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Hacia el cambio de Gobierno
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Jesús Cacho

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Hacia el cambio de Gobierno

El viernes por la tarde, mientras mucha gente preparaba el petate para salir de viaje, la capital era un enjambre de rumores en torno a la

El viernes por la tarde, mientras mucha gente preparaba el petate para salir de viaje, la capital era un enjambre de rumores en torno a la inminencia del cambio de Gobierno. En el entorno de Moncloa se da por descontado que será el martes 7, de modo que el Consejo de Ministros extraordinario del miércoles servirá para que los nuevos titulares, después de jurar su cargo ante el Rey, que en buena lógica deberá hallarse en Madrid, tomen contacto con el sillón antes de partir también para unas cortas vacaciones. Esto no aguanta más. Los terroríficos datos que el Banco de España (BdE) dio a conocer ese mismo viernes dibujan una situación pavorosa en lo que a crecimiento y empleo se refiere. Habrá crisis, y de las gordas, hasta finales de 2010 siendo optimistas. Sangre, sudor y lágrimas para millones de españoles. Para 4,05 millones ahora mismo, si contamos bien los datos del paro y no nos dejamos engañar por el galimatías de las cifras oficiales.

Si se cumple el pronóstico, a Rodríguez Zapatero le habrá  durado este equipo justo un año menos cuatro días. Achicharrado. La situación recuerda mucho la del último Gobierno González, junio de 1993, aquellas elecciones que ya debió ganar Aznar pero que acabó perdiendo por el miedo de la sociedad española al cambio. Ocurrió que menos de un año después, el país se desangraba en la orgía de escándalos del felipismo. Las elecciones no habían servido para nada, porque los españoles se habían equivocado. Los países se equivocan colectivamente más de lo que resulta tolerable reconocer. Es difícil evaluar el coste de esos errores colectivos, porque el sufrimiento es personal y la experiencia, intransferible. Sólo en el trazo largo es posible advertir cómo países que podían haber hecho más felices a sus gentes con un uso más racional de sus opciones políticas, tiraron su futuro por la borda por culpa de la elección de dirigentes mediocres, sólo preocupados de la imagen, sin una sólida base intelectual y moral, y sin formación específica para hacer frente a los retos con que tropiezan.

Zapatero ha hecho de la cumbre de Londres una gran operación mediática personal, con la que ha tratado de revertir la pobre impresión que sobre sus capacidades se va extendiendo entre crecientes capas de ciudadanos. Pero, como la realidad es tozuda, apenas un día después de ese aquelarre los datos del BdE han barrido la ilusión óptica del glamur londinense para emplazar a los españoles ante una situación que no es esa “crisis global que tenemos”, como gusta decir ZP para enmascarar la realidad española en el daño global, sino que es genuinamente nuestra, más profunda, demoledora y duradera que la de cualquiera de nuestros vecinos. El señor presidente reclama a gritos el salvavidas de un milagro para atravesar el temporal. Superado y sin recursos, no le queda más remedio que acudir a la formación de un nuevo Gobierno para recuperar algo de aire. La batalla ha estado centrada, aseguran, en Economía y Hacienda. Miguel Sebastián, tras ardua pelea, ha vuelto a perder. Cuentan que el nombramiento de Elena Salgado (Orense, 1949, ex de Sanidad y actual titular de Administraciones Públicas) como sustituta del maléfico Solbes, está cerrado. En el aire, la continuidad de la vicepresidenta De la Vega. Y José Blanco a Fomento, el gran ministerio del gasto. El de la pasta. A destacar el triunfo de Rubalcaba, nuestro genial Fouché, que ha jugado fuerte por Elena Salgado y vuelve a salir reforzado de la enésima crisis de Gobierno. Uno de nuestros inmortales.

Habrá que esperar, porque otras fuentes, que igualmente se reclaman cercanas al oráculo de Moncloa, retrasan la fecha del cambio al viernes 17 de abril, inmediatamente después de Semana Santa. Sea antes o después, la tarea del nuevo equipo se antoja digna de titanes. Cualquier mal dato macro aparecido en el entorno europeo se agrava en el caso de España. Las cifras del primer trimestre de 2009 son peores que los del último de 2008, con un PIB cayendo en tasa interanual cerca del -5%, por no hablar del empleo (-6%). Todos los indicadores (producción industrial, gasóleo automoción, comercio minorista, etc.), hablan de una recesión que sigue profundizando su dimensión. Lo peor del informe del BdE del viernes no es el guarismo de un PIB que se queda corto (-3%), sino el reconocimiento oficial de que 2010 será también otro año terrorífico en términos de crecimiento y empleo. Estamos lejos de haber tocado fondo, entre otras cosas porque no se han resuelto ninguno de los problemas que arrastra nuestra economía. La peor crisis padecida por España desde la muerte de Franco nos coge, además, con el presidente del Gobierno más endeble de la Historia de la democracia. Albarda sobre albarda.

