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Pablo Casado, matar al (p)padre
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Estefania Molina

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Pablo Casado, matar al (p)padre

Y Pablo Casado renació sobre su ocaso, el domingo. A lomos de eso llamado 'nuevo PP' se salvó a sí mismo por cuatro años. Sepulta así pasado, presente y futuro

Foto: El presidente nacional del PP, Pablo Casado. (EFE)
El presidente nacional del PP, Pablo Casado. (EFE)

El 'marianismo' reapareció, casi sin expectación alguna, a tres días de las elecciones del 26-M, como una secuela del pasado que saluda. Era 22 de mayo y medio exgabinete de Rajoy se congregó en la presentación del libro del exministro Nadal. Ni rastro de 'casadismo'. Pero allí estuvo ese club de amigos, marcado a fuego con el hierro de la crisis. "El martes se olvidará en un tiempo, no de la Economía", replicó alguno. "El martes" eran los 'exconsellers' presos en el Congreso. Y ya en la azotea, entre canapés y corrillos, se constató el crepúsculo. Montoro, discreto; Báñez, entretenida; Rajoy, prudente. Normales. Corrientes. Pero hace un año sufrían una moción de censura. Junto al ascensor, una espontánea esbozó, "¡ahí va la futura presidenta del PP!". Aunque Santamaría abandonaba el acto, abonada a una nueva vida.

Y Pablo Casado renació sobre su ocaso, el domingo. A lomos de eso llamado 'nuevo PP' se salvó a sí mismo por cuatro años. Sepulta así pasado, presente y futuro. Pasado, porque purgó en las urnas toda herencia recibida. Presente, pues ni en generales ni en autonómicas ha resultado tan atractiva su línea. Y futuro, si considera que salvar Madrid es salvar al partido. Ciertos 'aparatchik' temían esta semana que volviera al escoramiento del 28-A. Que la Comunidad solo recrea la ficción andaluza (junto a Cs y Vox). Mientras, el PP sigue en el chasis, incapaz de combatir los equilibrismos del 'self-made' Rivera.

Foto: Luis Garicano y Albert Rivera durante la reunión del grupo parlamentario europeo, esta semana en Bruselas. (EFE)

"Pero Pablo tendrá que poner sus atributos encima de la mesa, ¿no?", me cuestiona un joven afiliado sobre las tensiones territoriales. Hasta la fecha, sus atributos son Ayuso y Almeida, pero el PP nacional nunca se limitó a Madrid. Eso aboca a que los barones con casuísticas muy distintas —Feijóo, Moreno, Bonig— se tomen la autoridad moral para marcar el paso. Además, abunda en una polifonía a modo de baronías socialistas con duplicidades en el discurso. Y un enturbiamiento de qué es el conjunto del proyecto.

Los huecos que no se llenan, se ocupan. ¿Cuáles son los atributos de Pablo? ¿Qué es el 'casadismo' en el seno de un PP menguante? El valor que la gente quiera sentir, cuando vote a su partido. Es la marca, el relato, lo que compran los potenciales afines. Postmodernismo. Sánchez lo supo hacer. Esa suerte de darwinismo en un PSOE de 140 años, mientras la socialdemocracia no rasca a penas bola en Europa.

En cambio, este PP parece, ya no un machihembrado de ideologías. Parece un revuelto flotante de exfamilias entre los 90 y los 2000 y pico. Ora huirle al marianismo, ora recuperar el aznarismo... Corre, ahora volvemos al centro y Vox se queda la ultraderecha. Espera, porque debimos equivocarnos, un 'focus group' nos dice lo contrario. Pues es mira que no, corrige… Pero 'Santi' es culpable, que ha hecho un nuevo partido. O de Rivera…

En cambio, este PP parece, ya no un machihembrado de ideologías. Parece un revuelto flotante de exfamilias entre los 90 y los 2000 y pico

Esa anarquía de mando da cancha a una crisis de 'auctoritas' en el partido. Ciertas voces aún se paseaban hasta la semana anterior por los platós corrigiendo a Pablo Casado. Pero este ya no es el 'primus inter pares' sino el líder. Con sus éxitos y sus ruinas. Adiós a tratar de contentar a todos, como apuntan conocidos suyos. Es el PP, no las Nuevas Generaciones. Y "el líder debe estar por encima del humo del incienso y de la hoguera".

Sucede que en adelante el problema será de gestionar unos activos humanos escasos. En el Congreso, el grupo parlamentario goza de poco capital político, a salvedad de excepciones. Y en el partido, Rivera puede asestarles un duro golpe si sus pactos territoriales sacan a los populares del poder. Eso implicaría perder visibilidad y recursos. Y si la tendencia desmoralizante persiste, en 4 años habrá muchos más Garrido que peguen el salto hacia otra plataforma.

Así y todo, donde la lacra de la corrupción y el 1-O destruyó al PP, Casado tiene espacio para edificar su sello

Así y todo, donde la lacra de la corrupción y el 1-O destruyó al PP, Casado tiene espacio para edificar su sello. Sin mochilas, las perdió hasta de quienes le ungieron el 21 de julio. Nuevas caras, nuevos perfiles, un potente trabajo organizativo y de relato. Y lejos de las sombras del pasado, ­Rajoy, Aguirre, Cospedal, Aznar...

Por cierto, Casado hasta subió al escenario, cuando Aznar presentó su libro en octubre. Una noche de reencuentro con cero crítica y la admiración habitual hacia su progenitor político. La resaca de emoción al día siguiente queda en la historia de la adolescencia del 'casadismo'. Este asoció a Sánchez con el "golpismo" y se fundió en su escaño, cuando el presidente le afeó la trastada.

Pero el PP ha muerto y volvió a nacer el 26-M. Y este es Pablo, y sobre sí mismo tiene que edificar el suyo. No está de prestado. Tiene el liderazgo y entre territorios, Génova y los votantes hay una llamativa fractura.

El 'marianismo' reapareció, casi sin expectación alguna, a tres días de las elecciones del 26-M, como una secuela del pasado que saluda. Era 22 de mayo y medio exgabinete de Rajoy se congregó en la presentación del libro del exministro Nadal. Ni rastro de 'casadismo'. Pero allí estuvo ese club de amigos, marcado a fuego con el hierro de la crisis. "El martes se olvidará en un tiempo, no de la Economía", replicó alguno. "El martes" eran los 'exconsellers' presos en el Congreso. Y ya en la azotea, entre canapés y corrillos, se constató el crepúsculo. Montoro, discreto; Báñez, entretenida; Rajoy, prudente. Normales. Corrientes. Pero hace un año sufrían una moción de censura. Junto al ascensor, una espontánea esbozó, "¡ahí va la futura presidenta del PP!". Aunque Santamaría abandonaba el acto, abonada a una nueva vida.

Pablo Casado