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Los diez años del monstruo
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Jesús Cacho

Con Lupa

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Los diez años del monstruo

El 7 de marzo de 2003, cuando aún faltaba un año para las elecciones generales de 2004, buena parte de la redacción de este diario digital

El 7 de marzo de 2003, cuando aún faltaba un año para las elecciones generales de 2004, buena parte de la redacción de este diario digital fue recibida por José Luis Rodriguez Zapatero en su despacho de la calle Ferraz. El candidato a la presidencia del Gobierno por el PSOE, verbalmente triturado un día sí y otro también por la soberbia insolente de José María Aznar, era un hombre cuyas posibilidades de llegar a la Moncloa no hubieran logrado un euro en una casa de apuestas. Aquel día, sin embargo, y ante la cara de asombro de mis colegas del Confi, se mostró convencido de ganar las próximas generales. Nos cayó simpático. Nos envolvió con su verborrea fácil, posibilista, sin estridencias, apta para el consumo de lactantes. Durante dos horas largas nos vendió talante para parar un tren. Frente al entonces endiosado Aznar, nos pareció el chico next door dispuesto a mover montañas a base de sonrisas. Saben muy bien lo que ocurrió el 11-M de 2004, y la importancia que los atentados tuvieron para hacer de él un “presidente por accidente”, como malévolamente lo calificó el WSJ. A primeros de marzo de 2005, coincidiendo con el segundo aniversario de aquella visita, le escribí una carta recordándole su firme promesa de volver a recibirnos si un día llegara al Olimpo. “Estimado Jesús: Muchas gracias por enviarme noticias sobre el avance de elconfidencial.com. Como tú, recuerdo bien aquel encuentro de hace dos años […] Os deseo lo mejor para esta nueva etapa de la publicación y confío en que podamos encontrarnos en cuanto despeje algo la apretada agenda que ahora tengo por delante”. Firmado, J. Zapatero.

Como dicen en mi pueblo, si te he visto no me acuerdo. Nunca más se supo. Tampoco se ha sabido de sus vicepresidentes/as y ministros/as de Economía. Para un medio como este, básicamente orientado desde su nacimiento hacia la información económico-financiera, mantener relaciones fluidas con el ministerio del ramo era y es una cuestión que rebasa lo anecdótico. De todo punto imposible. Estamos inscritos en la lista negra de los espíritus libres y, por tanto, escasamente fiables. Tratados como enemigos. Y lo ocurrido con Zapatero, en la economía y en la política, ha sucedido también con el resto de ministros de sus Gobiernos, excepción hecha de Don José Blanco, que hace escasas fecha visitó nuestra redacción. Todo lo anterior viene a cuento para enmarcar mi idea, ahora que el monstruo (En sentido hiperbólico, aplicado a la persona que tiene dotes excepcionales para algo, incluso para el mal) acaba de cumplir una década de liderazgo, de que 70 años después de terminada la Guerra Civil y 35 años después de muerto Franco, Zapatero ha venido a consolidar y otorgar savia nueva al pérfido y evanescente, o eso parecía, fantasma de las dos Españas, la izquierda y la derecha, los buenos y los malos, los amigos y los enemigos, nosotros y ellos…

Zapatero está muy lejos de ser el “bobo solemne” que algunos creyeron ver en él al inicio de su mandato..

