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Zapatero pone orden en el agit-prop socialista
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Jesús Cacho

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Zapatero pone orden en el agit-prop socialista

Foto de familia en el diario El País, una de esas imágenes que dicen más que mil palabras. Cinco personajes, casi todos desconocidos para el gran

Foto de familia en el diario El País, una de esas imágenes que dicen más que mil palabras. Cinco personajes, casi todos desconocidos para el gran público excepto el que se apalanca en el centro del retrato, retranqueado en actitud campechana, las manos en los bolsillos, apoyando la rabadilla en alguna discreta protuberancia de profundidad desconocida. Juan Luis Cebrián sonríe y parece estar pasándolo muy bien. ¿De qué se ríe Cebrián? Buen director de periódico, mediocre novelista y pésimo gestor de empresa, el hombre fuerte de Prisa ha llevado hasta el borde mismo de la suspensión de pagos al primer grupo de comunicación y entretenimiento de habla hispana, un imperio que hace apenas dos años parecía inalcanzable a cualquier avatar. En lugar de despedirle, los dueños del capital le han redoblado los poderes. Ignacio Polanco ha demostrado que por sus venas corre sangre de horchata, y su hermano Manuel ha jurado fidelidad al bandarra. Con su habilidad para escurrir el bulto, Cebrián ha señalado al apestado: Javier Díez Polanco, abandonado por sus primos y expulsado del grupo como culpable del desastre. 

Cebrián sonríe con la mueca del cínico acostumbrado a tragarse sables sin mover un músculo. A su lado en el retrato aparece José Miguel Contreras, primer ejecutivo de La Sexta (Mediapro), un hombre al que el de Prisa ha llamado de todo menos bonito en los últimos tiempos. Pelillos a la mar. Prisa y Mediapro son dos borrachos que, después de discutir durante horas en la barra del bar, deciden ayudarse en plena noche para poder llegar a casa. En realidad, ha sido un guardia muy principal quien les ha obligado a caminar abrazados, les abre el portal y les conduce al ascensor: se llama José Luis Rodríguez Zapatero. Dos cojos que flojean del mismo pie ideológico y padecen idéntico síndrome: no tienen un duro en el bolsillo. De modo que Cebrián se ha comido su orgullo y ahora se fotografía con quienes, a base de arrojo y caradura, le han puesto en evidencia. La salvación de Prisa pasa por fumar la pipa de la paz con el grupo mediático de los amigos de Zapatero, que son los que le han birlado los derechos del fútbol. Se come su orgullo y además acepta que Mediapro aparezca como la salvadora de Prisa, cuando, en el mejor de los casos, esta es sólo una verdad a medias.

Porque Mediapro hubiera entrado en suspensión de pagos –concurso de acreedores lo llaman ahora- el próximo septiembre, cuando hubiera tenido que empezar a hacer efectivo el pago de los derechos del fútbol a los clubes: 600 millones de euros –100.000 millones de las antiguas pesetas- por temporada, durante cinco temporadas. Demasiado para Roures. A arreglar el desaguisado de las finanzas de ambos grupos ha acudido raudo el Gobierno ZP. Se trata de salvar, reforzándolo, el aparato de agitación y propaganda del socialismo español, indispensable para seguir ganando elecciones a base de operaciones de ingeniería social dirigidas a cambiar el sistema de valores de una sociedad. En junio de 2005, el Ejecutivo, violando letra y espíritu de la Ley, autorizó la conversión de un canal de pago (el Plus) en otro en abierto (La Cuatro). Cinco meses después, otorgó un nuevo canal de televisión analógica (La Sexta) a sus amigos de Mediapro. Cansado de la arrogancia de Cebrián, el Presidente había decidido crear su propio grupo de comunicación. Tres años y pico después, con ambos en bancarrota, Zapatero decide intervenir y poner orden, vía Fernández de la Vega, que es la encargada de estas operaciones de cirugía. Basta de líos de familia. Y si antes se repartieron nuevos canales para “aumentar el pluralismo e incrementar la oferta” (sic), ahora se les obliga a fusionarse, se supone que por idénticos motivos.

La operación de “arrejuntamiento” ha tenido otros padrinos no menos poderosos, tal que el re-nuevo presidente del Real Madrid, Florentino Pérez. Ejemplar, como siempre, la sociedad civil española: el hombre que abandonó el club por la puerta de servicio y con el rabo entre las piernas, ritorna vincitore dos años después sin elecciones y por aclamación. Ni una nota discordante. Solo ha faltado el aria de Aida cantada por la Callas. Pérez, como Laporta, necesita la pasta de la televisión como el comer. The show must go on. Ante la evidencia de que Mediapro iba a dejar a los clubes colgados de la brocha, Floro se ha reunido varias veces con Jaume Roures para urgirle a saldar sus diferencias con Prisa y firmar la paz. En el papel de go-between, Antonio García Ferreras, director general de La Sexta, el hombre que le lee los periódicos a ZP por las mañanas y que lleva meses reuniéndose con Pérez y Valdano para urdir el nuevo Madrid. El club blanco cobra 120 millones de euros por los derechos televisivos, una cifra importante aunque insuficiente para los fichajes galácticos que proyecta el nuevo mandatario, déficit que habrá que cubrir construyendo unas bonitas torres, con unos preciosos jardines ad hoc, en los terrenos donde hoy se levanta el Santiago Bernabéu en plena Castellana. Gallardón ya está advertido. Nueva operación especulativa a la vista.

