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Derecha 'pija'; derecha 'obrera' (o lo que Vox pudo ser y no fue)
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Estefania Molina

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Derecha 'pija'; derecha 'obrera' (o lo que Vox pudo ser y no fue)

Así que 'nacer para perecer' es la paradoja que persigue a la formación ultra desde su entrada institucional. O bien, asumir un desgaste inmediato llevando a elecciones a PP-Cs

Foto: El líder de Vox, Santiago Abascal, a su llegada al hemiciclo del Congreso en la primera jornada del debate de investidura. (EFE)
El líder de Vox, Santiago Abascal, a su llegada al hemiciclo del Congreso en la primera jornada del debate de investidura. (EFE)

Me comentaba hace poco alguien del Partido Popular, a cuenta de lo difícil que fue entenderse con Vox en Murcia y la Comunidad de Madrid, que así como su líder Santiago Abascal "es sencillo, y aunque tiene esas ideas tan extremas..., 'Santi' es un tío del PP. Le conocemos bien, hemos compartido años de partido y actos con él", sus socios Rocío Monasterio e Iván Espinosa de los Monteros le parecían a mi interlocutor personas con "una visión más elitista de la sociedad".

Y quizás la metáfora 'popular' resuma el progresivo declive que la demoscopia augura a Vox, tras el superciclo electoral de 2019. Es decir, que el partido ultra carece ya de una fuerte implantación obrerista de masas, al estilo del Frente Nacional, para rascar votos ante la desafección izquierdista —los 'banlieus' comunistas de la Francia de Macrono del caladero socialista. A diferencia de Marine Le Pen, Vox se asienta ya sobre un 'target' más minoritario: ultraliberal, entre un nacionalismo épico-folclórico y la extrema conservación social.

Tanto es así que culminado el rol de 'brazo corrector del PP' en el feudo de Ayuso en Madrid, la formación ultra tendrá difícil mantener sus 2,4 millones de votos, si Pedro Sánchez nos lleva a elecciones el 10-N. ¿De dónde los iba a sacar? Varios sondeos vaticinan que Vox remitiría en favor de los populares o la abstención, aun cuando en el horizonte la sentencia del 'procés' está por llegar.

La estrategia es todo en política. Y sería poco esperable un resurgir masivo de Vox en unos años, a caballo de una eventual crisis económica

Entre las explicaciones plausibles, sublima ahora si la pulsión 'voxita' fue sobredimensionada en su aparición. El caldo de cultivo era particular: los comicios andaluces del 2-D, sesgados por la desmovilización de la izquierda y el vector antiinmigración del campo andaluz. Temporalmente, incluso llegó tardío: medio año después de la elección de Pablo Casado y un año posterior al 1-O con el Govern secesionista en prisión (mientras ERC se presentaba al 28-A como la 'nueva CiU' en Madrid).

La estrategia es todo en política. Y sería poco esperable un resurgir masivo de Vox en unos años, a caballo de una eventual crisis económica. Atizando al PSOE, capitalizando el descrédito de Podemos (como haría Le Pen). Para eso estaría ya un PP curtido en gestión (en Grecia, la Nueva Democracia tecnocrática volvió al poder el mes anterior). Además, el programa de Vox —sistema mixto de pensiones, folclore, etc.— no entusiasmaría a las clases castigadas por la precariedad. De hecho, el partido buscó el voto obrero el pasado 26-M, tras no reparar en él el 28-A, sin éxito flagrante.

placeholder La nueva presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, recibe la felicitación del secretario general de Vox, Javier Ortega Smith. (EFE)
La nueva presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, recibe la felicitación del secretario general de Vox, Javier Ortega Smith. (EFE)

Que en política, como en la vida, algo raramente puede llegar a ser lo que de ninguna manera es. Y Vox en ningún caso vino a suplir 'el declive de Podemos', a cargar contra una "casta" en la sociedad, o a reprochar áticos a Guindos y chalés en Galapagar. Porque Abascal es, en esencia, el grito de rechazo a la moderación económica, moral, nacional… no de la izquierda, si no de la derecha "blanda" de Mariano Rajoy.

Así que 'nacer para perecer' es la paradoja que persigue a la formación ultra desde su entrada institucional. O bien, asumir un desgaste inmediato llevando a elecciones a PP-Cs por no aplicar su "batalla cultural". O bien, esperar tres o cuatro años como ariete incansable del PP, pero transigiendo con un pragmatismo gubernativo que le debilita —aunque en el corto plazo sea difícil de cuantificar—. Esa es la senda que tomaron en Andalucía y ahora en Madrid.

Lo más elitizante de Vox quizás sea su visión de la sociedad. Lo que llaman "políticamente correcto" y que buscan combatir mediante la "batalla cultural"

Lo que sí deja ya la estela 'voxita' es lo que Fernando Sánchez-Dragó explica sobre su libro-entrevista a Abascal. "No quiere llegar a Moncloa él, sino sus ideas", resume el escritor sobre el elefante en la habitación de Ciudadanos y el PP. A la sazón, Vox sirvió para avivar las contradicciones de un Albert Rivera que estuvo muy cerca de 'sorpasar' al PP y a quien el auge patriótico se lo impidió. Y pese a todo, en el futuro será difícil que el partido ultra desaparezca de las instituciones abonado a su visibilidad.

A la postre, la faceta más elitizante de Vox quizás sea su visión de la sociedad. Lo que llaman "políticamente correcto" y que buscan combatir mediante la llamada "batalla cultural". Que en España, la lucha por la democracia liberal se entiende como síntoma de conquista de derechos (8-M, LGTBI...), lo que frenó a Vox en 24 escaños, en un país donde además la inmigración ha descendido a lo largo de 2019, pese a las ideas de un presunto efecto llamada.

Derecha pija, derecha obrera (o lo que Vox pudo ser y no es).

Me comentaba hace poco alguien del Partido Popular, a cuenta de lo difícil que fue entenderse con Vox en Murcia y la Comunidad de Madrid, que así como su líder Santiago Abascal "es sencillo, y aunque tiene esas ideas tan extremas..., 'Santi' es un tío del PP. Le conocemos bien, hemos compartido años de partido y actos con él", sus socios Rocío Monasterio e Iván Espinosa de los Monteros le parecían a mi interlocutor personas con "una visión más elitista de la sociedad".

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