Es noticia
El embarazo de una ministra y el cinismo de algunos periodistas
  1. España
  2. Con Lupa
Jesús Cacho

Con Lupa

Por

El embarazo de una ministra y el cinismo de algunos periodistas

La doble vara de medir con la que a menudo los medios de comunicación tratan los asuntos propios y ajenos, según les convenga, ha derivado en

La doble vara de medir con la que a menudo los medios de comunicación tratan los asuntos propios y ajenos, según les convenga, ha derivado en una curiosa circunstancia. Resulta que algunos medios -no hace falta decir que se trata de prensa escrita- se han apresurado a censurar la actitud de los periódicos publicados en Internet que el pasado miércoles se hicieron eco -como es su obligación- de una información divulgada por un diario marroquí en la que se identificaba a José María Aznar como el padre del hijo que espera la ministra francesa de Justicia. Noticia, como se sabe, posteriormente negada por el ex presidente en un comunicado reclamado con urgencia, casi exigido, por el director de un diario madrileño.

 

El tema sirvió ayer para que las tertulias de radio y televisión llenaran buena parte de sus espacios, no sin que antes presentadores y tertulianos simularan sentirse muy escandalizados. La crítica, en cualquier caso, no hubiera pasado a mayores si no fuera porque tras ella no se esconde un loable interés sobre la veracidad de lo publicado por los medios on line, sino más bien una simple defensa de la cuenta de resultados de las empresas editoras de los diarios impresos, sometidos al estrés de una crisis de ingresos y lectores de la que difícilmente van a lograr recuperarse. Ahí le duele. Destaca, en este sentido, el comportamiento del diario El Mundo, que ayer tituló uno de sus editoriales Rumores.com.

Según ese comentario editorial, Internet ha cambiando las reglas del juego y sirve de cauce idóneo para la publicación de rumores y noticias en las que no se cita fuente alguna. Tiene razón el diario madrileño. Fue el elmundo.es -en concreto, su corresponsal en París- el que anteayer se hizo eco (antes que nadie) de los rumores que circulaban en la capital francesa sobre la paternidad del hijo de Rachida Dati. El periódico hablaba de un “ex presidente español” y citaba a un diario marroquí como fuente de la información, pero, en contra de lo que establece el más elemental de los manuales periodísticos, ocultaba los detalles a sus lectores, olvidando que, en ese campo sin barreras que es Internet, cualquier ciudadano podía y puede obtener información detallada del asunto con sólo teclear en google las palabras Dati y Aznar.

Por eso, precisamente, El Confidencial se hizo eco de la noticia. Porque en plena aldea global es simplemente absurdo poner bozales a la libertad de expresión. Libertad que siempre defenderemos en la medida en que no conculque derechos fundamentales como son el derecho al honor, a la intimidad y a la propia imagen. Asunto este que, como es lógico, corresponde decidir a los tribunales, y que nada tiene que ver con la censura previa, algo de lo que precisamente se quejaba El Mundo hace apenas 48 horas, con motivo de la defensa corporativa de Garzón realizada por los jueces de la Audiencia Nacional a cuenta del auto del juez y los represaliados del franquismo.

Lo más curioso del asunto, con todo, es que el diario que se ha mostrado más encolerizado con la publicación de la supuesta paternidad de Aznar ha sido, precisamente, el que ha dedicado mayor espacio, en la mejor tradición de la casa, a explicar el suceso: nada menos que portada, dos páginas y un editorial en su edición de ayer, lo que da idea del acreditado cinismo y la doble vara de medir del diario en cuestión y de su director. Si la noticia es falsa, ¿por qué darle tanto bombo? Porque el asunto tiene gancho periodístico y hay que vender ejemplares, que de eso se trata, particularmente en momentos tan delicados para la prensa escrita como los actuales.

Aquí está el fondo de la cuestión. Da la sensación de que, en las almenadas torres donde dormita la vieja dama gris, alguien ha decidido abrir la veda contra los competidores en Internet, lo cual no tiene nada que ver con la defensa del rigor informativo, sino más bien con la cuenta de resultados. En los quioscos donde se vende la prensa escrita conviven productos que buscan la excelencia con otros que se acercan a la simple basura, de modo que se ha convertido en consuetudinaria la escena del ciudadano que, sabiendo dónde la aprieta el zapato, se acerca al expositor con su euro en la mano y compra lo que quiere.

Lo mismo ocurre en la Red, donde el internauta, en general más familiarizado con las nuevas tecnologías que el lector de prensa, es perfectamente capaz de discriminar entre la casi infinita oferta que posibilita Internet. Ocurre, sin embargo, que cada día son menos los españoles que van al quiosco y más los que se informan por internet. La lucha entre un medio de comunicación del siglo XIX y otro de pleno siglo XXI se antoja desigual en el medio y largo plazo, y es difícil que alguien, por muchos y sonados que hayan sido sus éxitos –algunos inverosímiles, como haber logrado convertir en un problema nacional de libertad de expresión su particular querella con su piscina mallorquina-, vaya a conseguir cambiar el curso de los tiempos.

Por lo demás, comprenderán ustedes que intentar competir en rumorología y amarillismo con el Usain Bolt de la especialidad en España, sería un ejercicio de temeridad impropio de quien conoce el paño que guarda ese arca. Y es que hace falta tener el rostro de cemento armado para acusar a los medios de Internet -¿cómo se sentirán los buenos profesionales que hacen elmundo.es?- de “conductas deontológicamente insostenibles” quien, hace apenas unos días y con motivo del terrible accidente aéreo ocurrido en Barajas, culpaba de la catástrofe, en primera y con gruesos titulares, a “la crisis de Spanair”. Por no hablar de lo que, hace apenas 48 horas, le ha ocurrido a Jaume Matas, sedicente amigo del personaje, con una entrevista (“No soy cocainómano”) lograda tras arduas presiones del plumilla.

Permítanme terminar señalando, tras este pequeño desahogo, que no vamos a entrar en polémicas de ningún tipo con otros medios hablados o escritos. No estamos aquí para eso. Como he dicho siempre: nosotros, a lo nuestro. Los cuarenta periodistas que ya integran la plantilla de El Confidencial, a batirse el cobre todos los días, dispuestos a hacer periodismo sin más compromiso que el respeto a la verdad. Periodismo al viejo estilo. Libertad sin ataduras ni corsés.

La doble vara de medir con la que a menudo los medios de comunicación tratan los asuntos propios y ajenos, según les convenga, ha derivado en una curiosa circunstancia. Resulta que algunos medios -no hace falta decir que se trata de prensa escrita- se han apresurado a censurar la actitud de los periódicos publicados en Internet que el pasado miércoles se hicieron eco -como es su obligación- de una información divulgada por un diario marroquí en la que se identificaba a José María Aznar como el padre del hijo que espera la ministra francesa de Justicia. Noticia, como se sabe, posteriormente negada por el ex presidente en un comunicado reclamado con urgencia, casi exigido, por el director de un diario madrileño.

Pedro J. Ramírez