Al margen de los sueños de grandeza de los chicos de Mediapro y su fantasmagórica Gol TV, lo cierto es que el fútbol de pago solo se puede ofrecer a través de Digital Plus, la única plataforma capaz de aportar a los dueños del negocio la seguridad de poder cobrar, es decir, sacar la pasta a los abonados. Salvo el partido semanal en abierto, que obviamente no será el mejor, se acabó ver la final de la Champions gratis total. La guerra civil que se ha venido librando entre los dos bandos de la izquierda mediática nos había malacostumbrado. A partir de septiembre, quien quiera ver fútbol del bueno tendrá que rascarse el bolsillo. Todos salen ganando, menos, naturalmente, los consumidores. Los amigos de Zapatero consolidan sus posiciones de poder y alejan el fantasma de la quiebra, mientras Prisa retorna al monopolio de concesión administrativa, la única filosofía de mercado que entiende. Digital Plus vuelve a tener valor. Ahora ya puede Cebrián pedir los 3.000 y más millones de euros que antaño reclamaba por la plataforma y que tantas risas ha provocado en la banca de negocios. ¡Oído cocina!, gritan en Telefónica.

Telefónica pagará esta ronda

Porque en este festival de nepotismo y arbitrariedad falta por aparecer cual Deus ex machina la primera multinacional española. Alguien tiene que pagar esta ronda, y ese alguien es Telefónica, la compañía dizque privada que en España está para un roto y para un descosido, desde financiar cátedras, de la mano de Covadonga O'Shea, para “impulsar la investigación en el sector de la moda y potenciar la formación de nuevos modistos”, hasta dar trabajo, es un decir, a los yernos de S.M. el Rey. El broche de oro, nunca mejor dicho, a esta gran operación política lo pondrá Telefónica comprando Digital Plus al Grupo Prisa, como reclama Cebrián, y por el precio que pide Cebrián. Con la sentencia del caso Tabacalera en los fogones judiciales, el margen de maniobra de César Alierta para resistirse a una seña de Moncloa se antoja más bien escaso. 

Operación política de altos vuelos, que consolida un nuevo emporio mediático al servicio de la “España de la Ceja”. Malas noticias para la derecha, que, ayuna de apoyos mediáticos, sigue sin enterarse de qué va esta vaina. Estamos ante una formidable concentración de poder mediático -que concluirá con la fusión de ambos grupos- y el práctico monopolio de la televisión de pago. Triunfo de Cebrián y progresiva pérdida de presencia de los Polanco, que se deshacen cual azucarillo. En lo que ZP respecta, utilización torticera del Poder en beneficio de los amigos, en un ejemplo más de la imparable deriva peronista de la democracia española. Las relaciones de amor-odio existentes entre ZP y Prisa son, en efecto, un calco de las que Kirchner mantiene con el Grupo Clarín. Una operación que tendrá consecuencias de futuro, al consolidar las opciones del gran trujamán leonés. En los últimos tiempos, las discrepancias entre Prisa y el Gobierno socialista han supuesto una corriente de aire fresco muy de agradecer en un país como el nuestro, tan acollonado a la hora de discrepar de la verdad oficial. El cierre de filas en la izquierda mediática blinda el aparato de agit-prop zapaterista y augura una nueva era glaciar en el invierno español de las libertades informativas.   

Foto de familia en el diario El País, una de esas imágenes que dicen más que mil palabras. Cinco personajes, casi todos desconocidos para el gran público excepto el que se apalanca en el centro del retrato, retranqueado en actitud campechana, las manos en los bolsillos, apoyando la rabadilla en alguna discreta protuberancia de profundidad desconocida. Juan Luis Cebrián sonríe y parece estar pasándolo muy bien. ¿De qué se ríe Cebrián? Buen director de periódico, mediocre novelista y pésimo gestor de empresa, el hombre fuerte de Prisa ha llevado hasta el borde mismo de la suspensión de pagos al primer grupo de comunicación y entretenimiento de habla hispana, un imperio que hace apenas dos años parecía inalcanzable a cualquier avatar. En lugar de despedirle, los dueños del capital le han redoblado los poderes. Ignacio Polanco ha demostrado que por sus venas corre sangre de horchata, y su hermano Manuel ha jurado fidelidad al bandarra. Con su habilidad para escurrir el bulto, Cebrián ha señalado al apestado: Javier Díez Polanco, abandonado por sus primos y expulsado del grupo como culpable del desastre.