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La prima Valeriano
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Jesús Cacho

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La prima Valeriano

No está claro que el presidente Rodríguez se percatara de la trascendencia de lo ocurrido en la reunión del Consejo Europeo celebrada en Bruselas el 29

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No está claro que el presidente Rodríguez se percatara de la trascendencia de lo ocurrido en la reunión del Consejo Europeo celebrada en Bruselas el 29 de octubre pasado. Él no suele enterarse de mucho en las cumbres, porque en todas aparece con la misma figura de pollo extraviado que lució en Séul haciendo footing con David Cameron, y espera que a su regreso a Madrid la gente de su Oficina Económica le ponga al corriente. Pero en Bruselas, Angela Merkel colocó ese fin de semana un par de banderillas negras a una España que ha quedado lista para el estoque de una crisis de deuda en apariencia inevitable. La señora Merkel, que no soporta a Zapatero, que alucina con la levedad del personaje, impuso en Bruselas las tesis alemanas sobre la forma de abordar las crisis de deuda que puedan surgir a partir de ahora en el seno de la UM: a cambio de aceptar la existencia de un fondo de rescate permanente a partir de 2013, los países que no puedan atender sus compromisos de pago tendrán que enfrentarse a una “quiebra ordenada”, una suspensión de pagos parcial en la que se aplicarán nuevos calendarios de vencimiento, además de quitas en el valor nominal de los bonos en poder de los acreedores, generalmente bancarios.

La novedad del planteamiento alemán es que por primera vez los inversores privados, y no solo los contribuyentes, tendrán que apechugar con parte de la factura. Se ha impuesto la filosofía del presidente del Bundesbank, Axel Weber, candidato a suceder a  Trichet al frente del BCE, para quien “los tenedores de bonos deben ser parte de la solución y no del problema. Hasta ahora los únicos que han pagado son los contribuyentes". Wolfgang Schäuble, ministro alemán de Finanzas, remachaba el pasado lunes en Der Spiegel el sentido de la propuesta afirmando taxativo que “la UE no se creó para enriquecer a inversores financieros”. A partir de ahora, esos caballeros podrían perder su dinero, o al menos una parte, si “apuestan” mal con la compra de bonos.

Pero la propuesta alemana (negociada en Deauville del 18 de Octubre entre Merkel y Sarkozy), la primera iniciativa –de un Gobierno conservador, por cierto- destinada a dar satisfacción a unos ciudadanos escandalizados por el empleo masivo de fondos públicos para salvar negocios privados, fundamentalmente bancos, ha supuesto encender la mecha del barril de pólvora sobre el que hoy se asientan los denominados PIGS, los países de la periferia del euro, aquejados por problemas de déficits y deuda pública inmanejables. Porque a partir de ahora el inversor dispuesto a comprar bonos soberanos no solo estará obligado, as usual, a ponderar la capacidad de ese país para atender sus compromisos de pago, sino que exigirá a tales bonos una remuneración lo suficientemente alta como para compensar la quita que podría sufrir en caso de reestructuración de su deuda. Lo ocurrido a continuación está en las páginas de los periódicos: la prima de riesgo de Irlanda y Portugal ha superado la barrera de los 400/500 puntos básicos, mientras la española llegaba hasta los 221. Toque de rebato, pues, como en aquel infausto domingo del 8 de mayo pasado.

El Gobierno Zapatero ha hecho -más o menos- los deberes que le habían impuesto en el área fiscal, pero no ha tocado el resto de capítulos

Irlanda es un país quebrado y visto para sentencia. El consenso es casi unánime a la hora de considerar que la UE tendrá que utilizar el mecanismo de rescate, los 750.000 millones de euros, esta misma semana (100.000 en el caso que nos ocupa), la misma cifra, más o menos, que exigiría el rescate portugués, pero muy por debajo del esfuerzo que reclamaría España (350.000 millones). Curioso caso el de Irlanda, país anglosajón, que ha hecho los deberes del ajuste y que no necesita afrontar nuevas emisiones de deuda hasta dentro de 6 meses, pero cuyo déficit se ha disparado más allá del 30% del PIB por la decisión de su Gobierno de asumir las cuantiosas pérdidas de su gran banca. Un drama privado convertido en público. Mucho más parecidos a los españoles son los problemas de un Portugal cuya suerte parece también echada tras el deceso irlandés. La bomba que las nuevas exigencias que Merkel ha colocado en la zona euro para socorrer a los “pobres” opera como una reacción en cadena que incluye aumentos del diferencial de riesgo, deuda pública más cara, mayores dificultades para reducir el déficit, menos recursos para inversión productiva, menos crecimiento, más paro… La espiral de la pobreza.

