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Junqueras y la maldición de ERC
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Estefania Molina

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Junqueras y la maldición de ERC

La cúpula del partido sí está por la investidura de Sánchez y prueba de ello es la peculiar pregunta interna a las bases, que da un margen de interpretación muy amplio

Foto: Sesión constitutiva de las nuevas cortes generales
Sesión constitutiva de las nuevas cortes generales

Se insiste en los cenáculos madrileños que ERC planea, a cambio de la investidura de Pedro Sánchez, un 'tripartit' (PSC, Comuns) si gana las próximas elecciones en Cataluña. Es decir, desbancando al partido de Puigdemont y su afrenta continua contra el Estado. Aunque eso solo sean rumores, Esquerra sí fía un eventual éxito electoral a su estrategia de diálogo con Moncloa que —con probabilidad— culminará en apoyo a Sánchez. Pero hay una maldición en la vía ERC: no poder aplicar, a la postre, la línea del 'independentismo bilateral', el de 'largo plazo', o 'moderado'.

Pasa que las elecciones en el Reino Unido han puesto de manifiesto las paradojas de otra sociedad tensionada, como es la británica. A los ciudadanos se les prometió Brexit y tiempo pasado —y aun con sus efectos nocivos calibrados— una mayoría absoluta de diputados aprueba ahora la salida a manos de Boris Johnson. En ese caso, se podría argumentar que una parte de la sociedad británica ha protestado, evitando que los partidos 'remainer' u otras vías institucionales menoscaben su voluntad de salir de la UE. Esto es, una forma de repliegue tribal, identitario.

Foto: Javier Lambán y Emiliano García-Page saludan a los Reyes el pasado 12-O, tras Ximo Puig y antes que Ángel Víctor Torres. (EFE)

Si bien, el caso británico deja una perniciosa lectura de fondo: que la democracia representativa (comicios) encuentre dificultades para enmendar el marco soberanista. Aplicado a Cataluña, implicaría que, pese a la ilegalidad flagrante que supuso el 1-O y la condena por sedición del antiguo Govern, el marco sigue siendo dominado por la propaganda de la desconexión hacia el resto de España, cuando no, del bloqueo (como evidenció la entrada de la CUP y JxCAT). Es decir, lejos una lógica reconstructiva o posibilista que permita salir del bucle a los catalanes.

Por tanto, los intentos de ERC por instaurar un nuevo marco autonomista, soberanista pero no frentista, en esa arcadia que sueñan podría ser su hegemonía política, podrían caer en saco roto. Dicho de otro modo: ERC podría tener su suerte atada a JxCAT (lejos de Comuns y PSC). Cabe recordar que si Puigdemont les superó en 2017, tras el 1-O, fue porque abanderó el 'legitimismo' del Govern bipartito. Y hasta la fecha, las previsiones de auge de Esquerra solo se basan en comicios de lógica distinta a los autonómicos: europeas, municipales o generales.

placeholder Oriol Junqueras (i) y Boris Johnson
Oriol Junqueras (i) y Boris Johnson

En ese sentido, el independentismo hiperventilado cuenta con —no pocos— medios para influir en el resultado de unas eventuales autonómicas. Uno, el botón de los comicios sigue en manos de Carles Puigdemont, que pulsará cuando más beneficios le procure. En el horizonte de 2020 está la inhabilitación de Torra por desobediencia. Luego, la posibilidad de una reedición de las algaradas del llamado ‘Tsunami democràtic’ —como el día del clásico Barça-Madrid— o los CDR. Finalmente, quedaría por ver el futuro judicial de Puigdemont, o su regreso a España.

En términos numéricos, por otra parte, quizás a ERC no le bastase hipotéticamente con el PSC y los Comunes para una investidura. Menos, después de la jugada de Ada Colau en la alcaldía de Barcelona, o de los intentos del PSC por captar el voto que quedará huérfano con el desplome que se augura a Ciutadans. De igual modo, podría ser que JxCAT no sacase el bajo resultado que le auguran ciertos sondeos, o que la CUP repuntase.

Los intentos de ERC por instaurar un nuevo marco autonomista, soberanista pero no frentista, en esa arcadia que sueñan podrían caer en saco roto

Asimismo, la mesa negociadora entre gobiernos que Oriol Junqueras invocaba este viernes podría oxigenar la reconstrucción del independentismo más extremista. Sánchez aceptará el vocabulario de ERC —diálogo con "seguridad jurídica", en vez de dentro de la "Constitución"— porque en ello se juega su supervivencia política y la investidura. Pero no es de esperar que del diálogo salga ninguna solución que convenza a las partes. En ningún caso un referéndum, y a lo sumo, un Estatut o guiños competenciales hacia Cataluña.

Sin embargo, la cúpula de ERC sí está por la investidura de Sánchez y prueba de ello es la peculiar pregunta interna a las bases, que da un margen de interpretación muy amplio. Sin embargo, eso les ha permitido un protagonismo, que hasta arrastró a Laura Borràs (JxCAT) a salir del bloqueo para reunirse con la socialista Adriana Lastra. Esquerra rentabiliza las atenciones del gobierno de Sánchez, que incluso se desplazó a Barcelona, cediendo así a ERC el liderazgo negociador del independentismo, incluso, gestionando las llamadas a Quim Torra, en segundo plano.

Foto: La portavoz de ERC, Marta Vilalta. (EFE)

Ahora bien: pese a que los republicanos hace tiempo que se preparan para ser clase dirigente (Pere Aragonès es su máximo exponente), como si de la nueva antigua CiU se tratase, las pulsiones populistas en el seno de la sociedad catalana podrían llevarse por delante esos anhelos. En su momento fue Puigdemont, como líder demagogo –para los suyos, carismático—. Johnson es el reciente ejemplo en Gran Bretaña. Es la maldición de ERC: el signo de los tiempos no son los buenos gestores, sino quienes, en el momento preciso, el clave, encuentran el pulso a las masas.

Se insiste en los cenáculos madrileños que ERC planea, a cambio de la investidura de Pedro Sánchez, un 'tripartit' (PSC, Comuns) si gana las próximas elecciones en Cataluña. Es decir, desbancando al partido de Puigdemont y su afrenta continua contra el Estado. Aunque eso solo sean rumores, Esquerra sí fía un eventual éxito electoral a su estrategia de diálogo con Moncloa que —con probabilidad— culminará en apoyo a Sánchez. Pero hay una maldición en la vía ERC: no poder aplicar, a la postre, la línea del 'independentismo bilateral', el de 'largo plazo', o 'moderado'.

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