, propio de final de Régimen.

Flor de un día. El espíritu del discurso navideño pronunciado por Su Majestad el Rey Juan Carlos el año pasado ha resultado ser flor de un día. Los lectores de este diario recordarán la confidencia que el 26 de diciembre de 2006 hicimos en esta misma columna, relativa a Alberto Aza. Resulta que, en días previos al 24 de diciembre, el jefe de la Casa del Rey se permitió aconsejar a algunos amigos muy particulares seguir con atención el discurso del Monarca porque “esta vez no te va a defraudar”.