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El triunfalismo económico de Zapatero es el gran aliado de Rajoy
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Jesús Cacho

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El triunfalismo económico de Zapatero es el gran aliado de Rajoy

La Secretaría de Economía y Empleo del Partido Popular que dirige Miguel Arias Cañete hizo ayer público un denominado “Balance económico de la legislatura 2004-2008” que,

La Secretaría de Economía y Empleo del Partido Popular que dirige Miguel Arias Cañete hizo ayer público un denominado “Balance económico de la legislatura 2004-2008” que, descontado ese punto de exageración casi de obligado cumplimiento cuando desde la oposición se intenta descabalgar del poder al partido que lo ocupa, es un buen resumen del deterioro experimentado por la economía española en los últimos tiempos y, sobre todo, una contundente denuncia del nihilismo complaciente y absurdo que, en materia de reformas económicas, ha presidido la Legislatura que ahora termina.

Como no podía ser de otro modo, el Balance del PP describe la situación heredada por el Gobierno Zapatero en marzo de 2004 y, tras cargar en exceso las tintas, la compara con la existente a dos meses vista de las generales del 9 de marzo próximo. “En el año 2004 la economía española se encontraba en un claro proceso de aceleración, tras haber superado la crisis internacional del 2001-2002, sin desequilibrios básicos: el déficit exterior era muy reducido, no alcanzaba el 2,5 % del PIB; la inflación se aproximaba al 2,5%; los tipos de interés eran negativos, Euribor de 2,16%, los salarios ganaban poder adquisitivo y por primera vez las cuentas públicas estaban equilibradas gracias a una política de control del gasto público.

“Además, los impuestos tenían una intensa capacidad recaudatoria y las reformas económicas realizadas en las dos legislaturas previas habían aumentado la flexibilidad, el nivel de competencia y la capacidad de generación de empleo de nuestro aparato productivo. Nunca en España un Gobierno había heredado una situación económica como la que recibió Rodríguez Zapatero. Nunca tampoco un Gobierno había disfrutado una legislatura con situación económica mundial tan favorable, la mejor de los últimos 50 años. Cuatro años más tarde, Zapatero y Solbes han dilapidado el capital económico recibido y van a dejar una herencia tan mala como la que dejaron en el año 1996”.

La música del análisis es buena, por más que la letra contenga exageraciones tan alejadas de la realidad, o a mi me lo parece, como decir que el PSOE “va a dejar una herencia tan mala como la que dejó en el año 1996”. Por eso, precisamente, porque la música que exhala el discurso económico del PP es buena, deberían los populares esforzarse para huir de exageraciones que nada bueno pueden reportarles a la hora de convencer a los votantes indecisos para cambiar el sentido de su voto.

La realidad incuestionable es que el invitado con el que nadie contaba en la mesa de las generales de 2008, la Economía, ha hecho abrupto acto de presencia en la recta final de la legislatura para pasmo de un ZP dispuesto, a falta de otros timbres de gloria que llevarse a la boca -léase Estatuto catalán, negociación con ETA, etc.- a presumir de bienestar por las cuatro esquinas del país, de modo que Mariano Rajoy, que simplemente aspiraba a una derrota honrosa, cree contar ahora con serias posibilidades de llegar a Moncloa y mandar a Zapatero a casa al final de su primeros cuatro años de mandato, lo cual constituiría un hito histórico.

Para que la aspiración llegue a convertirse en realidad convendría que tanto los responsables económicos del PP como el propio Rajoy huyeran de la hipérbole a la hora de cargar las tintas sobre la situación. En realidad y a fuer de sinceros, lo ocurrido a fecha de hoy es que la gente del común ha empezado a darse cuenta de algo que los economistas venían advirtiendo desde hace más o menos un año, y es que la fiesta no iba a durar eternamente. Es verdad que el paro ha aumentado, aunque no tenga nada que ver con los terribles registros que tantos españoles siguen conservando en la memoria, pero también lo es que el crecimiento del PIB sigue siendo fuerte -con clara tendencia a la desaceleración, cierto-, y, lo más importante en términos electorales: pocos, por no decir ninguno, de los que piensan votar el 9 de marzo han perdido aún su puesto de trabajo.

¿Qué es lo que ha ocurrido, entonces? Estamos ante una cuestión de expectativas, algo que podría calificarse como un verdadero hundimiento de las expectativas de los agentes económicos, entre los que se encuentra Juan Español, ese consumidor del común que estas fiestas de Navidad ha gastado bastante menos que otros años porque ya no ve claro el futuro de la economía y el suyo propio, es decir, la posibilidad de perder el puesto de trabajo empieza a ser percibida por muchos como un riesgo cierto que aletea en el horizonte, conscientes de que la Economía ha agotado un filón de crecimiento que ha durado casi 12 años y para el que no se prevé sustituto fácil.

Y ¿qué ocurrirá de aquí a marzo? Pues un deterioro mayor de la inflación, con un IPC que aún saltará por encima del listón del 4,3% actual; un paro que seguirá aumentando de forma paulatina, y unas subidas salariales muy fuertes, con las consecuencias macro que son de prever, pero que van a neutralizar en gran medida el profundo cabreo experimentado por tantos españoles a cuenta de la pérdida de poder adquisitivo de los salarios.

¿Cómo influirá este clima de desaceleración -que no de desastre- evidente, que naturalmente va a continuar profundizándose, en el estado de ánimo de los electores? ¿Piensa la mayoría de los españoles que el tándem Zapatero-Solbes es el adecuado para afrontar el cambio de ciclo que ya está aquí? Son respuestas que vendrán marcadas por el tono de los respectivos discursos. Por eso creo que el PP no debería cargar las tintas del catastrofismo. Porque el mejor aliado de Mariano Rajoy es el discurso triunfalista, capaz de ofender la inteligencia de cualquier persona sensata, del que está haciendo gala ese genio político y económico llamado José Luis Rodríguez Zapatero.

La Secretaría de Economía y Empleo del Partido Popular que dirige Miguel Arias Cañete hizo ayer público un denominado “Balance económico de la legislatura 2004-2008” que, descontado ese punto de exageración casi de obligado cumplimiento cuando desde la oposición se intenta descabalgar del poder al partido que lo ocupa, es un buen resumen del deterioro experimentado por la economía española en los últimos tiempos y, sobre todo, una contundente denuncia del nihilismo complaciente y absurdo que, en materia de reformas económicas, ha presidido la Legislatura que ahora termina.

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