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El 'spot' electoral de Sánchez a Junqueras y el Tripartit 2.0
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Estefania Molina

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El 'spot' electoral de Sánchez a Junqueras y el Tripartit 2.0

El fantasma de una posible reedición del Tripartir flota desde hace tiempo en el ambiente y en la aureola creada por unos cuantos pensadores de corriente independentista

Foto: Una manifestante pide la libertad de Oriol Junqueras, en una protesta en Barcelona. (Reuters)
Una manifestante pide la libertad de Oriol Junqueras, en una protesta en Barcelona. (Reuters)

En Cataluña se empieza a presentir la posibilidad de un cambio en la correlación de fuerzas independentistas, donde los augurios apuntan a que el camino de ERC podría separarse en breve del de Carles Puigdemont y Junts per Catalunya. De hecho, el fantasma de la reedición de Tripartit está en el ambiente y en la aureola creada por no pocos opinadores soberanistas. Y a ese objetivo parece fiar Pedro Sánchez su estrategia de medio plazo en Cataluña, habiendo convertido la gestión del 'procés' en casi un 'spot' electoral para que ERC gane las elecciones.

Sucede que la única forma de congelar el 'procés' a corto plazo sería que Oriol Junqueras pudiese disponer de otros socios fuertes distintos a Puigdemont. Es decir, que los republicanos impusiesen su estrategia bilateral de distensión al frente de la Generalitat, reduciendo la fuerza del activismo de Quim Torra. Para ello, haría falta la concurrencia de los Comunes, o incluso, la connivencia —por activa o por pasiva— del PSC, sin necesidad de apartar del todo a JxCAT. Las fórmulas podrían ser muchas en esa suerte de Tripartit 2.0 que algunos ven en el horizonte.

Esta posibilidad, tan sugerente en el Madrid político, destelló hace pocas semanas, cuando el Govern no tuvo otra que pactar con los comunes las subidas de impuestos, y a la postre, los presupuestos catalanes. JxCAT, que viene del ideario de la vieja Convergencia, casi se puso de perfil —como en su día con los apoyos de la CUP—. Aunque lo importante fue el papel asumido por Pere Aragonès, el número dos de Junqueras, y el que a efectos prácticos parece más preocupado por gestionar la Generalitat que su 'president'.

Pues si gobierna ERC, se asume, aplicarían la misma receta que en Madrid: zanjar las algaradas frentistas, y sentarse en los foros multilaterales autonómicos. Gobernar, en resumen, la comunidad autónoma de Cataluña. Gestionar el malestar del 'post-procés', mientras aseguran estar "ensanchando la base" de la causa, como cuando Jordi Pujol hacía en su día "país". Esquerra lleva años preparándose para lograr crédito como gestores serios y algunos se echan las manos a la cabeza con las acrobacias de Torra.

Pero para que eso ocurra, ERC necesita un viraje en el relato, en medio de una opinión pública que en parte aún orbita en torno a las tesis de Puigdemont y la CUP. Lo que Junqueras y Esquerra necesitan es que su apoyo a Sánchez empiece a tener algún valor para las bases independentistas. Es decir: que Sánchez no deje tirada a ERC, sino que esta pueda ganar las elecciones a lomos de las cesiones y guiños del Gobierno (Dolores Delgado como Fiscal General del Estado, reforma del delito de sedición…), cuando sea el momento preciso.

Y en eso parece estar Moncloa estos días. El anuncio de reformar el delito de sedición en el Código Penal, a la postre, no es sino otro 'spot' de campaña para ERC —en clave independentista—, y un guiño para que Sánchez logre extender la gobernabilidad de la legislatura. 'Quid pro quo'. Ni el PSOE ni ERC parten del altruismo. Los socialistas y Podemos están ahora por argamasar a sus frágiles apoyos de investidura, y limitar el avance de PP y Vox (que crecen a lomos de la crisis territorial), mientras que los republicanos solo ansían el poder autonómico.

Y para que nada se altere, el gobierno tendrá que transigir —de momento— con el 'caso Torra'. Sánchez se reunirá con el 'president', en mitad de la polémica por su inhabilitación. Impensable sería causarle ningún fuego interno a ERC, porque ello iría en menoscabo del 'frame' bilateralista por el que Junqueras ha apostado tan fuerte con su abstención en la investidura. Los republicanos, hábilmente, han centrado por su parte la atención en Torra, a sabiendas de lo mal que le sienta al elector independentista la división palmaria entre sus líderes.

placeholder Manifestación pidiendo la libertad de Oriol Junqueras. (EFE)
Manifestación pidiendo la libertad de Oriol Junqueras. (EFE)

La cuestión es que ERC no debe percibir que su 'momentum' electoral óptimo sea ahora, porque la posición oficial del partido es que "no toca" celebrar elecciones. Pasa que el martirologio de Torra aún daría para insuflar más apoyos a JxCAT, sin haber dado margen a que la mesa de diálogo con el Gobierno dé sus frutos de relato esperados. Eso debe haber asumido también Sánchez: que la fuerza del independentismo se ha mantenido estable en Cataluña, y que puestos a elegir, siempre será mejor el 'nacionalista bueno', que el 'nacionalista malo'.

Aunque lo mismo se rumoreaba que pensó Soraya Sáenz de Santamaría ante el convulso 2017 que desembocó en el 1 de octubre, y luego Puigdemont desbancó a Junqueras.

En Cataluña se empieza a presentir la posibilidad de un cambio en la correlación de fuerzas independentistas, donde los augurios apuntan a que el camino de ERC podría separarse en breve del de Carles Puigdemont y Junts per Catalunya. De hecho, el fantasma de la reedición de Tripartit está en el ambiente y en la aureola creada por no pocos opinadores soberanistas. Y a ese objetivo parece fiar Pedro Sánchez su estrategia de medio plazo en Cataluña, habiendo convertido la gestión del 'procés' en casi un 'spot' electoral para que ERC gane las elecciones.

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