Todo lo tenía el personaje para haber sanado heridas, aplicado  ungüento a las viejas luchas fratricidas, liberado tensión a los desplantes acumulados por Aznar en los dos últimos años de su Gobierno. Para desgracia nuestra, el sujeto prefirió la vía de la confrontación, con el objetivo puesto en aislar a la derecha política y colocarla extramuros del Sistema, pretensión suicida más que vana, en tanto en cuanto suponía dejar a media España en las alcantarillas del juego democrático. En contra del tipo banal que parece sugerir la simpleza de su discurso, plagado de obviedades y cursilerías, Zapatero está muy lejos de ser el “bobo solemne” que algunos creyeron ver en él al inicio de su mandato. Obligado a gestionar las contradicciones del capitalismo tardío muchos años después de la caída del Muro de Berlín y de la muerte de “la revolución” en el altar del consumo, el de León se planteó un rearme ideológico capaz de asentar al PSOE en el poder por tiempo indefinido sobre la base de la emancipación de los grupos sociales más o menos marginados por el Sistema: mujeres, inmigrantes del tercer mundo, minorías sexuales, etnias y culturas oprimidas, movimientos con vocación transversal (ecologismo y pacifismo) y así sucesivamente.

Hacia una hegemonía socialista duradera

La “revolución” de Zapatero se ha llevado a cabo mediante una intensa actividad legislativa que a duras penas ha conseguido disfrazar los perfiles de lo que a todas luces parecía una gran operación de ingeniería social destinada a dislocar el tradicional sistema de valores del español medio, sobre la base de una sociedad sin jerarquía y una ciudadanía con más derechos que obligaciones. Y con el punto de mira puesto en la promoción de un nuevo tipo de individuo despersonalizado, desideologizado, igualitario, acrítico, incluso idiotizado. Primando la igualdad sobre la libertad. La masa sobre la persona. El pueblo sobre el ciudadano. El todo sobre cada una de sus partes. “De lo que se trata es de la producción de otro individuo, un individuo que ya no sea más construido a partir de la matriz del individuo posesivo” (Hegemonía y estrategia socialista: hacia una radicalización de la democracia.  Ernesto Laclau y Chantal Mouffe). Todas y cada una de esas decisiones legislativas conseguían poner contra las cuerdas a una derecha atemorizada y  bobalicona, mal preparada para aceptar el envite (el último, la posibilidad de abortar a chicas menores de 16 años sin el consentimiento de los padres), aunque ningún rebote en el PP ha sido comparable al producido por el intento, realizado en paralelo, de reescribir la reciente Historia de España procediendo a desenterrar, nunca mejor dicho, los viejos demonios familiares históricos hispanos.

Todas y cada una de esas decisiones legislativas conseguían poner contra las cuerdas a una derecha atemorizada y bobalicona.

El terremoto no ha sido menor en lo que al horizonte político e institucional se refiere, como corresponde a un personaje para quien la nación es “un concepto discutido y discutible”. En la antípodas de lo que gente como Gustavo Bueno entiende por el término (“Y digo la Nación española; no el pueblo. El pueblo no puede disponer de la Nación, el pueblo está sometido a la Nación. El pueblo es el viviente, pero la Nación contiene a nuestros muertos y a nuestros hijos”), Zapatero ha abierto en canal, sin la menor idea sobre cómo cerrarlos, melones de importancia capital en la estructura territorial del Estado, graves puñaladas a la Constitución del 78 por la puerta de atrás de los Estatutos de autonomía. Su “omnipresente esperanza fue pasar a la historia como el gran Pacificador” (Churchill sobre el incauto de Chamberlain), le llevó a intentar pactar con ETA, y con idéntica desenvoltura regaló al nacionalismo catalán un Estatut que una mayoría de catalanes sensatos ni reclamaban ni necesitaban. El resultado de tanta frivolidad a la vista está.

