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El futuro Iglesias: o inquisidor de Sánchez o líder amordazado
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Estefania Molina

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El futuro Iglesias: o inquisidor de Sánchez o líder amordazado

Quizás lo que necesite el Podemos gubernativo sea que un Iglesias multifacético tape las contradicciones que acechan. Sin obviar la sucesión en Montero hace días en el trasfondo político

Foto: Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. (Reuters)
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. (Reuters)

La voluntad indómita de poder de Pablo Iglesias golpeó el habitual ‘marketing monclovita’ con una fiereza sorpresiva, acostumbrados como estamos a que los liderazgos se fabriquen en el laboratorio y los 'focus group' dibujen la estrategia política. “Es que Pablo está de salida” dice un buen conocedor suyo. Y parece que la única diferencia con 2016 es que el Iglesias “de salida” ha hecho más de “político” que de “científico”, en terminología de Max Weber. Cambiando el viejo idealismo tacticista por la realidad negociadora, driblando cada jugada del adversario, sin expectativas de sorpaso ni egoísmos.

Y con ese renovado papel de “hombre de Estado”, que paradójicamente se le venía negando hasta su renuncia a la silla, Iglesias tendrá que elegir cuál será su posición en adelante en el Parlamento –si finalmente se llega a un acuerdo. O fiscalizador del gobierno de Pedro Sánchez, o líder amordazado. Mucho tendrá que callar si tiene a los suyos mandando. Aunque muy poco creíble sería que Iglesias no acuse las contradicciones de un gobierno que anuncia curvas.

Día X del gobierno de coalición ‘sanchipodemita’. La Unión Europea pide recortes de entre 6000 y 8000 millones de euros, la ministra de turno de Economía no quiere derogar la reforma laboral y en Cataluña hay lío tras la sentencia del 1 de octubre. Se pueden pactar los desacuerdos, pero al final nadie podrá negar que la acción es una. ¿Podría tumbar Podemos otro decreto del alquiler por insuficiente? “Que se ajusten a lo que se quiere hacer como equipo” responden fuentes de Moncloa sobre la dinámica del día a día.

Foto: Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, en su primera reunión en Moncloa tras las elecciones generales, el pasado 7 de mayo. (Reuters)

Iglesias deberá redefinir así de inmediato su papel como jefe de filas. Quizás unos días toque el estilo franciscano-pedagogo que estrenó en el debate de ‘Atresmedia’. Las acciones poco comprometidas. Quizás otros, acusar a Sánchez de aliarse con los “poderes”. Las decisiones más crudas. Ponerse la medalla cuando toque, cual escudero del gobierno. La personalidad de Iglesias hace pensar que se tejerá un nuevo traje que le dé la visibilidad que precisa. Eso será hasta necesario hasta para moderar la situación del partido.

Pasa que el salto de Podemos de fuerza de choque a partido de gobierno es una bomba de relojería. El espíritu del 15-M se arroja ahora a las garras de la burocracia y la toma de decisiones políticas, que no siempre encuentra solución a los problemas de la gente. Y mira que se les ha criticado la pancarta y la protesta callejera. Pero desde el día en que el partido morado pise el turmix administrativo, perderán la posición fiscalizadora de que gozaban fuera del gobierno. “Me gustaría que ese hubiese sido el debate…”, me confesaba un expablista.

Lo peor a lo que se enfrenta Podemos es que esa "otra izquierda" que jamás volverá al PSOE siga sintiendo que tiene una voz de respuesta

Y es que el partido de los círculos no nació para gobernar, sino para poner al PSOE contra el espejo. Se vio en el episodio de la venta de bombas. Por la boca de Iglesias habló lo que piensa la “otra izquierda”, al tildar la situación de “grave”. Esa “otra izquierda” que defendía el derecho de autodeterminación en Cataluña, esa “otra izquierda” que acusaba las cuestiones relativas a las cloacas, u esa “otra izquierda” de los movimientos sociales descapitalizados por Podemos.

Lo peor a lo que se enfrenta Podemos es que esa “otra izquierda” que jamás volverá al PSOE, ni tampoco ve nada distinto en Errejón, siga sintiendo que tiene una voz de respuesta. Los huecos que no se llenan, se ocupan en un nuevo tablero híper fragmentado y creciendo.

Foto: Joan Baldoví, Mónica Oltra e Íñigo Errejón, en un acto de la campaña de generales de 2016. (EFE)

Sin embargo, Iglesias aún podría amortiguar el desgaste, en función de qué estrategia ministerial siga: si la propagandística o la efectista. Para ministerios como Cultura y Medio Ambiente, o Sanidad y Consumo, la formación morada puede llevarse buenos titulares. Pero si el PSOE le dejase ministros algo más conflictivos (Interior, Economía, Hacienda, Trabajo) el intento reformista pueden convertirse en un suplicio de gestión y contradicciones.

Y qué decir de la estética de los ministros. Difícil ser “como la gente para representar a la gente”, toda vez que el cargo lo impida. “Irene Montero antes hablaba como Irene Montero, ahora como la diputada Irene Montero. Están muy atrapados por la institución, han cambiado” lamenta un expablista. “La propia compra del chalé fue una forma de culminar una idea que creo que les ha inspirado el llegar al Congreso: el poder necesita una escenificación de que es real”.

Quizás lo que necesite el Podemos gubernativo sea que un Iglesias multifacético tape las contradicciones que acechan. Sin obviar la sucesión en Montero hace días en el trasfondo político, lo que obligaría a repensar la fórmula de proyecto tan personalista bajo el rostro de su portavoz. Aunque “todo queda en casa” se resigna un antiguo miembro del partido.

Sánchez, de momento, ya ha acelerado la caída del dirigente podemita.

La voluntad indómita de poder de Pablo Iglesias golpeó el habitual ‘marketing monclovita’ con una fiereza sorpresiva, acostumbrados como estamos a que los liderazgos se fabriquen en el laboratorio y los 'focus group' dibujen la estrategia política. “Es que Pablo está de salida” dice un buen conocedor suyo. Y parece que la única diferencia con 2016 es que el Iglesias “de salida” ha hecho más de “político” que de “científico”, en terminología de Max Weber. Cambiando el viejo idealismo tacticista por la realidad negociadora, driblando cada jugada del adversario, sin expectativas de sorpaso ni egoísmos.

Pedro Sánchez