Sobra dinero, falta confianza.

Un hombre que ha vuelto tan contento de Londres (sin poder intercambiar una sola frase –salvo con la presidenta de Argentina, mejor que no, y el de México- con los auténticos líderes) con el pan bajo el brazo de ese billón de dólares para “restaurar el crédito, aumentar el crecimiento y generar empleo”, cuando lo que sobra es dinero y lo que falta es confianza, por lo que el crédito no empezará a fluir mientras el sistema financiero no purgue los balances sobrevalorados con activos que hoy valen la mitad y, en algunos casos, nada. De manera, José Luis, que la solución no está en viajar esperando encontrar en algún aeropuerto la lámpara de Aladino y creyendo que una eventual recuperación internacional va a resolver tus problemas domésticos, no. El trabajo hay que hacerlo en casa, y pasa por abordar, sin más dilación, el saneamiento de Cajas y Bancos mediante un gran pacto con el primer partido de la oposición. Purgar el sistema de una vez. Y exigir responsabilidades a los culpables de tanto desafuero. Justo lo contrario de lo que habéis intentado hacer con CCM, por proteger de la vergüenza a un par de conmilitones.

Este sigue siendo el punto neurálgico del problema español: la voluntad renovada del Gobierno Zapatero de ocultar la realidad de la situación, de no decir la verdad, de mentir. Y todo por motivos electorales, es decir, personales. El punto G de perversión de nuestras democracias. Lo decía hace poco el economista suizo Marc Faber, editor de The Gloom, Boom & Doom Report: “El problema es que nadie en la Administración americana está diciendo la verdad. Un ejemplo. Un estadista como Lee Kuan Yew, de Singapur, ya en septiembre advirtió que vienen tiempos muy duros por delante, por lo que resulta imprescindible apretarnos el cinturón para seguir siendo competitivos. No hay presidente de los EE.UU. capaz de decir una cosa semejante. Ninguno de los grandes partidos, ningún alto cargo en Washington osaría contar al electorado la desastrosa situación por la que atraviesa el país. Políticas mal concebidas por las últimas Administraciones, de uno y otro lado, pusieron el énfasis en estimular el consumo. Ahora estamos pagando las consecuencias de esa política económica que, por el contrario, debería haberse orientado a estimular la formación de capital, la educación y el I+D, además de animar a la gente a ahorrar”.

Ese ha sido el drama español: consumir a lo grande, financiando todo tipo de excesos con dinero ajeno. Y retroalimentar con más gasto público las distintas burbujas de una economía más que recalentada, entre el jolgorio de un ZP que ni sabía por qué crecíamos antes ni sabe bien por qué nos despeñamos ahora. Un milagro. Necesitamos un milagro. Porque milagro será conseguir que semejante mediocre no siga tomando medidas equivocadas, fundamentalmente en el terreno del gasto público, capaces de actuar como dogal que haga más difícil la recuperación. La situación se presenta muy oscura tras el jarro de agua fría que el BdE acaba de arrojar sobre los españoles. Los 5 millones de parados ya no son una entelequia. Nuestro Zapatero remendón podría verse obligado a convocar elecciones generales en el otoño de 2010, si es que logra salvar los PGE de este año. Y el Partido Popular verse obligado a gobernar malgré lui. Siempre y cuando, naturalmente, Mariano Rajoy sea capaz de sacudirse de una vez por todas la nube de sinvergüenzas, chorizos y caciques provinciales que aún sigue adherida a la epidermis del partido, y que le impiden presentarse ante la sociedad española como la moderna opción liberal con la que sueñan tantos votantes.      

El viernes por la tarde, mientras mucha gente preparaba el petate para salir de viaje, la capital era un enjambre de rumores en torno a la inminencia del cambio de Gobierno. En el entorno de Moncloa se da por descontado que será el martes 7, de modo que el Consejo de Ministros extraordinario del miércoles servirá para que los nuevos titulares, después de jurar su cargo ante el Rey, que en buena lógica deberá hallarse en Madrid, tomen contacto con el sillón antes de partir también para unas cortas vacaciones. Esto no aguanta más. Los terroríficos datos que el Banco de España (BdE) dio a conocer ese mismo viernes dibujan una situación pavorosa en lo que a crecimiento y empleo se refiere. Habrá crisis, y de las gordas, hasta finales de 2010 siendo optimistas. Sangre, sudor y lágrimas para millones de españoles. Para 4,05 millones ahora mismo, si contamos bien los datos del paro y no nos dejamos engañar por el galimatías de las cifras oficiales.

Pedro Solbes Banco de España