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Zapatero y la generación de Bandung
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Jesús Cacho

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Zapatero y la generación de Bandung

Pronto hará 53 años que en Bandung (Indonesia) tuvo lugar la célebre Conferencia Afroasiática que marcó el devenir político de la segunda mitad de un siglo

Pronto hará 53 años que en Bandung (Indonesia) tuvo lugar la célebre Conferencia Afroasiática que marcó el devenir político de la segunda mitad de un siglo XX lastrado por las mayores matanzas de seres humanos que ha conocido la Historia. La Conferencia de Bandung marcó el nacimiento del bloque de los “países no alineados”, esencia destilada de un tiers monde –así fue bautizado por periodistas franceses ‘progres’, que ya por entonces los había- que a rebufo del proceso de descolonización creyó descubrir la posibilidad de “movilizar lo que hemos denominado la violencia moral de las naciones a favor de la paz”, en palabra de uno de sus más notables charlatanes, el presidente indonesio Sukarno.

La idea de esa tercera vía, alternativa a la guerra fría que tras la derrota de la Alemania nazi libraban un primer mundo representado por el capitalismo rapaz de Occidente y el socialismo totalitario de la URSS, se basaba, en palabras Paul Johnson y sus “Tiempos Modernos”, “en la prestidigitación verbal y el supuesto de que mediante la invención de palabras y frases nuevas se podía modificar y mejorar la realidad de unos hechos insufribles” como los que el mundo acababa de vivir. Estrellas de la generación de Bandung fueron el ya citado Sukarno, el indio Nehru y el egipcio Nasser. Todos pertenecían a una nueva generación de políticos, generalmente abogados, sin la menor experiencia en la Administración pública, la empresa privada o la creación de riqueza, nacidos al calor de los imperios coloniales en retirada.

Analfabetos adoctrinados

Todos tenían el don de la palabra. Cuando afrontaba un problema, Sukarno lo resolvía con una frase, frase que después convertía en un acrónimo, que a continuación entonaba a coro una multitud de analfabetos adoctrinados por el partido único. Sukarno gobernaba a través de konsepsi, conceptos que cubrían las paredes de los edificios públicos. Una de sus frases se hizo mundialmente famosa: “El presidente Sukarno ha pedido al ciudadano Sukarno que forme Gobierno”. Gamal Abdul Nasser fue otro maestro de la retórica hueca, en cuyo ideario se mezclaban lemas marxistas, postulados liberales y dogmas islámicos en un revoltijo espumoso y superficial. Aficionado a las palabras, solo era brillante cuando se trataba de idear lemas o proclamas. Negado para la creación de riqueza, todas sus ideas tendían al consumo de riqueza.

Una auténtica celebridad de aquella generación fue Jawaharlal Nehru, un discípulo de Gandhi convertido, según Jonson, “en una figura de Bloomsbury, un Lytton Strachey politizado, transplantado desde el elegante Cambridge a la exótica India” cuya gobernación la retirada británica le puso en bandeja. Era, en palabras de Leonard Wolf, “la última palabra del refinamiento y la cultura aristocráticos consagrados a la salvación de los oprimidos”. Provisto de toda la farmacopea de la izquierda europea y enamorado de la España republicana, aceptó sin rechistar los falsos procesos de Stalin y fue un ardiente defensor del appeasement y el desarme unilateral. Nada sabía, en cambio, del proceso de creación y administración de riqueza que permitiera alimentar y gobernar a 400 millones de personas.

Zapatero y el mejor Sukarno

A estas alturas del Con Lupa, obligado por razones de espacio a obviar los matices, los lectores habrán caído en la cuenta del extraordinario paralelismo existente entre la generación de Bandung y nuestro Presidente Zapatero, y la réplica casi idéntica de sus sistema de valores basado en el uso y abuso de la retórica hueca. Ayer mismo en Vista Alegre nos obsequió con otro de sus eslóganes: “hay que movilizarse para llevar la amplía mayoría el 9M que derrote el cinismo del pesimismo que quieren sembrar en España”. Una frase digna del mejor Sukarno. Nada con gaseosa. El cinismo del pesimismo frente al optimismo del mentiroso compulsivo. Hasta Solbes, en un gesto de dignidad intelectual que le honra, ha terminado por entonar el mea culpa: “no preví una evolución tan negativa de la situación económica”, ha dicho la semana pasada en La Coruña.

ZP, que como la generación de Bandung no sabe nada que tenga que ver con la creación de riqueza, sigue, sin embargo, negando la mayor. No hay crisis ni atisbo de ella, seguimos instalados en el mejor de los mundos, y aquellos que dicen lo contrario son alarmistas y antipatriotas, cuando no miembros de esa “turba mentirosa, humillante e imbécil”, en palabras del director de cine José Luis Cuerda. Convertido en un patético remedo de aquel radicalismo tercermundista -ya sabemos que el patriotismo es el último refugio de los granujas- que enseñoreó el mundo en la segunda mitad del XX, Zapatero se ha convertido en un problema para millones de españoles que detestan las aventuras de una izquierda cada día más extrema y sin parangón en Europa, millones de españoles que aprecian en lo que vale el sentido común y la capacidad de gobernar sin sobresaltos, cualidades ambas que aseguran la continuidad del modo de vida, en paz, libertad y prosperidad, al que se han acostumbrado en las últimas décadas.

Si las masas de analfabetos que la descolonización británica y holandesa dejó tras sí en la India, Egipto e Indonesia no merecieron el respeto de Nerhu, Nasser y Sukarno, los 45 millones de españoles que hoy conforman una sociedad desarrollada como la nuestra no se merecen, esta vez de verdad, un Gobierno que mienta. Es hora de pasar factura a tanta farsa. Estamos a tiempo de rectificar el rumbo y trabajar por una España en la que todas las ideologías puedan vivir y de la que todos podamos sentirnos razonablemente orgullosos.

Pronto hará 53 años que en Bandung (Indonesia) tuvo lugar la célebre Conferencia Afroasiática que marcó el devenir político de la segunda mitad de un siglo XX lastrado por las mayores matanzas de seres humanos que ha conocido la Historia. La Conferencia de Bandung marcó el nacimiento del bloque de los “países no alineados”, esencia destilada de un tiers monde –así fue bautizado por periodistas franceses ‘progres’, que ya por entonces los había- que a rebufo del proceso de descolonización creyó descubrir la posibilidad de “movilizar lo que hemos denominado la violencia moral de las naciones a favor de la paz”, en palabra de uno de sus más notables charlatanes, el presidente indonesio Sukarno.