Estado cuarteado y españoles empobrecidos

Las consecuencias de los dislates de Zapatero serán perdurables y, al contrario de lo que ocurre con la crisis económica, puede que no tengan vuelta atrás. El Estado, tal como lo consagra la vigente Constitución, cuarteado y abocado a acontecimientos tal vez traumáticos, y los españoles empobrecidos para muchos años. No hay hoy un solo empresario o financiero importante en el país que no abomine del personaje y de su pobre gestión de la Economía. Vale la frase formulada hace unas semanas por un norteamericano de visita en España: “¿Pero no disponen ustedes de filtros capaces de impedir que un tipo como este pueda llegar a la presidencia del Gobierno?”. Impasible el alemán, el personaje ha seguido, no obstante, dedicándonos la mejor de sus sonrisas -a menudo trufadas de embustes- incluso en plena tormenta. De su boca es capaz de salir cualquier extravagancia, cualquier provocación propia de líder universitario de los sesenta, cualquier boutade sin sentido, sin que se le quiebre la sonrisa, convencido de que todo se lo perdonará la hedonista, anestesiada sociedad española actual. Sonriendo a media caña dijo el jueves, con motivo de la celebración de sus 10 años como Gran Jefe Sioux, que “estamos mucho mejor de lo que parece y lo vais a vivir”. Es posible que su entorno más cercano esté mejor de lo que parece; la realidad es que para una gran mayoría de españoles las cosas están bastante peor de lo que parecen.

“¿Es que tiene algo mejor que hacer…? A menos que se vaya de penene a León, no sabe hacer otra cosa”.

Cuando aún quedan casi 20 meses para el final de la  Legislatura, el interés dentro y fuera del Partido Socialista está ahora centrado en saber, adivinar más bien, si Rodríguez Zapatero encabezará la lista socialista a las generales de marzo de 2012, en el supuesto, que es mucho suponer, de que la fiesta aguante hasta entonces. Las opiniones entre la propia nomenklatura socialista están divididas. Hay quien opina con rotundidad que por supuesto que sí. “¿Es que tiene algo mejor que hacer…? A menos que se vaya de penene a León, no sabe hacer otra cosa”, asegura un alto cargo de Moncloa, que lo define como “un duro disfrazado de blando, un tipo que jamás pega un puñetazo en la mesa, que te mata a besos, pero que tiene el virus de la política en sangre”. Cada día son más, sin embargo, los que piensan que ZP no será candidato por tercera vez, lo que aboca a los socialistas a la celebración de un Congreso para nombrar nuevo secretario general y candidato a la presidencia del Gobierno. “Es la reflexión que se están haciendo en el seno del PSOE”, asegura un destacado militante. “El problema es saber quién; es encontrar una alternativa con posibilidades de volver a ganar, porque éste optimista irredento va a dejar el partido como un sembrado”. Plagado de minas, además.

El 7 de marzo de 2003, cuando aún faltaba un año para las elecciones generales de 2004, buena parte de la redacción de este diario digital fue recibida por José Luis Rodriguez Zapatero en su despacho de la calle Ferraz. El candidato a la presidencia del Gobierno por el PSOE, verbalmente triturado un día sí y otro también por la soberbia insolente de José María Aznar, era un hombre cuyas posibilidades de llegar a la Moncloa no hubieran logrado un euro en una casa de apuestas. Aquel día, sin embargo, y ante la cara de asombro de mis colegas del Confi, se mostró convencido de ganar las próximas generales. Nos cayó simpático. Nos envolvió con su verborrea fácil, posibilista, sin estridencias, apta para el consumo de lactantes. Durante dos horas largas nos vendió talante para parar un tren. Frente al entonces endiosado Aznar, nos pareció el chico next door dispuesto a mover montañas a base de sonrisas. Saben muy bien lo que ocurrió el 11-M de 2004, y la importancia que los atentados tuvieron para hacer de él un “presidente por accidente”, como malévolamente lo calificó el WSJ. A primeros de marzo de 2005, coincidiendo con el segundo aniversario de aquella visita, le escribí una carta recordándole su firme promesa de volver a recibirnos si un día llegara al Olimpo. “Estimado Jesús: Muchas gracias por enviarme noticias sobre el avance de elconfidencial.com. Como tú, recuerdo bien aquel encuentro de hace dos años […] Os deseo lo mejor para esta nueva etapa de la publicación y confío en que podamos encontrarnos en cuanto despeje algo la apretada agenda que ahora tengo por delante”. Firmado, J. Zapatero.