Zapatero ha intentado de nuevo engañar a los mercados

El Gobierno Zapatero ha hecho -más o menos- los deberes que le habían impuesto en el área fiscal, pero no ha tocado el resto de capítulos, no ha abordado esas grandes reformas –los cambios en la legislación laboral parecen insuficientes para frenar la destrucción de empleo y, desde luego, para crearlo- necesarias para poner en marcha el motor de una actividad económica capaz de permitir a particulares y empresas reducir su endeudamiento, sanear el sistema financiero y crear empleo. Zapatero ha hecho más: con el nombramiento de Valeriano Gómez, un fiel seguidor de las tesis sindicales de Cándido Méndez, como nuevo ministro de Trabajo ha pretendido de nuevo engañar a los mercados metiendo en el congelador la reforma de las pensiones. “tranquilos”, vino a decir ZP a sus inquietos barones regionales, “que esto no se toca hasta después de las municipales y autonómicas de mayo”. La consecuencia es lo que algunos economistas llaman ya con sorna “la prima Valeriano”, que cifran entre 20 y 25 puntos, “porque sin ese anuncio de retirada, la prima de riesgo española jamás hubiera superado la barrera de los 200 puntos básicos”. ¡Qué listo nuestro Zapatero!

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La teoría económica acerca de la vulnerabilidad de los países a las crisis financieras enseña que economías con altos niveles de endeudamiento público y privado, plazos cortos de madurez, tasas de crecimiento planas y problemas de liquidez, están expuestas a crisis de confianza que pueden llevarlas al default si no son capaces de convencer a los mercados de, primero, su firme  voluntad de reducir el déficit público; segundo, su determinación de emprender reformas estructurales capaces de relanzar el crecimiento de la actividad y el empleo y, tercero, el compromiso de proceder al saneamiento y reestructuración del sistema financiero. España no cumple ninguno de esos requisitos.

Todos los problemas de fondo siguen ahí. Los PGE para 2011 se basan en un escenario macroeconómico de difícil cumplimiento. La previsión de crecimiento del PIB del 1,3% dobla la proyectada por el consenso de analistas. La política presupuestaria no toca ninguna de las partidas estructurales del gasto, sobreestima los ingresos al asentarse en un hipótesis de crecimiento irreal, e incluye un aumento del gasto público, autonómico y local incompatible con la consecución del objetivo de déficit. En este marco, el Gobierno se verá abocado bien a incumplir su objetivo de déficit, bien a introducir nuevos recortes a lo largo de 2011, bien a subir los impuestos. Ninguna buena noticia para los mercados.

Imposible saber, en efecto, de dónde saldrá ese crecimiento del PIB de que hablan los PGE. La necesidad de los hogares de continuar reduciendo su endeudamiento, la alta tasa de paro, la erosión de su riqueza inmobiliaria, y la amenaza de nuevas subidas de impuestos impiden esperar una reactivación del consumo privado. Desde esta perspectiva, la demanda interna tendrá un perfil plano. Por lo demás, imaginar al sector exterior como motor del crecimiento -lo que exigiría una caída de salarios y precios internos impensable en un mercado tan rígido como el español- no pasa de ser una hipótesis de ciencia ficción. El déficit exterior se ha reducido no a causa de una mejora de la competitividad, sino a cuenta del hundimiento del consumo y de la inversión privada. La realidad es que índices claves para la recuperación –costes laborales, productividad, competitividad- apenas han mejorado a pesar de la recesión y de la brutal destrucción de empleo provocada por la crisis.

Rubalcaba opera como Primer Ministro de facto

Por lo que al saneamiento del sistema financiero, básicamente Cajas, se refiere, cabe decir que se está cerrando en falso –de aurora boreal la integración de Cajasol en Banca Cívica- y su evolución presenta numerosas incógnitas, la más importante de las cuales reside en saber cómo podrán las entidades que han recurrido al FROB devolver en cinco años los préstamos recibidos al 8,5% de interés. Si, además, el desempleo se estabiliza en tasas alrededor del 20%, la economía mantiene un encefalograma plano y los mercados mayoristas siguen cerrados o restringidos para las instituciones de crédito, el panorama del sistema financiero nacional es cuanto menos preocupante.

Los males de fondo siguen, pues, muy vivos, lo que explica que la confianza de los mercados en nuestra economía sea de una extrema fragilidad, haciéndola muy vulnerable a cualquier shock externo o interno. España vuelve a estar en el ojo del huracán de los mercados como lo estuvo en los meses anteriores al verano, de modo que, al socaire de lo que parece inevitable rescate de Irlanda y Portugal, la amenaza de una crisis de deuda vuelve a recobrar una enorme virtualidad. Aunque el viernes se produjo un respiro momentáneo –producto del cierre de posiciones bajistas, con retirada de beneficios- es evidente que las tensiones volverán enseguida. Con una política económica que va muy por detrás de lo que reclaman circunstancias y mercados, la vuelta de España a tasas de crecimiento capaces de estabilizar la ratio deuda/PIB y crear empleo parece una posibilidad lejana. La economía española se enfrenta así a una alternativa inquietante: o bien tendrá que ser rescatada en un horizonte de corto y medio plazo, o bien consolida un período de crecimiento débil, incapaz de generar empleo. Había una solución lógica, incluso patriótica, y solo una: la disolución de las Cámaras y la convocatoria inmediata de elecciones generales. El PNV la ha hecho imposible. Queda aguantar resignadamente año y pico de progresivo deterioro económico, político y moral, con un Rubalcaba que actúa como Primer Ministro de facto, al frente de la Policía y de la máquina de agitación del Régimen. Una espera por la que sin duda pagaremos un alto precio.

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