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Estefania Molina

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La bipolaridad de ERC y las coartadas de Sánchez

El viento sopla en dirección del gobierno de apoyos plurinacionales, antes llamado ‘Frankestein’. Aunque la política española siempre puede dar un vuelco tras el verano

Foto: Pedro Sánchez en rueda de prensa en Bruselas. (EFE)
Pedro Sánchez en rueda de prensa en Bruselas. (EFE)

Oriol Junqueras se encontraba hace un mes en el bar situado tras el hemiciclo degustando una croqueta lejos de las cámaras, durante la convulsa constitución de las Cortes. La libertad más efímera puede disfrutarse en lo cotidiano de una tapa, tras dos años en la cárcel. Entre bocado y bocado, compartía con un amigo del Baix Llobregat su afición por el cultivo de la cereza. La escena me pareció una metáfora sobre el hacer político de Esquerra Republicana. Esa voluntad de poder, entre insatisfecha y resignada, que choca con su vulnerabilidad en los momentos clave.

Lo mismo aplica para la investidura de Pedro Sánchez. Moncloa exhibe ya un resaltado interés por escenificar que el eventual apoyo de ERC en la investidura será gratis, favorable o abstención, aun cuando los votos de Podemos no están ni asegurados. La propia portavoz del Gobierno tomó esa distancia este viernes, al desvincularse de cualquiera que sea la posición de los republicanos. La idea no es coyuntural. Colaboradores cercanos a Sánchez tenían claro, desde la campaña del 28-A, que no negociarían los apoyos del independentismo.

Falta por ver si el líder de Podemos, Pablo Iglesias, acepta quedarse en escalones de la administración y no en el Consejo de Ministros

Sin embargo, la declaración del Ejecutivo ahora lleva a varias interpretaciones. La primera, que estemos a las puertas de una pronta investidura exitosa. El PSOE cree cosida su ‘coartada’ contra las acusaciones de PP y Ciudadanos sobre las “hipotecas” del “golpismo”. No será por falta de peticiones para que la derecha se hubiese abstenido. Falta por ver si Pablo Iglesias conseguirá no dejar a su partido únicamente en escalones de la administración y logra entrar así en el Consejo de Ministros. Solo si el egoísmo de Iglesias prevalece, bloqueará al PSOE llevándole a una segunda vuelta.

La otra interpretación es que el Gobierno estuviera forzando la máquina por si algún partido –Bildu, JxCAT, ERC, Podemos– se siente humillado y maniobra para tumbar a Sánchez. Eso permitiría seguir presionando a PP y Cs. Es el supuesto más retorcido porque haría falta que el Gobierno no ceda un ápice frente a Podemos y que este le votase en contra o abstención, tras romper negociaciones. O bien, que los diputados presos de JxCat roten su escaño para obstruir la investidura. Incluso Bildu debería negar su abstención sin ninguna contrapartida –algo a lo que está dispuesto ahora.

Así pues, de apoyar ERC al Gobierno de Pedro Sánchez, sería por resignación al mal menor, a modo de esperanza de futuro

Ante esos dos escenarios, ¿Qué conviene a Esquerra? ¿Se puede permitir validar a Sánchez, sin sacar nada a cambio (aún sin ser decisivo)? La realidad es que el relator marcó los límites del diálogo en la pasada legislatura. “Dirán que no”, lamentan fuentes del grupo parlamentario sobre las aspiraciones soberanistas. Es decir, que por muchas mesas conjuntas, el precedente lleva a asumir que no se materializará la autodeterminación o una liberación automática de los presos. Así pues, de apoyar ERC al gobierno, sería por resignación al mal menor, a modo de esperanza de futuro.

Pasa que a Esquerra no le convienen exabruptos. Se ve ganador de las futuras elecciones autonómicas. Ha afianzado su crecimiento en municipales, europeas y generales. Eso avala la estrategia bilateralista, pactista y de la distensión con el Estado. Es más, aún están en juego las diputaciones provinciales, donde ERC sólo tiene asegurada Lleida. Barcelona, Tarragona y Girona pueden cambiar si el PSC se alinea con el partido de Junqueras. Sería la oportunidad de que los republicanos cosan los lazos con quien podría ser su interlocutor directo en unos meses: el Gobierno de España.

El independentismo no era "de fiar" y no lo sigue siendo. Solo Adriana Lastra parece despertar ahora la sintonía de los republicanos

Ahora bien. La sentencia del ‘procés’ será de efectos imprevisibles, aún cuando ERC sueña con encarnar la nueva Convergencia. “No creo que podamos estar cuatro años mirando cómo no se hace nada” confiesan fuentes republicanas sobre cómo alterará su apoyo a Sánchez en Madrid a lo largo de la legislatura, con una eventual sentencia condenatoria. Demasiadas veces los intereses entre ERC Cataluña y ERC Madrid han ido por cauces distintos. Ejemplo de ello es el veto a Miquel Iceta como senador autonómico. El independentismo no era “de fiar” y no lo sigue siendo. Solo la portavoz socialista Adriana Lastra parece despertar ahora cierta sintonía entre los republicanos.

Así las cosas, lo curioso es que el PSOE haya sido parte activa en acabar dependiendo del independentismo de ERC y Bildu. Eso que con fervor siempre quiso evitar. “Nunca lo local condicionó al gobierno de España” se defienden fuentes del entorno de Sánchez, sobre por qué no se cedió en Navarra y Canarias para seguir presionando a Casado y Rivera en la línea de la investidura, o para lograr los apoyos de UPN y Coalición Canaria. Se afianzó el poder local, y se ganó el favor del PNV.

El viento sopla en dirección del gobierno de apoyos plurinacionales, antes llamado ‘Frankenstein’. Aunque la política española siempre puede dar un vuelco si la investidura llega después del verano, mientras Valls y Vox desgastan a Cs a pasos agigantados. Y mientras, quizás ERC acabe pagando las 'fantas'.

Oriol Junqueras se encontraba hace un mes en el bar situado tras el hemiciclo degustando una croqueta lejos de las cámaras, durante la convulsa constitución de las Cortes. La libertad más efímera puede disfrutarse en lo cotidiano de una tapa, tras dos años en la cárcel. Entre bocado y bocado, compartía con un amigo del Baix Llobregat su afición por el cultivo de la cereza. La escena me pareció una metáfora sobre el hacer político de Esquerra Republicana. Esa voluntad de poder, entre insatisfecha y resignada, que choca con su vulnerabilidad en los momentos clave.

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